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Peregrino en Tierra Santa. Capítulo IX y último. Monte Sión. Vía Dolorosa y regreso a casa

Foto JRz-C
Sábado 5 de mayo de 2018. Último día de la peregrinación. Amanece fresco como anocheció. Solo Carlos y yo vamos en manga corta y nos miramos como diciéndonos si no habríamos apostado mal. El día nos dio la razón y anduvimos con las manos libres; pero descendimos del autobús frente a la Puerta de Sión, que abre la Ciudad Vieja al Monte Sión cristiano, con cara de frío.

Monte Sión, fuera de las murallas desde los Cruzados. Primera etapa, Basílica de la Dormición. Ya había recordado saludar primero al Señor de la casa en el Sagrario. A la entrada nos esperaban los insistentes vendedores ambulantes. Debe ser tarea difícil para los guías evitar que atosiguen a su grupo y, por otro lado, tener contentos a los que viven del turismo y las peregrinaciones. Si no entendí mal, Ramzis confesó que estos equilibrios le habían costado algún disgusto con alguna de las "sociedades" que controlan este negocio.

La Dormición es el lugar de la Asunción, más conocido así en este lado del Mediterráneo. El lugar, la escena representada en el centro por una figura durmiente de la Virgen, producen una gran sensación de placidez y bienestar, que se iba a necesitar en la etapa siguiente.

En el Cenáculo todo se confabula en tu contra. Un espacio de estilo gótico que es propiedad de los cristianos, robado por los musulmanes primero y por los judíos después con excusas baratas, los varios grupos que coincidimos en el mismo espacio..., te obligan a concentrarte en las explicaciones del guía y en la memoria. Porque en este lugar sucedieron cosas trascendentales, sobrenaturales -con la sencillez de lo verdaderamente divino-, que son el alma y la vida de la Humanidad desde entonces, ahora y por todos los siglos. La primera Misa, la primera Comunión, la institución del sacerdocio cristiano y la oración de Jesús a su Padre por todos nosotros (“No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno (...). No ruego sólo por éstos, sino por los que van a creer en mí por su palabra: que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado (...). Padre, quiero que donde yo estoy también estén conmigo los que Tú me has confiado”), dos apariciones de Jesús resucitado (¡Señor mío y Dios mío!), la venida del Espíritu Santo y la fundación de la Iglesia.


Como un símbolo, una paloma sobrevoló constantemente nuestras cabezas mientras atendíamos a las explicaciones de Ramzis sobre el Cenáculo y la -falsa- Tumba de David que luego visitamos en el piso inferior. No hubo tiempo ni comodidad para muchas meditaciones. Estas quedaron para la Misa que se celebró en el Cenacolino, la iglesia del Cenáculo, en el vecino convento franciscano. Esta última visita y la Eucaristía correspondiente me hacían especial ilusión, porque aquí celebró D. Álvaro del Portillo su última Misa, al acabar su peregrinación a Tierra Santa, pues falleció a la vuelta a Roma, esa misma madrugada. Por esto, y por colaborar, me ofrecí para hacer una de las lecturas.

La siguiente etapa fue San Pedro in Gallicantu, el lugar donde Pedro negó por tres veces conocer a Jesús, antes de que cantara el gallo, como había profetizado el Maestro. Estamos hablando de la casa de Caifás, sumo sacerdote aquel año, en la que reunió al Sanedrín para juzgar a Jesús, detenido en el Huerto de Getsemaní. Esta casa se relaciona, pues, con el Monte de los Olivos, al otro lado del Torrente Cedrón; con el Mar de Galilea, donde Jesús resucitado confirmó a Pedro como príncipe de los Apóstoles, a pesar de su triple negación; con el Templo, donde intentaron detenerlo antes... Es el puesto de mando de la conspiración contra el Nazareno (“Conviene que un hombre muera por el pueblo", había dicho el propietario de aquella casa) y, por tanto, pieza clave de la redención de la Humanidad.

