Acabo de terminar de leer La sangre del pelícano, de Miguel Aranguren; hacía tiempo que no despachaba un libro a tanta velocidad: ojo, es adictivo. Esta es mi opinión:
Novela de intriga policíaco-apocalíptica, trepidante y contundente, que no hay forma de parar de leer. Recuerda a El Padre Elías, pero los elementos discursivos son mucho más breves -aunque igualmente acertados- y la historia es original.
Presenta una lucha cuerpo a cuerpo entre el bien y el mal: monjas, sacerdotes, obispos, policías, santones, periodistas, famosos, políticos... abocados a una aceleración endemoniada de los tiempos actuales.
Hay una amplia galería de personajes, todos consistentes y sometidos a situaciones extremas de maldad y bondad, pecado y redención, duda y certeza. Acción sin respiro que deja poco espacio al humor, aunque sí a la humanidad, especialmente en la relación entre los dos protagonistas principales, el tosco y entrañable comisario Monticone y el atormentado párroco Albertino Guiotta.
No hay concesiones, los hechos son duros, las situaciones perfectamente verosímiles, incluso referidas a hechos históricos. La trama tiene su intríngulis al ir saltando de Roma a Cantón, Granada, Nueva York, París, El Vaticano; pero nunca se pierde el hilo, siempre hay la oportuna explicación, sin hacer trampa al lector, aunque sí se le mantiene constantemente en vilo.
478 páginas sin desperdicio, que se leen de un tirón y son -a mi parecer- muy, muy recomendables.
Novela de intriga policíaco-apocalíptica, trepidante y contundente, que no hay forma de parar de leer. Recuerda a El Padre Elías, pero los elementos discursivos son mucho más breves -aunque igualmente acertados- y la historia es original.
Presenta una lucha cuerpo a cuerpo entre el bien y el mal: monjas, sacerdotes, obispos, policías, santones, periodistas, famosos, políticos... abocados a una aceleración endemoniada de los tiempos actuales.
Hay una amplia galería de personajes, todos consistentes y sometidos a situaciones extremas de maldad y bondad, pecado y redención, duda y certeza. Acción sin respiro que deja poco espacio al humor, aunque sí a la humanidad, especialmente en la relación entre los dos protagonistas principales, el tosco y entrañable comisario Monticone y el atormentado párroco Albertino Guiotta.
No hay concesiones, los hechos son duros, las situaciones perfectamente verosímiles, incluso referidas a hechos históricos. La trama tiene su intríngulis al ir saltando de Roma a Cantón, Granada, Nueva York, París, El Vaticano; pero nunca se pierde el hilo, siempre hay la oportuna explicación, sin hacer trampa al lector, aunque sí se le mantiene constantemente en vilo.
478 páginas sin desperdicio, que se leen de un tirón y son -a mi parecer- muy, muy recomendables.
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