Impresionante
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La gran manifestación del sábado pasado en Madrid marca un antes y un después. Es la primera vez que una buena parte de la sociedad civil española se convierte en sujeto activo de la política. Sólo por eso los demócratas, sea cual fuere su preferencia política, ya deberían celebrarlo. Los patéticos esfuerzos del Gobierno y determinados medios de comunicación para presentar el gran encuentro como una operación del PP, ayudada por algunos obispos, solamente puede encontrar credibilidad en aquellos que ciegamente, porque han perdido el sentido de construir su propia conciencia, aceptan lo que les dan sin buscar mínimamente la realidad de las cosas.
La heterogeneidad de los presentes, por edades, procedencias territoriales, calificaciones profesionales, orientación política y las intervenciones finales ocultadas por la mayoría de los medios, manifiestan claramente por qué allí se había reunido tanta gente y tan distinta. El motivo evidente y anunciado no es otro que el de afirmar el valor y sentido del matrimonio real, de la paternidad y maternidad, para defender estas instituciones necesarias y socialmente valiosas y, como consecuencia de esta valoración, rechazar una ley irresponsable e injusta que sitúa a España como una rareza en el mundo. De los 192 países que pertenecen a naciones unidas, en 189 no es legal el matrimonio entre personas del mismo sexo. Según la teoría del Gobierno y el grupo PRISA, la humanidad está formada por regímenes y sociedades que discriminan a los homosexuales. ¿De dónde surge tanto orgullo? ¿Cómo se puede pretender dar lecciones al mundo con un discurso tan superficial y con datos tan falseados como los que utiliza el lobby del homosexualismo político y repiten como un loro José Luis Rodríguez Zapatero y su Gobierno?
El resultado del 18 de junio debería ser recogido por un Gobierno que pretenda serlo de la mayoría de los ciudadanos, asumiendo el principio democrático de que determinadas leyes básicas solamente pueden aprobarse por consenso político y social porque, si sólo se logran a base de un puñado de votos de más en el Congreso, también incurren en el riesgo de ser derogadas por otro puñado de votos en el futuro. Y esto es situar al matrimonio, paternidad y maternidad, en un carrusel político tremendamente dañino. Zapatero se configura como el presidente del Gobierno más irresponsable que ha existido a lo largo de la recuperada democracia.
Es evidente que, en el escenario político español, ha surgido un nuevo sujeto nacido directamente de la sociedad civil. Es muy joven y, por tanto, inexperto. Pero es también vigoroso y con grandes capacidades. El sábado pasado marcó el inicio de una nueva dinámica y de nuevas capacidades organizativas que el tiempo y la acción perfilarán y ampliarán. Aquellos, sean del signo que sean, que piensen que “ya está” se equivocan. Esto acaba de empezar y, si Zapatero no rectifica, va a tener un futuro difícil. De todas formas, que nadie se equivoque: No lo será porque encabece un Gobierno socialista (porque además no lo es), sino por la legislación rara, única en el mundo y frontalmente contraria a todo un grueso de la sociedad española que ha empezado a aplicar. Si quiere aplicar ingeniería social, que se compre un juego de rol.
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