Se montó una buena a cuenta de la Constitución Europea de Giscard D'Estaing, desmontada por los propios franceses en referéndum. Yo mismo participé en la refriega por el NO.
Luego, sin que nadie se enterara, sin dar participación a los ciudadanos europeos -visto el resultado-, los políticos aprobaron el Tratado de Lisboa, es decir, la Constitución Europea, y no preguntaron a nadie qué les parecía, no fuera a suceder lo que sucedió la vez anterior..., salvo a los Irlandeses... Y ha vuelto a ser que No.Referéndum en Irlanda: Paddy dice no
Antonio R. Rubio Plo, Historiador y Analista de Relaciones Internacionales
Paddy, el diminutivo de Patrick, es un nombre corriente en Irlanda y que sirve para identificar universalmente a los irlandeses. Quizás por influencia del cine y la literatura, muchos son propicios a identificar al irlandés típico como alguien del campo, muy apegado a las tradiciones católicas a la vez que un nacionalista compulsivo. Claro que Paddy también podría ser un trabajador urbano no cualificado. Este Paddy arquetípico es, sin duda, el que ha votado negativamente .Pero no es menos cierto que desde que Irlanda ingresó en la UE, hace más de treinta y cinco años, ha aparecido otro tipo de irlandés urbano, dedicado a actividades terciarias y con un nivel de renta similar o mayor que muchos países del continente. Este “nuevo irlandés” ha llevado a muchos a creerse, empezando por el gobierno encabezado por el partid conservador Fianna Fail, que Irlanda era un país mayoritariamente proeuropeo, infinitamente agradecido a Europa por las transformaciones económicas y sociales de las últimas décadas. El referéndum era un trámite, impuesto por la Constitución irlandesa, y los electores no iban a correr el riesgo de hacer el ridículo en una Unión, en la que otros veintiséis países iban a aprobar el tratado de Lisboa por vía parlamentaria.
El principal partido de la oposición...
Lee el artículo completo
El principal partido de la oposición, el democristiano Fine Gael, también quería el sí en el referéndum, y tal y como sucedió en Noruega, en las consultas de 1972 y 1994, se cayó en un error de percepción: los votantes de los partidos mayoritarios seguirían las consignas de estas formaciones y refrendarían con un sí. Ninguno de los grandes partidos demostró claramente ante la opinión pública que era vital acudir a las urnas porque no sólo estaba en juego el futuro de Irlanda en Europa sino también el destino de la construcción europea. Ninguno supo transmitir a sus votantes una percepción contraria a la esgrimida por los partidarios del voto negativo, toda una heterogénea coalición de fuerzas antieuropeas, que comprende nacionalistas radicales, católicos tradicionales, partidarios del librecambio y grupos de ultraizquierda que identifican a la UE con el capitalismo opresor. Sus votantes se aferraban a los más dispares argumentos: unos decían que la defensa europea supondría el abandono de la neutralidad irlandesa; otros que el nuevo tratado podía abrir alguna rendija a la ampliación del aborto; hay quien aseguraba que pertenecer a la UE sólo traía problemas tras una ampliación en 2004 con consecuencias para Irlanda: la inmigración ha hecho crecer la población aunque al mismo tiempo muchos irlandeses de origen temen por su trabajo... También el euroescepticismo británico ha influido en la opinión pública irlandesa. Sin ir más lejos, el diario de mayor difusión, The Irish Independent, reproduce los mismos argumentos antieuropeos que el conservador The Daily Telegraph: en ellos se agita el fantasma de los burócratas de Bruselas, dispuestos a reglamentarizarlo y arrebatar a los irlandeses su alma nacional. El resultado negativo del referéndum irlandés inyectará más energías a los que quieren ver al Reino Unido fuera de la UE, los mismos que querrían reducir a la UE a un área de libre comercio.
Lo peor de todo este asunto es que la inminente presidencia francesa queda muy deslucida. Sarkozy recondujo, con la colaboración de Merkel, la agonizante Constitución europea a la nueva realidad del tratado de Lisboa. Tendrá que dedicar buena parte de este período a gestionar una crisis que ahora mismo parece insoluble. Todo porque Paddy se ha empeñado en votar que no. Sabía bien lo que hacía, pues no se quedó en casa, empeñado, entre otras cosas, en aguarle la fiesta al británico Peter Mandelson, el comisario de comercio de la Unión. Algunos carteles electorales decían simplemente: “Di no a la Europa de Mandelson”.
Comentarios