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La cultura de la cancelación

Leyendo a Tolkien (El Silmarillion, El Hobbit, El Señor de los Anillos, etc.), pensaba que el que el mal resurgiera después de cada derrota era un recurso barato para estirar las historias. Después de profundizar con otras lecturas en lo que nos está pasando en Occidente, he llegado a la conclusión de que no hay nada más real e histórico que la fantasía de Tolkien. «La historia moderna nos enseña que la lucha por la libertad es constante. (...) Una sola generación siempre se interpone entre nosotros y la tiranía» (Marek Benda en Dreher, Rod.-Vivir sin mentiras, pág. 212). 

Tomislav Kolaković enseñó a sus discípulos, a medida que el comunismo se extendía por sus países en el siglo pasado, que ver es solo el primer paso. Luego hay que pensar lo que se ve, reunirse con otros para hablar sobre lo que se está viendo, analizar los hechos y discernir cómo la fe y las convicciones morales deben aplicarse a esta situación. Y entonces, actuar cuanto antes, mientras se esté a tiempo. 

C.S. Lewis dijo que el mundo es «territorio ocupado por el enemigo» para el cristiano. «El cristianismo es la historia de cómo el rey legítimo ha aterrizado, se podría decir que de incógnito, y nos llama a todos a participar en una gran campaña de sabotaje.» 

La verdad os hará libres vs la libertad nos hará verdaderos 

Lewis parte de la idea de que la batalla cultural está perdida, quizá para provocar. Yo no estoy de acuerdo; pienso que la batalla cultural nunca está perdida y nunca está ganada; aunque sí me parece que en estos momentos, los cristianos vamos por debajo en el marcador. Siguiendo a Kolaković, tenemos que ver, pensar y actuar.

Empecemos por darnos cuenta de que hay dos bandos y un enfrentamiento en el que el otro bando no hace prisioneros. Después, decidamos en qué bando estamos; resumiendo, si somos de «la Verdad os hará libres» o de «la libertad nos hará verdaderos»; de si consideramos la libertad como un don o como una conquista.

Este segundo bando, materialista e intrascendente -en el sentido de no admitir trascendencia-, ha producido recientemente las dictaduras totalitarias comunistas, con el Estado como instrumento, y la lucha de clases (tesis, antítesis, síntesis) y compañeros de viaje como el socialismo, el pacifismo, ecologismo, la revolución sexual, o la teología de la liberación, como armas.

A  falta de proletarios, el neo marxismo ha reproducido sus categorías con el feminismo: mujer (nuevo proletariado) vs hombre (nuevo explotador), primero, con los emigrantes -en Europa- y las minorías raciales -en América del Norte-, después, y con las "identidades sexuales", en último término.

Lo verdaderamente novedoso es que ahora la presión no la hace el Estado, al menos todavía, sino las grandes corporaciones y las redes sociales, en lo que se ha llamado «capitalismo vigilante.»

La ideología de género lleva la voz cantante en este momento; ha absorbido la lucha anti racista, el feminismo clásico, la lucha contra la pobreza y todos los que pretendían la igualdad, para buscar la auto determinación. Siguiendo el esquema marxista, la ideología de género plantea un enfrentamiento del sexo contra el  género, donde sexo=biología=verdad=don y género=autodeterminación=libertad=conquista.

No hay más que ver cómo el activismo LGTBIQ desborda al feminismo y promueve un identitarismo cada vez más atomizado y un transhumanismo cada vez más «trans» y menos humanista.  

Descubrimos que el consumismo ha desplazado al comunismo, que el liberalismo ha caído en el iliberalismo de las universidades americanas (y europeas), que un individualismo consumista y globalizador hace retroceder la memoria cultural -la civilización- ahondando la crisis de la familia (divorcio, aborto, concubinato…) y la pérdida de identidades naturales, que provoca la búsqueda desesperada de otras identidades artificiales sustitutas.

El bando cultural descrito se ha puesto el nombre de Justicia Social en Estados Unidos, con intención de sustituir el principio de justicia social tan propio de la doctrina social de la Iglesia. Porque este movimiento, según James Lindsay, tiene entrañas de religión, con sus dogmas, su moral, sus pecados y sus sanciones; pero sin el ecumenismo, la misericordia y el perdón de la religión cristiana. Sus fieles se auto proclaman «guerreros de la justicia social», son activistas «woke», «despiertos» día y noche para descubrir y deshacer injusticias y acallar (cancelar) al disidente.

Llegados a este punto, propongo repasar brevemente algunos conceptos que maneja «justicia social» de lo políticamente correcto, que los activistas «woke» están imponiendo con fervor fanático.

