Twitter es muy interesante, pese a tantas cosas. Se trata de escoger bien a quien sigues y soportar las sugerencias de su algoritmo.
Yo aprendo mucho. Hace tiempo -y lamento no recordar quien fue- leí que las dos Españas eran, en realidad, la pública y la privada. Me pareció y me parece una observación muy acertada y útil para pensar, debatir y actuar. Hace unos días topé con este otro tuit revelador: mis emociones son mejores que las tuyas, o sientes como yo o eres un proscrito.
¡Qué bien visto! De la superioridad moral a la superioridad emocional, en la línea de lo que enseña Iván Redondo: las emociones gobiernan el mundo, y, según él, las principales son el miedo, el rechazo y la esperanza.Hem passat de la superioritat moral a la superioritat emocional: les meves emocions són més de debò que les d’altri. La dictadura de la llàgrima. L’adhesió al melodrama o l’expulsió del terreny de joc.
— Francesc-Marc Álvaro (@fmarcalvaro) August 16, 2021
De la auto asignada "superioridad moral" de la izquierda política y cultural se ha hablado y escrito mucho; aunque no se si reflexionado poco. Es un "producto" realmente bien elaborado. Es admirable que, con todo en contra, con una historia de horrores, tiranías, genocidios, mentiras y fracasos como no se habían visto hasta ahora en la Historia, la llamada "izquierda" haya conseguido arrogarse una intachable superioridad moral, y, lo que es aún más asombroso, haya logrado que la acepte, por activa y por pasiva, la llamada "derecha" y ese extraño constructo que se autodenomina "centro".
Hasta los cristianos, que tenemos el bagaje moral más consistente, incluso más maravilloso que puede existir, que no es nuestro sino un regalo valiosísimo que nos han encargado custodiar y vivir, hemos claudicado llenos de complejos aceptados e incluso auto infligidos.
Tiene sus explicaciones. La victoria del marxismo tras la Segunda Guerra Mundial, la sabia conjunción entre victimismo y propaganda, el dominio de la "cultura", los complejos de los no marxistas, más interesados en lo económico, el aturdimiento del post concilio...
La superioridad moral de la izquierda resiste lo que le echen: que sus líderes se pasen al capitalismo más rancio, que el proletariado se convierta en clase media, que los sindicalistas coman marisco... Parece indestructible; aunque no inmune del todo a la erosión.
Por eso hay que reinventarse. Al proletario se le busca un sustituto en la mujer, el inmigrante, el esclavo del siglo XIX, el musulmán. A la paz, la disensión y el diálogo se las sustituye por la corrección política; al "nuclear, no gracias" por el cambio climático, y el carné del partido por el certificado de vacunación.
Pero como los tiempos cambian y "la moral" parece de épocas fuertes, con convicciones -aunque fueran atroces-, también esta necesita de sucedáneos. Y aquí es donde aparece la emoción.
En tiempos más felices, estaba claro qué estaba bien y qué estaba mal. Al que obraba mal se le castigaba -.cuando se podía- y ya estaba. Y el perdón era otra cosa.
Hace años cayó en mis manos un libro asombroso "Los Monstruos de la razón", escrito por Rino Camilleri y prologado por Vittorio Messori, un viaje por los delirios de utopistas y revolucionarios. En el último capítulo, como conclusión, cita algunos pasajes de Joris-Karl Huysmans relativos al proceso de Gilles de Rais, el feroz Barbazul del otoño de la Edad Media: "Jean de Malestrot dejó su sitial y alzó al acusado que, desesperadamente, golpeaba su frente sobre el pavimento; en él desapareció el juez y quedó solo el sacerdote; abrazó al culpable que se arrepentía y lloraba su culpa... La sala entera se puso de rodillas y rezó por el asesino." (J-K Huysmans, Nell'abisso). Naturalmente, apunta Camilleri, Gilles de Rais fue ajusticiado regularmente.
Hoy hemos comido de los árboles prohibidos del bien y del mal y de la vida y de la muerte. Ahora decidimos nosotros qué está bien y qué no, quién puede vivir y quién debe morir (social o literalmente). Y esta decisión ya no se apoya en una ortodoxia, sea esta más o menos adecuada a la dignidad humana, más o menos radicada en la realidad; sino que se sustenta -si es que puede usarse esta palabra-, en algo tan tenue e inconsistente como el sentimiento.
Si ya era difícil manejarse con la moralidad de izquierdas -aficionada, además, a las purgas internas-, a ver quién es capaz de orientarse en un mar de emociones...
Ahora, la izquierda está construyendo una "superioridad emocional", cambiante, meliflua, gaseosa, estomagante, en la que hasta las amebas corren peligro. Hay que estar muy "despierto" (woke), ser muy interseccional y correr mucho para surfear la ola de lo políticamente correcto sin caer en el pecado emocional. Hasta los popes de la superioridad emocional de hoy serán herejes defenestrados mañana, o pasado mañana, a lo más tardar.
Hace ya mucho que esta sociedad nuestra, occidental, opulenta, consumista, cansada y desesperanzada, "se tambalea, impotente y sin recursos morales." (San Josemaría, Carta 14.II.1974, nº 10). ¿Quién puede mantener el equilibrio sobre una cuerda de tender la ropa?
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Foto: atarifa CC
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