El doctor Marcos Gómez es una referencia en España en el campo de los cuidados paliativos. No sabía de su existencia hasta que el proyecto de ley sobre la eutanasia ha puesto en circulación el vídeo de la entrevista que le hizo Jordi Évole en marzo de 2018.
Paralelamente, me ha llegado el enlace al vídeo de la entrega del premio "V de Vida" por parte de la Asociación Española Contra el Cáncer, en 2013, durante su Congreso del 60 aniversario. Este vídeo permite conocer mejor al personaje y su labor con los cuidados paliativos. De esta intervención, quiero destacar dos cosas: primera, que los cuidados paliativos no están para ayudar a morir, sino para ayudar a vivir los momentos finales de la vida, quitando el sufrimiento, no al que sufre; la segunda es su frase final, sencillamente certera: "Nunca olviden ustedes, que los cuidados que un pueblo suministra a sus ciudadanos más pobres, más indefensos, más frágiles, más viejos, más enfermos, es un indicativo de su grado de civilización".
Naturalmente, la entrevista de Évole ha tenido mucha mayor repercusión. En ella, Marcos Gómez se explica con tanta claridad como serenidad; aunque en algún momento le vence cierta irritación, como cuando percibe que no se entiende la evidente diferencia entre paliar el sufrimiento y matar directamente; aunque la muerte sea en alguna ocasión el final en ambos casos, con poca diferencia temporal: con los paliativos, el enfermo muere a causa de la enfermedad que padece, con la eutanasia alguien le mata.
Se comprende el entusiasmo con que circula este vídeo entre los que defendemos la vida y dignidad de cualquiera hasta su muerte natural, y queremos que España se dote de los equipos técnicos y humanos que permitan atender con cuidados paliativos profesionales a todos los que lo necesiten. Sin embargo, al final de la entrevista, Gómez hace dos concesiones con las que no estoy de acuerdo y que son el motivo de que escriba esta entrada, porque son mi aportación original a este debate (ya se habrá dicho y escrito antes, seguro; pero me encuentro con personas de "mi bando" que no han caído en la cuestión).
Pregunta Évole:
-¿Tú crees que una persona tiene derecho a decidir sobre su propia vida?
-Sí. (...) según su principio sagrado de la autonomía.
-¿Y si su última decisión es que quiere morirse?
-¡Que se muera!
-¿Y si necesita asistencia para morirse?
-Esa es otra cosa; ahí ya las cosas cambian.
Primer desacuerdo, no existe un principio sagrado de la autonomía personal, si por sagrado se entiende absoluto. De la misma manera que no nos damos la vida, no podemos quitárnosla, ni siquiera vivirla de cualquier manera. Nuestra vida tiene una servidumbre de servicio a los demás, por eso hemos de procurar vivirla de la mejor manera, ser lo mejor personas posible, para contribuir lo más posible al bien de todos, que es lo mismo que el bien propio: "ama a tu prójimo como a ti mismo". ¿Y cómo sirve a los demás alguien que sufre? Siendo objeto de sus cuidados: cuidar y ser cuidados nos humaniza, nos saca de nuestro egoísmo, de la tristeza por nuestros límites.
Además, hay que ir con mucho cuidado cuando hablamos de "derecho"; porque no es lo mismo poder hacer algo que tener derecho a hacerlo. El derecho, por propia definición; aunque el concepto esté ahora muy devaluado, es exigible erga omnes, frente a todos. Si yo tuviera derecho a suicidarme, tendría derecho a cualquier otra cosa -quien puede lo más, puede lo menos-; y si no pudiera o no me atreviera a suicidarme, podría exigir a los demás que me ayudasen. No, no tenemos derecho a quitarnos la vida; incluso cuando "podamos" hacerlo, no debemos hacerlo.
Para que se entienda mejor, de la misma manera que no tengo derecho a prescindir de mi libertad voluntariamente -no puedo decidir ser esclavo, por ejemplo-; no tengo derecho a prescindir de la vida.
Segundo desacuerdo, insiste Évole:
-¿Si hay compañeros tuyos que sí que le dan ese apoyo? (para morir)
-Pues que se lo den. (...) Yo no mando en los médicos, yo no soy la voz de la conciencia de los médicos españoles. Si hay, como tú dices, media docena en España que se desvían de su quehacer deontológico y profesional, es un problema que tiene él con su conciencia, no yo.
Lo siento; pero sí, si es un problema del Dr. Gómez y del resto de los médicos españoles (y del resto de los españoles, dicho sea de paso). Esto es más fácil de entender: si un médico -o un abogado, o un funcionario, o cualquier otro-, "se desvía de su quehacer deontológico y profesional", se le sanciona, se le suspende y, en los casos más graves, se le inhabilita para ejercer su profesión. Y no hay caso más grave para un médico que matar en vez de curar o cuidar si no hay cura.
