Hace años frecuenté las reuniones de una comunidad de emprendedores de Granada que actuaban bajo el paraguas de una iniciativa más amplia llamada «Iniciador». Consistían básicamente en la exposición por parte de un ponente de su itinerario profesional en el mundo de las startup, empresas fundadas en la tecnología informática, y un posterior networking, las cervezas de toda la vida con el fin específico de hacer contactos, sobre todo entre emprendedores y financieros.
El último tuit de Iniciador Granada es de febrero de 2016. Ignoro si cointinúa de otra manera o si se mantiene en otros lugares. No he investigado más.
No he investigado más porque la quiebra del Silicon Valley Bank me ha hecho caer en la cuenta de un aspecto recurrente de aquellos encuentros, que podría explicar el fiasco de un banco que, por el nombre que tiene, era de esperar que tuviera toda el potencial que tiene el desarrollo tecnológico, con sus big data, su AI y sus cripto monedas.
Los emprendedores invitados por Iniciador a exponer su trayectoria eran personas admirables por su tesón, optimismo, resiliencia y, aparentemente, competencia. Sin embargo, tenían un elemento en común que me parecía de alabar, y que ahora miro con desconfianza. Solían contar que habían fracasado muchas veces, que siempre habían aprendido mucho de sus fracasos, que de éstos se sacaban mejores enseñanzas que de los éxitos, que no había que tener miedo a fracasar...
Según parece, el SVB es una firma cuyo negocio está en el sector tecnológico. Sus clientes son las startups de Silicon Valley y los emprendedores en general de Estados Unidos. Un negocio de aproximadamente 209.000 millones de dólares en activos totales y alrededor de 175.400 millones en depósitos totales.
Si tenemos en cuenta que el banco californiano se dedicaba a prestar dinero a una gente cuyo aprendizaje consiste en fracasar muchas veces antes de triunfar, no me extraña que en momentos de parón en el sector, como el actual, se hayan quedado sin liquidez.
Hecha esta breve reflexión, confiemos en que este tropezón de un actor medio-pequeño del sistema financiero de Estados Unidos no provoque una oleada de pánico, y que las entidades financieras tomen nota de los peligros de invertir en sectores-lotería y en bonos del tesoro en tiempos de subidas de los tipos de interés.
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