"Cristianos socialistas. La estrategia de la división en la Iglesia". Artículo de José Francisco Serrano en Libertad digital, viernes 19 de noviembre
La intervención de Ramón Jáuregui en el Congreso Federal del PSOE sobre la equivocada orientación de las políticas de confrontación del Gobierno de Zapatero con la Iglesia, y con los católicos, ha generado un nuevo movimiento táctico en la avanzadilla mediática y en la quinta columna que el socialismo español cree tener dentro de la comunidad católica En el último fin de semana del mes corriente se celebrará en Bilbao un encuentro de Cristianos por el socialismo y en el socialismo, con la destacada participación del teórico de la "casposidad", José Blanco, y de los ministros más activos en el diálogo aún no activado con la Iglesia. José Blanco, el que recordara no hace mucho a la Iglesia que son muchos los católicos que votan al PSOE o están en el PSOE. Algunos de ellos, nos consta no precisamente por las encuestas, andan preguntando cómo conjugar la voz activa socialista en la forma verbal del presente católico. El prodigio de la nueva estrategia pasa por hacer ver a la Iglesia que su división interna responde a una serie de problemas irresueltos en la naturaleza y, sobre todo, en la práctica -praxis, para ser más exactos- de esta institución. Una vela a Dios y otra a Marx; o en la síntesis de los titulares periodísticos, una a un arzobispo conservador, y otra a uno progresista, como si el conflicto dialéctico estuviera en la vida y misión de la Iglesia como eje de su progreso dogmático y moral. No es la primera vez que a alguien se le ocurre pensar que el desarrollo de las ideas eclesiales se ha producido gracias a las herejías, aquellas ideas que habían perdido la cabeza y la razón. El problema de la herejía es de fidelidad y de incapacidad para responder, con la verdad plena, a una nueva pregunta del tiempo y de la historia.
En el reciente Congreso de apostolado seglar, la ponencia del Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, Fernando Sebastián, marcó el ritmo del encuentro. Muchos han sido los que han repetido hasta la saciedad que el preclaro arzobispo de Pamplona se había referido a la carencia de unidad interna en la Iglesia, cuyo origen se encuentra, según el prelado, en la mediocridad espiritual. Pero pocos han sido los que han repetido, y reproducido, algunas de las consecuencias más significativas de los presupuestos morales sobre los que sustentar hoy la acción de los cristianos en la sociedad, principalmente a partir de un sereno juicio moral. Por ejemplo, qué poco se ha dicho que monseñor Fernando Sebastián escribió en su ponencia -que, por cierto, no fue leída íntegramente en la sala, aunque sí entregada a los periodistas- aquello de que "tenemos el derecho a preguntarnos si hoy los católicos que militan en ciertos partidos políticos, sindicatos u otras asociaciones semejantes, tienen esta libertad y sobre todo si tienen el valor de hacer valer sus puntos de vista siempre que estén comprometidos los juicios y valores de la conciencia cristiana. Más en concreto, ¿los cristianos que militan en IU o en el PSOE pueden discutir y exponer sus argumentaciones y su visión del aborto, del respeto a la vida en sus diferentes fases, de la protección del verdadero matrimonio en los órganos competentes, en igualdad de condiciones con los demás? ¿Lo hacen de hecho? He aquí la cuestión. A veces tiene uno la sensación de que algunos cristianos comprometidos políticamente critican más a la Iglesia desde los presupuestos de sus partidos respectivos, que los programas políticos de sus partidos desde los presupuestos de la Iglesia. Puede más la identidad partidista e ideológica que la identidad eclesial y cristiana".
