JUSTO AZNAR LUCEA
El sida sigue siendo un problema médico con tan amplia repercusión social que su importancia trasciende el ámbito de lo puramente sanitario para convertirse en uno de los más preocupantes problemas ciudadanos. Al valorar la evolución de esta pandemia, al hilo del día mundial del sida que acaba de celebrarse, no cabe duda de que existen aspectos positivos de la lucha contra esta enfermedad, que yo centraría especialmente en tres: a) los sustanciales avances conseguidos en su tratamiento, que han trasformado el sida de ser una enfermedad mortal en un proceso crónico grave, b) en que prácticamente se ha conseguido erradicar, en las países desarrollados, su transmisión vertical (madre-hijo) y c) en que se empiezan a vislumbrar soluciones económicas y políticas, para que su tratamiento pueda llegar a más amplios grupos de población, especialmente a los más pobres. No cabe ninguna duda que esto constituye un motivo de esperanza para toda la sociedad y especialmente para los infectados por el virus de la immunodeficiencia humana (VIH) y para los pacientes con sida. Sin embargo, también existen motivos de preocupación y de entre ellos, el más importante, a nuestro juicio, el que no se está consiguiendo controlar con eficacia la expansión de la infección, el que no se está logrando que disminuyan los nuevos contagios, principal causa de que esta terrible pandemia se perpetúe. Y a este problema, la prevención de la infección, quiero especialmente referirme. En el momento actual el contagio del VIH por vía heterosexual es la causa de más del 90% de los nuevos contagios, especialmente en los países en vías de desarrollo. Pero también en los desarrollados sigue aumentando imparablemente el porcentaje de contagios por esta vía. En nuestro país en el año 1985 el porcentaje de contagiados por vía heterosexual era el 1,68% del total de los infectados, siendo, en cambio en 2003 el 27,89%, aunque en algunos colectivos y regiones, especialmente en mujeres, se acerca al 40%. Por ello, un problema fundamental es reflexionar sobre cómo están abordando nuestras autoridades sanitarias gubernamentales este problema. Pues bien, yo diría que tan erróneamente como siempre, al centrarlo casi exclusivamente en la iniciación de otra campaña para la promoción del uso del preservativo, como único y fundamental remedio para prevenir la expansión del contagio de esta infección, especialmente entre los jóvenes. Son muchas las voces de los que estiman que las campañas que se han realizado y, la que actualmente se va a poner en marcha, son insuficientes, cuando no erróneas. Así lo manifestaba yo, en un artículo en este mismo periódico ya hace casi quince años (LAS PROVINCIAS, 15-10-1990). Pero como antes refería, son cada vez mas numerosas las voces de los que estiman que hay que hacer algo más. En este sentido, y por su interés, voy a referirme a un interesante artículo publicado el pasado día 27 de noviembre en la prestigiosa revista The Lancet . El valor fundamental de dicho artículo es que está firmado por más de 150 especialistas de 36 países distintos, algunos de ellos de las más importantes universidades del mundo, así como por representantes de diversos organismos, tan prestigiosos como el Banco Mundial, el Gobierno de Uganda, el Fondo Mundial para la Malaria, Tuberculosis y Sida y cinco agencias de la ONU. Es decir, no se trata de la opinión de una sola persona, por muy docta que pudiera ser, sino de un grupo tan numeroso que, solamente la enumeración de los firmantes, ocupa una página entera de esta prestigiosa revista. Pues bien, en ese artículo colectivo se reitera que la mejor estrategia, por no decir la única, para luchar contra la expansión del VIH, es la denominada ABC ( acrónimo de las palabras inglesas Abstein, Be faithful and Condom). Se afirma textualmente en dicho artículo que "en los jóvenes debe ser prioritario promover la abstinencia o el retraso del inicio de las relaciones sexuales en aquellos que aún no las hayan comenzado. Si ya han iniciado dichas prácticas, se debe promover también la abstinencia y si ello no es posible fomentar que mantengan una relación sexual fiel y monógama con una persona sana". En los jóvenes y adultos sexualmente activos que no sean capaces de seguir las sugerencias anteriores "se debe recomendar también el uso del preservativo, pero recordando siempre que con su utilización solamente se consigue reducir el riesgo del contagio en un 80% a 90%, aunque se utilice de forma sistemática y en las mejores condiciones de uso". Es decir, la utilización exclusiva del preservativo mantiene un riesgo de contagio del 10% al 20% en cada relación sexual. Si se hacen algunos cálculos elementales se puede deducir cuán alejadas están estas cifras del denominado "sexo seguro". Para apoyar sus recomendaciones se refieren los autores al caso concreto de Uganda, único país del mundo en donde de una forma generalizada se han desarrollado programas para impedir la expansión del sida, en los que se propone la política preventiva ABC anteriormente comentada. Pues bien, en Uganda, en 1991 el 15% de su población estaba infectada. En 2002 este porcentaje era del 5%. Por ello, cabría preguntarse ¿por qué no se implementa el ABC en otros países? ¿Cuales son las razones últimas por las qué el ABC apenas se propone en los países occidentales? Pero yo directamente querría preguntar al Gobierno, y muy especialmente a su ministra de sanidad, Elena Salgado, ¿por qué sigue confundiendo a los jóvenes, utilizando propaganda engañosa tan objetivamente errónea, como afirmar que el uso del preservativo garantiza el no contagio por VIH? Igualmente, querría hacer llegar este mensaje a las autoridades sanitarias de otras comunidades autónomas que todavía no han iniciado sus campañas de prevención del contagio por el VIH y muy especialmente a las de nuestra Comunidad Valenciana, para que sí les parece razonable tuvieran en cuenta el programa ABC, que tan positivos y esperanzadores resultados ha dado en un país concreto como es Uganda.