Cultura de la cancelación 

Empezó con una reescritura de la Historia para “limpiarla” de elementos políticamente incorrectos. (cfr. Conferencia de Rémi Brague). El actual movimiento que quiere reescribir el pasado vino precedido de una larga incubación antes de que tuviera manifestaciones llamativas, como los ataques a monumentos. Todo comenzó hace años, cuando se buscaban figuras históricas indiscutibles para nombrar nuevos centros universitarios. Se empezó a examinar las biografías de los personajes, para descartar a los que hubieran tenido conductas u opiniones inconvenientes. Más tarde, se renombraron instituciones ya existentes. Y se revisaron los programas de lecturas obligatorias, para incluir a personas no blancas ni masculinas. De ahí se pasó a eliminar autores que no pertenecieran a los grupos históricamente desfavorecidos por su género, raza, orientación sexual, etc. 

Política identitaria

Si en la visión de Roosevelt lo primordial era garantizar “los mismos derechos y la misma protección social para todos”, hoy la izquierda vela sobre todo por los derechos de ciertos colectivos que se definen por rasgos distintivos como la raza, la etnia, el sexo, la nacionalidad o la orientación sexual, etc. 

La ideología “woke”

Alude a la toma de conciencia por parte de una izquierda con buen nivel económico y educativo de la injusticia de un sistema que ha oprimido a los negros y a otras minorías raciales. Y cuya enmienda exige que los blancos expíen su culpa. La culpa es colectiva y se hereda por el simple hecho de nacer blanco. 

El objetivo es liberar a Estados Unidos de sus pecados fundacionales y, de paso, del sexo biológico, de la familia tradicional y del libre mercado. La nueva cruzada cultural se extiende ya por otros países. 

Con la expresión “racismo sistémico” o “institucional” denuncian la omnipresencia de un mal que permanece enquistado en la sociedad por efecto de unas estructuras injustas. Para exorcizarlo, hay que mantenerse constantemente en guardia y despiertos (stay woke). 

El “privilegio blanco” alude a las ventajas que acompañan a todo blanco desde su nacimiento y de las que debe hacerse consciente (check your privilege) como primer paso para enmendar el sistema. 

La “interseccionalidad” hace referencia al solapamiento de dos o más formas de discriminación, fruto de la confluencia de varias “identidades oprimidas” en una misma persona o grupo. Este concepto permite comprender por qué Black Lives Matter (BLM), una organización pensada en teoría para combatir el racismo, impulsa con fervor otras causas como la lucha contra el patriarcado, la “heteronormatividad” o el capitalismo. 

Teoría Crítica de la Raza 

 Las leyes que en los años 50 y 60 consagraron los derechos civiles de los negros no bastaban para erradicar el racismo sistémico de Estados Unidos. Esas normas trataban de asegurar la igualdad de todos ante la ley. Sin embargo, para esos juristas, superar el racismo exigía, además, poner en marcha un completo sistema de discriminación positiva. Solo así se lograría compensar el “privilegio blanco” que la clase opresora trata de enmascarar con ideales como la igualdad formal, el Estado de derecho, la objetividad de la ley, la neutralidad racial o la meritocracia. 

Basándose en el pensamiento neomarxista, los ideólogos de la TCR (o CRT, por sus siglas en inglés) defendieron la necesidad de un estudio crítico del ordenamiento jurídico, que saque a la luz las discriminaciones a que dan lugar las normas ciegas a la raza. 

Advertencias finales

Si mezclamos el caldo de cultivo cultural descrito con las posibilidades de las tecnologías digitales, nos encontramos con que el «capitalismo vigilante» ha alcanzado un poder que podemos llamar pre-totalitario. Están puestas todas las condiciones para establecer un totalitarismo tan total como ningún marxista hubiera llegado a soñar nunca; porque, además, se están creando esas condiciones con la participación entusiasta de cada uno de nosotros.

Por si alguno piensa que exagero, o que padezco una resaca depresiva, voy a poner un ejemplo que ya existe, en el que se juntan el capitalismo vigilante con el poder de un Estado totalitario: China.


¿Qué hacer?

Este capítulo merece una entrada aparte; pero como no se si o cuándo la escribiré, dejo apuntadas algunas posibilidades de modo esquemático, entresacadas de la lectura de Dreher, Rod.-Vivir sin mentiras:

Vivir sin mentiras:
  • Ver, pensar, actuar.
  • No mentir.
  • Decir la verdad.
  • Cultivar la memoria cultural (La belleza es contra cultural)
  • Las familias como células de resistencia. 
  • La religión como base de la resistencia: primer fundamento. 
  • Resistir en solidaridad: comunidades y redes de comunidades. 
  • Organizarse ahora que aún nos dejan. 
  • Unidad de vida en medio del mundo (opción Escrivá).
Foto: "Capitalismo vigilante". atarifa CC

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