En el reciente Congreso de apostolado seglar, la ponencia del Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, Fernando Sebastián, marcó el ritmo del encuentro. Muchos han sido los que han repetido hasta la saciedad que el preclaro arzobispo de Pamplona se había referido a la carencia de unidad interna en la Iglesia, cuyo origen se encuentra, según el prelado, en la mediocridad espiritual. Pero pocos han sido los que han repetido, y reproducido, algunas de las consecuencias más significativas de los presupuestos morales sobre los que sustentar hoy la acción de los cristianos en la sociedad, principalmente a partir de un sereno juicio moral. Por ejemplo, qué poco se ha dicho que monseñor Fernando Sebastián escribió en su ponencia -que, por cierto, no fue leída íntegramente en la sala, aunque sí entregada a los periodistas- aquello de que "tenemos el derecho a preguntarnos si hoy los católicos que militan en ciertos partidos políticos, sindicatos u otras asociaciones semejantes, tienen esta libertad y sobre todo si tienen el valor de hacer valer sus puntos de vista siempre que estén comprometidos los juicios y valores de la conciencia cristiana. Más en concreto, ¿los cristianos que militan en IU o en el PSOE pueden discutir y exponer sus argumentaciones y su visión del aborto, del respeto a la vida en sus diferentes fases, de la protección del verdadero matrimonio en los órganos competentes, en igualdad de condiciones con los demás? ¿Lo hacen de hecho? He aquí la cuestión. A veces tiene uno la sensación de que algunos cristianos comprometidos políticamente critican más a la Iglesia desde los presupuestos de sus partidos respectivos, que los programas políticos de sus partidos desde los presupuestos de la Iglesia. Puede más la identidad partidista e ideológica que la identidad eclesial y cristiana". Pero las ideas del arzobispo de Pamplona no acaban ahí, ni mucho menos. En su reflexión sobre la participación de los ciudadanos en la vida política, y en el destino de la comunidad y en el contexto de la invitación a una "movilización apostólica" como nueva manera de concebir las relaciones entre la Iglesia y la sociedad, afirma que aunque los obispos hablen constantemente, sus intervenciones valen poco si luego los cristianos no son capaces de mantener estos principios en sus relaciones humanas y en su vida. O si no exigen "a los gobernantes el respeto a unos principios morales y castiguen políticamente a los programas que favorecen legislaciones y comportamientos contrarios a la ley de Dios y a la moral de la razón humana, desarrollada a lo largo de la historia, iluminada, purificada y fortalecida por la revelación de Dios". No le queda más camino a la disidencia teológica y pastoral que continuar engordando su realidad con la ideología de la división por la división en un sistema, el de la Iglesia, que funciona con el depósito de algo que le es dado, y que no tiene que estar continuamente fabricando sometido a controles de calidad: la verdad del encuentro con Jesucristo. Los cristianos nos debemos liberar de los complejos de inferioridad respecto al mundo laico, al mundo socialista, para ser nosotros mismos.
Pero las ideas del arzobispo de Pamplona no acaban ahí, ni mucho menos. En su reflexión sobre la participación de los ciudadanos en la vida política, y en el destino de la comunidad y en el contexto de la invitación a una "movilización apostólica" como nueva manera de concebir las relaciones entre la Iglesia y la sociedad, afirma que aunque los obispos hablen constantemente, sus intervenciones valen poco si luego los cristianos no son capaces de mantener estos principios en sus relaciones humanas y en su vida. O si no exigen "a los gobernantes el respeto a unos principios morales y castiguen políticamente a los programas que favorecen legislaciones y comportamientos contrarios a la ley de Dios y a la moral de la razón humana, desarrollada a lo largo de la historia, iluminada, purificada y fortalecida por la revelación de Dios".
No le queda más camino a la disidencia teológica y pastoral que continuar engordando su realidad con la ideología de la división por la división en un sistema, el de la Iglesia, que funciona con el depósito de algo que le es dado, y que no tiene que estar continuamente fabricando sometido a controles de calidad: la verdad del encuentro con Jesucristo. Los cristianos nos debemos liberar de los complejos de inferioridad respecto al mundo laico, al mundo socialista, para ser nosotros mismos.
En el reciente Congreso de apostolado seglar, la ponencia del Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, Fernando Sebastián, marcó el ritmo del encuentro. Muchos han sido los que han repetido hasta la saciedad que el preclaro arzobispo de Pamplona se había referido a la carencia de unidad interna en la Iglesia, cuyo origen se encuentra, según el prelado, en la mediocridad espiritual. Pero pocos han sido los que han repetido, y reproducido, algunas de las consecuencias más significativas de los presupuestos morales sobre los que sustentar hoy la acción de los cristianos en la sociedad, principalmente a partir de un sereno juicio moral. Por ejemplo, qué poco se ha dicho que monseñor Fernando Sebastián escribió en su ponencia -que, por cierto, no fue leída íntegramente en la sala, aunque sí entregada a los periodistas- aquello de que "tenemos el derecho a preguntarnos si hoy los católicos que militan en ciertos partidos políticos, sindicatos u otras asociaciones semejantes, tienen esta libertad y sobre todo si tienen el valor de hacer valer sus puntos de vista siempre que estén comprometidos los juicios y valores de la conciencia cristiana. Más en concreto, ¿los cristianos que militan en IU o en el PSOE pueden discutir y exponer sus argumentaciones y su visión del aborto, del respeto a la vida en sus diferentes fases, de la protección del verdadero matrimonio en los órganos competentes, en igualdad de condiciones con los demás? ¿Lo hacen de hecho? He aquí la cuestión. A veces tiene uno la sensación de que algunos cristianos comprometidos políticamente critican más a la Iglesia desde los presupuestos de sus partidos respectivos, que los programas políticos de sus partidos desde los presupuestos de la Iglesia. Puede más la identidad partidista e ideológica que la identidad eclesial y cristiana".
