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Esto me recuerda una lectura que me fascinó en mi adolescencia, la del libro "El americano feo", en el que se recoge, entre otras muchísimas cosas, cómo los comunistas sellaban con la marca de la URSS los paquetes de ayuda alimentaria que llegaban de Estados Unidos durante la guerra de Vietnam.
Así, mientras la "derecha" se ocupa de que las cosas funcionen y estén en orden, confiando a la famosa "mano invisible" de Adam Smith que el progreso llegue a todo el mundo, la "izquierda" se ocupa de configurar la ideología y la cultura de las sociedades. Aquéllos hacen el dinero y éstos lo gastan.
Con esto no quiero negar la eficacia transformadora de la sociedad que tiene el trabajo de cada uno, bien hecho, y más si está alentado por el espíritu de servicio. Lo que veo es que no es suficiente; menos aún si los que ocupan el espacio público tienen un concepto distorsionado del hombre y la mujer. Incluso me atrevo a pensar que la Caridad, entendida como sustituto de la conciencia social, es la caricatura de la que tanto se burlan los que entienden que lo que hace falta es la Justicia. Opino que para llegar a la Caridad, que pide la dignidad humana, antes hay que procurar la Justicia, exigencia de dicha dignidad.
Esta reflexión viene a cuento de la marcha por la vida a la que estoy acudiendo en estos momentos. Ayer me dediqué a contactar con mis amigos y parientes madrileños que entiendo que apoyan la vida frente al desastre del aborto, por si podíamos encontramos durante la manifestación; el resultado es descorazonador: salvo mi hermano, el resto tiene compromisos típicos de fin de semana, que les impiden asistir -sospecho que nunca lo han hecho antes-. Personas "de derechas", excelentes, algunas muy meritorias, muy comprometidas con causas solidarias, mucho mejores que yo; pero con falta de la conciencia social que lleva a participar activamente en la construcción política y cultural de una sociedad a la altura de la libertad y dignidad del ser humano.
De todas formas, los muchos miles que nos encontramos hoy en Madrid -y otros que no, pero a los que les gustaría-, somos una prueba de que pese a la indiferencia práctica de tantos, esa minoría que "salva el Mundo" está bien nutrida y alerta, y es entusiasta e inasequible al desaliento. Porque, como advertía José Antonio “a los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!”.
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