El sida sigue siendo un problema médico con tan amplia repercusión social que su importancia trasciende el ámbito de lo puramente sanitario para convertirse en uno de los más preocupantes problemas ciudadanos. Al valorar la evolución de esta pandemia, al hilo del día mundial del sida que acaba de celebrarse, no cabe duda de que existen aspectos positivos de la lucha contra esta enfermedad, que yo centraría especialmente en tres: a) los sustanciales avances conseguidos en su tratamiento, que han trasformado el sida de ser una enfermedad mortal en un proceso crónico grave, b) en que prácticamente se ha conseguido erradicar, en las países desarrollados, su transmisión vertical (madre-hijo) y c) en que se empiezan a vislumbrar soluciones económicas y políticas, para que su tratamiento pueda llegar a más amplios grupos de población, especialmente a los más pobres. No cabe ninguna duda que esto constituye un motivo de esperanza para toda la sociedad y especialmente para los infectados por el virus de la immunodeficiencia humana (VIH) y para los pacientes con sida. Sin embargo, también existen motivos de preocupación y de entre ellos, el más importante, a nuestro juicio, el que no se está consiguiendo controlar con eficacia la expansión de la infección, el que no se está logrando que disminuyan los nuevos contagios, principal causa de que esta terrible pandemia se perpetúe. Y a este problema, la prevención de la infección, quiero especialmente referirme. En el momento actual el contagio del VIH por vía heterosexual es la causa de más del 90% de los nuevos contagios, especialmente en los países en vías de desarrollo. Pero también en los desarrollados sigue aumentando imparablemente el porcentaje de contagios por esta vía. En nuestro país en el año 1985 el porcentaje de contagiados por vía heterosexual era el 1,68% del total de los infectados, siendo, en cambio en 2003 el 27,89%, aunque en algunos colectivos y regiones, especialmente en mujeres, se acerca al 40%. Por ello, un problema fundamental es reflexionar sobre cómo están abordando nuestras autoridades sanitarias gubernamentales este problema. Pues bien, yo diría que tan erróneamente como siempre, al centrarlo casi exclusivamente en la iniciación de otra campaña para la promoción del uso del preservativo, como único y fundamental remedio para prevenir la expansión del contagio de esta infección, especialmente entre los jóvenes. Son muchas las voces de los que estiman que las campañas que se han realizado y, la que actualmente se va a poner en marcha, son insuficientes, cuando no erróneas. Así lo manifestaba yo, en un artículo en este mismo periódico ya hace casi quince años (LAS PROVINCIAS, 15-10-1990). Pero como antes refería, son cada vez mas numerosas las voces de los que estiman que hay que hacer algo más. En este sentido, y por su interés, voy a referirme a un interesante artículo publicado el pasado día 27 de noviembre en la prestigiosa revista The Lancet . El valor fundamental de dicho artículo es que está firmado por más de 150 especialistas de 36 países distintos, algunos de ellos de las más importantes universidades del mundo, así como por representantes de diversos organismos, tan prestigiosos como el Banco Mundial, el Gobierno de Uganda, el Fondo Mundial para la Malaria, Tuberculosis y Sida y cinco agencias de la ONU. Es decir, no se trata de la opinión de una sola persona, por muy docta que pudiera ser, sino de un grupo tan numeroso que, solamente la enumeración de los firmantes, ocupa una página entera de esta prestigiosa revista. Pues bien, en ese artículo colectivo se reitera que la mejor estrategia, por no decir la única, para luchar contra la expansión del VIH, es la denominada ABC ( acrónimo de las palabras inglesas Abstein, Be faithful and Condom). Se afirma textualmente en dicho artículo que "en los jóvenes debe ser prioritario promover la abstinencia o el retraso del inicio de las relaciones sexuales en aquellos que aún no las hayan comenzado. Si ya han iniciado dichas prácticas, se debe promover también la abstinencia y si ello no es posible fomentar que mantengan una relación sexual fiel y monógama con una persona sana". En los jóvenes y adultos sexualmente activos que no sean capaces de seguir las sugerencias anteriores "se debe recomendar también el uso del preservativo, pero recordando siempre que con su utilización solamente se consigue reducir el riesgo del contagio en un 80% a 90%, aunque se utilice de forma sistemática y en las mejores condiciones de uso". Es decir, la utilización exclusiva del preservativo mantiene un riesgo de contagio del 10% al 20% en cada relación sexual. Si se hacen algunos cálculos elementales se puede deducir cuán alejadas están estas cifras del denominado "sexo seguro". Para apoyar sus recomendaciones se refieren los autores al caso concreto de Uganda, único país del mundo en donde de una forma generalizada se han desarrollado programas para impedir la expansión del sida, en los que se propone la política preventiva ABC anteriormente comentada. Pues bien, en Uganda, en 1991 el 15% de su población estaba infectada. En 2002 este porcentaje era del 5%. Por ello, cabría preguntarse ¿por qué no se implementa el ABC en otros países? ¿Cuales son las razones últimas por las qué el ABC apenas se propone en los países occidentales? Pero yo directamente querría preguntar al Gobierno, y muy especialmente a su ministra de sanidad, Elena Salgado, ¿por qué sigue confundiendo a los jóvenes, utilizando propaganda engañosa tan objetivamente errónea, como afirmar que el uso del preservativo garantiza el no contagio por VIH? Igualmente, querría hacer llegar este mensaje a las autoridades sanitarias de otras comunidades autónomas que todavía no han iniciado sus campañas de prevención del contagio por el VIH y muy especialmente a las de nuestra Comunidad Valenciana, para que sí les parece razonable tuvieran en cuenta el programa ABC, que tan positivos y esperanzadores resultados ha dado en un país concreto como es Uganda.
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