En el reciente Congreso de apostolado seglar, la ponencia del Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, Fernando Sebastián, marcó el ritmo del encuentro. Muchos han sido los que han repetido hasta la saciedad que el preclaro arzobispo de Pamplona se había referido a la carencia de unidad interna en la Iglesia, cuyo origen se encuentra, según el prelado, en la mediocridad espiritual. Pero pocos han sido los que han repetido, y reproducido, algunas de las consecuencias más significativas de los presupuestos morales sobre los que sustentar hoy la acción de los cristianos en la sociedad, principalmente a partir de un sereno juicio moral. Por ejemplo, qué poco se ha dicho que monseñor Fernando Sebastián escribió en su ponencia -que, por cierto, no fue leída íntegramente en la sala, aunque sí entregada a los periodistas- aquello de que "tenemos el derecho a preguntarnos si hoy los católicos que militan en ciertos partidos políticos, sindicatos u otras asociaciones semejantes, tienen esta libertad y sobre todo si tienen el valor de hacer valer sus puntos de vista siempre que estén comprometidos los juicios y valores de la conciencia cristiana. Más en concreto, ¿los cristianos que militan en IU o en el PSOE pueden discutir y exponer sus argumentaciones y su visión del aborto, del respeto a la vida en sus diferentes fases, de la protección del verdadero matrimonio en los órganos competentes, en igualdad de condiciones con los demás? ¿Lo hacen de hecho? He aquí la cuestión. A veces tiene uno la sensación de que algunos cristianos comprometidos políticamente critican más a la Iglesia desde los presupuestos de sus partidos respectivos, que los programas políticos de sus partidos desde los presupuestos de la Iglesia. Puede más la identidad partidista e ideológica que la identidad eclesial y cristiana". Pero las ideas del arzobispo de Pamplona no acaban ahí, ni mucho menos. En su reflexión sobre la participación de los ciudadanos en la vida política, y en el destino de la comunidad y en el contexto de la invitación a una "movilización apostólica" como nueva manera de concebir las relaciones entre la Iglesia y la sociedad, afirma que aunque los obispos hablen constantemente, sus intervenciones valen poco si luego los cristianos no son capaces de mantener estos principios en sus relaciones humanas y en su vida. O si no exigen "a los gobernantes el respeto a unos principios morales y castiguen políticamente a los programas que favorecen legislaciones y comportamientos contrarios a la ley de Dios y a la moral de la razón humana, desarrollada a lo largo de la historia, iluminada, purificada y fortalecida por la revelación de Dios". No le queda más camino a la disidencia teológica y pastoral que continuar engordando su realidad con la ideología de la división por la división en un sistema, el de la Iglesia, que funciona con el depósito de algo que le es dado, y que no tiene que estar continuamente fabricando sometido a controles de calidad: la verdad del encuentro con Jesucristo. Los cristianos nos debemos liberar de los complejos de inferioridad respecto al mundo laico, al mundo socialista, para ser nosotros mismos.
Pero las ideas del arzobispo de Pamplona no acaban ahí, ni mucho menos. En su reflexión sobre la participación de los ciudadanos en la vida política, y en el destino de la comunidad y en el contexto de la invitación a una "movilización apostólica" como nueva manera de concebir las relaciones entre la Iglesia y la sociedad, afirma que aunque los obispos hablen constantemente, sus intervenciones valen poco si luego los cristianos no son capaces de mantener estos principios en sus relaciones humanas y en su vida. O si no exigen "a los gobernantes el respeto a unos principios morales y castiguen políticamente a los programas que favorecen legislaciones y comportamientos contrarios a la ley de Dios y a la moral de la razón humana, desarrollada a lo largo de la historia, iluminada, purificada y fortalecida por la revelación de Dios".
No le queda más camino a la disidencia teológica y pastoral que continuar engordando su realidad con la ideología de la división por la división en un sistema, el de la Iglesia, que funciona con el depósito de algo que le es dado, y que no tiene que estar continuamente fabricando sometido a controles de calidad: la verdad del encuentro con Jesucristo. Los cristianos nos debemos liberar de los complejos de inferioridad respecto al mundo laico, al mundo socialista, para ser nosotros mismos.
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