La Gaceta de los Negocios-Ramón Pi-19-06-2005
Luego diréis que somos cinco o seis. Ya lo han dicho: 1.000 €
LA discusión eterna, y estéril: ¿Cuántos manifestantes hubo el sábado en Madrid? ¿Y el sábado anterior en Salamanca? ¿Y el anterior, también en Madrid? Los organizadores y los amigos dirán que muchos, los adversarios dirán que pocos. Este debate carece de sentido, porque, sencillamente, no sólo no demuestra nada, sino que no hay manera de saber tampoco qué se pretende demostrar. Pongámonos en la hipótesis más favorable a los organizadores, e imaginemos que el sábado hubo un millón y medio de manifestantes. Eso sólo demuestra que es mucha gente, pero nada más. En términos electorales la cifra es irrelevante, y en términos simbólicos es lo mismo que si en lugar de millón y medio hubiera sido de un millón.
¿Quiere esto decir que lo que ocurrió el sábado fue, también, irrelevante? Desde luego que no. Olvidémonos de las cifras y digamos algo en lo que todos habremos de estar de acuerdo: el proyecto de pervertir la institución jurídica del matrimonio movilizó a la gente suficiente para llenar el trayecto de la Puerta de Alcalá a la Puerta del Sol, y tramos importantes de grandes calles confluentes. O sea, que a esa manifestación fue una verdadera muchedumbre de personas. Y si prestamos atención a la clase de personas que se manifestaron —familias enteras con nińos, ancianos, hasta obispos—, nadie podrá negar que se trata de una clase de gentes más bien ajena a la práctica de acudir a una manifestación callejera. De lo cual habrá que concluir que muy grave tiene que haber sido el motivo movilizador de esta multitud para haberla sacado a la calle. Y eso sí que me parece importante, significativo y serio. Sobre esto es sobre lo que el Gobierno debería meditar.
Luego diréis que somos cinco o seis. Ya lo han dicho: 1.000 €
LA discusión eterna, y estéril: ¿Cuántos manifestantes hubo el sábado en Madrid? ¿Y el sábado anterior en Salamanca? ¿Y el anterior, también en Madrid? Los organizadores y los amigos dirán que muchos, los adversarios dirán que pocos. Este debate carece de sentido, porque, sencillamente, no sólo no demuestra nada, sino que no hay manera de saber tampoco qué se pretende demostrar. Pongámonos en la hipótesis más favorable a los organizadores, e imaginemos que el sábado hubo un millón y medio de manifestantes. Eso sólo demuestra que es mucha gente, pero nada más. En términos electorales la cifra es irrelevante, y en términos simbólicos es lo mismo que si en lugar de millón y medio hubiera sido de un millón.
¿Quiere esto decir que lo que ocurrió el sábado fue, también, irrelevante? Desde luego que no. Olvidémonos de las cifras y digamos algo en lo que todos habremos de estar de acuerdo: el proyecto de pervertir la institución jurídica del matrimonio movilizó a la gente suficiente para llenar el trayecto de la Puerta de Alcalá a la Puerta del Sol, y tramos importantes de grandes calles confluentes. O sea, que a esa manifestación fue una verdadera muchedumbre de personas. Y si prestamos atención a la clase de personas que se manifestaron —familias enteras con nińos, ancianos, hasta obispos—, nadie podrá negar que se trata de una clase de gentes más bien ajena a la práctica de acudir a una manifestación callejera. De lo cual habrá que concluir que muy grave tiene que haber sido el motivo movilizador de esta multitud para haberla sacado a la calle. Y eso sí que me parece importante, significativo y serio. Sobre esto es sobre lo que el Gobierno debería meditar.
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