Para mí fue una novedad la prisión donde el Señor pasó la noche del jueves al viernes de autos, una cisterna que servía para custodiar a los detenidos. Allí debieron bajarle suspendido de las axilas, no como nosotros, que descendimos por unas escaleras. Y allí pudimos meditar el estremecedor Salmo 88:

"Señor, Dios, salvador mío, día y noche te estoy llamando a gritos;
escucha mi plegaria, atiende a mi gemido,
pues mi vida está llena de desgracias y estoy al borde del abismo;
ya me cuentan entre los moribundos, soy un hombre acabado;
me han recluido entre los muertos, como los que cayeron y yacen en la tumba, de los que no te acuerdas más, que están dejados de tu mano.
Me has puesto en lo más hondo de la fosa, en la profundidad y en las tinieblas del abismo;
has descargado tu ira contra mí, me has hundido bajo el peso de tus olas;
has alejado de mí a mis compañeros, has hecho que al verme se horroricen de mí: me encuentro encerrado y sin salida, 
tengo los ojos consumidos de aflicción. Te estoy llamando, Señor, constantemente, con las manos alzadas hacia ti.
¿Harás, acaso, milagros por los muertos, se levantarán las sombras para alabarte?,
¿se hablará en la tumba de tu misericordia y en el abismo de tu fidelidad?,
¿se conocerán en las tinieblas tus milagros y en el país del olvido tu justicia?
Pero yo, Señor, te pido a gritos que me ayudes, por la mañana te estoy ya suplicando:
¿por qué me rechazas, Señor, y me ocultas tu rostro?
Desde mi infancia soy un desgraciado, al borde de la muerte; he soportado tus terrores y ya no puedo más.
Tus iras han pasado sobre mí y tus espantos me han aniquilado;
me envuelven como las aguas sin cesar, se aprietan contra mí todos a una. 
Alejaste de mí a mis amigos y compañeros, ahora mi compañía es sólo la tiniebla."

Entramos de nuevo en la Ciudad Vieja para ir al Pretorio, la iglesia de la Flagelación, el lugar de los latigazos y la coronación de espinas: burlas, brutalidad inhumana... "Ecce homo! -Ved aquí al hombre". No me di mucha cuenta. Me centré en el recorrido que iniciamos allí, con una cruz a cuestas, de cinco en cinco, por la Vía Dolorosa. No se puede decir que fuera como para Jesús; pero la multitud, la indiferencia de muchos, la curiosidad de los turistas, las burlas de alguno, la distracción que para mí supuso llevar delante un tipo alto haciendo fotos -el que "alquila" la cruz y monopoliza las fotos para luego vendértelas-, tiene su cosa. Estábamos advertidos para aguantar sin chistar lo que fuera; llevé la cruz en dos tramos, traté de concentrarme en el sentido del acto; pero anduve más bien sonámbulo. Además, acabamos en nueve estaciones, pues las cinco últimas están dentro de la basílica del Santo Sepulcro, y eso ya lo he contado.

Una cosa nueva sí pude comprobar: el barrio cristiano es como el árabe pero limpio.

Por la tarde, otra vez al Muro de las Lamentaciones. El Sabbath. Gente rezando agitadamente, meditando o leyendo la Torá. Entramos en la sinagoga del Muro. Después, recorremos el barrio judío. Es otra cosa. Restos de una vía romana. Centros oficiales. Las mujeres visten ropa de mercadillo. En una plaza corretean los niños alrededor de una reproducción de tamaño natural de la Menorá metida en una urna. Visitamos a los coptos etíopes en su convento del terrado de la basílica del Santo Sepulcro. Las callejuelas vuelven a envolverme con su particular encanto.

En blanco hasta las 24:00. Aguanto en pie gracias al partido Villarreal-Celta en el televisor de la cafetería del hotel y un gin-tonic con Juan y Tere, porque prefiero no acostarme por solo dos horas.

Domingo 6. Autobús. No hay perros ni coches rojos. En la autovía lo que parece un peaje es un control de seguridad. Aeropuerto Ben Gurión. Plantón de casi hora y media en la facturación de maletas por otro control de seguridad. No me hicieron ninguna de las preguntas previstas, en cuanto la joven judío-argentina vio mi apellido centró sus pesquisas sobre su españolidad, la de mis padres y hermanos... Mi hermana ya me había avisado, a ella le pasó igual hace unos años. El retraso hizo que pasáramos por el aeropuerto de Estambul a la carrera. Sueño. Cena. Película. Aeropuerto de Málaga: turoperadores y palos de golf, ya no había ortodoxos cristianos o judíos, sino blancos occidentales en pantalones cortos. Habíamos dejado de ser guiris. Estábamos de vuelta en casa.

Foto JRz-C

FIN

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