A continuación, la entrevista. Dejo abierto el debate.
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Puede interesar también: Algunas falacias sobre la eutanasia
Foto atarifa CC
Paralelamente, me ha llegado el enlace al vídeo de la entrega del premio "V de Vida" por parte de la Asociación Española Contra el Cáncer, en 2013, durante su Congreso del 60 aniversario. Este vídeo permite conocer mejor al personaje y su labor con los cuidados paliativos. De esta intervención, quiero destacar dos cosas: primera, que los cuidados paliativos no están para ayudar a morir, sino para ayudar a vivir los momentos finales de la vida, quitando el sufrimiento, no al que sufre; la segunda es su frase final, sencillamente certera: "Nunca olviden ustedes, que los cuidados que un pueblo suministra a sus ciudadanos más pobres, más indefensos, más frágiles, más viejos, más enfermos, es un indicativo de su grado de civilización".
Naturalmente, la entrevista de Évole ha tenido mucha mayor repercusión. En ella, Marcos Gómez se explica con tanta claridad como serenidad; aunque en algún momento le vence cierta irritación, como cuando percibe que no se entiende la evidente diferencia entre paliar el sufrimiento y matar directamente; aunque la muerte sea en alguna ocasión el final en ambos casos, con poca diferencia temporal: con los paliativos, el enfermo muere a causa de la enfermedad que padece, con la eutanasia alguien le mata.
Se comprende el entusiasmo con que circula este vídeo entre los que defendemos la vida y dignidad de cualquiera hasta su muerte natural, y queremos que España se dote de los equipos técnicos y humanos que permitan atender con cuidados paliativos profesionales a todos los que lo necesiten. Sin embargo, al final de la entrevista, Gómez hace dos concesiones con las que no estoy de acuerdo y que son el motivo de que escriba esta entrada, porque son mi aportación original a este debate (ya se habrá dicho y escrito antes, seguro; pero me encuentro con personas de "mi bando" que no han caído en la cuestión).
Pregunta Évole:
-¿Tú crees que una persona tiene derecho a decidir sobre su propia vida?
-Sí. (...) según su principio sagrado de la autonomía.
-¿Y si su última decisión es que quiere morirse?
-¡Que se muera!
-¿Y si necesita asistencia para morirse?
-Esa es otra cosa; ahí ya las cosas cambian.
Primer desacuerdo, no existe un principio sagrado de la autonomía personal, si por sagrado se entiende absoluto. De la misma manera que no nos damos la vida, no podemos quitárnosla, ni siquiera vivirla de cualquier manera. Nuestra vida tiene una servidumbre de servicio a los demás, por eso hemos de procurar vivirla de la mejor manera, ser lo mejor personas posible, para contribuir lo más posible al bien de todos, que es lo mismo que el bien propio: "ama a tu prójimo como a ti mismo". ¿Y cómo sirve a los demás alguien que sufre? Siendo objeto de sus cuidados: cuidar y ser cuidados nos humaniza, nos saca de nuestro egoísmo, de la tristeza por nuestros límites.
Además, hay que ir con mucho cuidado cuando hablamos de "derecho"; porque no es lo mismo poder hacer algo que tener derecho a hacerlo. El derecho, por propia definición; aunque el concepto esté ahora muy devaluado, es exigible erga omnes, frente a todos. Si yo tuviera derecho a suicidarme, tendría derecho a cualquier otra cosa -quien puede lo más, puede lo menos-; y si no pudiera o no me atreviera a suicidarme, podría exigir a los demás que me ayudasen. No, no tenemos derecho a quitarnos la vida; incluso cuando "podamos" hacerlo, no debemos hacerlo.
Para que se entienda mejor, de la misma manera que no tengo derecho a prescindir de mi libertad voluntariamente -no puedo decidir ser esclavo, por ejemplo-; no tengo derecho a prescindir de la vida.
Segundo desacuerdo, insiste Évole:
-¿Si hay compañeros tuyos que sí que le dan ese apoyo? (para morir)
-Pues que se lo den. (...) Yo no mando en los médicos, yo no soy la voz de la conciencia de los médicos españoles. Si hay, como tú dices, media docena en España que se desvían de su quehacer deontológico y profesional, es un problema que tiene él con su conciencia, no yo.
Lo siento; pero sí, si es un problema del Dr. Gómez y del resto de los médicos españoles (y del resto de los españoles, dicho sea de paso). Esto es más fácil de entender: si un médico -o un abogado, o un funcionario, o cualquier otro-, "se desvía de su quehacer deontológico y profesional", se le sanciona, se le suspende y, en los casos más graves, se le inhabilita para ejercer su profesión. Y no hay caso más grave para un médico que matar en vez de curar o cuidar si no hay cura.
A continuación, la entrevista. Dejo abierto el debate.
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Foto atarifa CC
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