El pasado domingo 4 de abril sucumbí a la debilidad de leer mi periódico de referencia. El periódico de los domingos es especialmente interesante porque trae reportajes y artículos que escapan al ciclo de noticias 24 horas y a muchos de los inconvenientes que este periodismo trae consigo. Además, estos reportajes son como un termómetro de la sociedad que estamos construyendo, o más bien destruyendo; porque a mí me sale una sociedad con fiebre alta y muy mal diagnóstico.
Me hizo guardar el diario una semana encontrarme con tres síntomas alarmantes.
El primer síntoma aparece en una entrevista al filósofo Josep Maria Esquirol. Según destaca el periodista, el «autor de "Humano, más humano", defiende la necesidad de la cordialidad y los cuidados si queremos no perdernos para siempre. Y celebra la aprobación de la eutanasia».
En una de sus respuestas, asegura que la eutanasia «no cabe duda de que es un gesto de amparo y cuidado». Luego advierte que la legislación se tiene que hacer muy bien para evitar malas prácticas.
En una sociedad en la que las palabras crean la realidad, hay que ser muy cuidadosos con el sentido de los términos. El cuidado para una buena muerte es cosa de los cuidados paliativos, cuyos defensores prefieren hablar de buena vida, porque es más preciso. La eutanasia, tal como se entiende hoy, es en sí misma una mala práctica -muy mala práctica-, no existe legislación que pueda convertirla en buena, y mucho menos, que evite una pendiente de malas prácticas que llevan, precisamente, a destruir la cordialidad y los cuidados, y, por tanto, a «perdernos para siempre», según las propias palabras de Esquirol.
Paso por encima de la patochada de un cantante de cuya existencia no tenía ni idea, que asegura que el salmorejo viene muy bien para las resacas, porque considero que una resaca solo la pilla el que no sabe beber, y llego al segundo síntoma detectado ese 4 de abril. Según el actor Carlos Cuevas, «el término bisexual está estigmatizado, pero vamos a un mundo sin etiquetas».
Lo del mundo sin etiquetas lo veo lejano, en el dudoso caso de que vayamos en esa dirección. De hecho, nunca había habido tantas etiquetas en la historia de la humanidad como ahora; especialmente en lo que se refiere a la afectividad, por no decir sexo. Otra vez el mismo fenómeno, decir dos cosas antagónicas y quedarse tan pancho: cuidados/eutanasia; bisexual/no etiquetas. Y en ambos destruir pilares básicos de cualquier sociedad: el cuidado de los más débiles y la relación entre hombre y mujer.
Vamos con el tercer síntoma. Este es menos grave; pero crea un ambiente en el que se facilita la podredumbre de todo el entramado social, que luego ofrece muy poca resistencia a los golpes más groseros. Hablo del sentimentalismo. En la contra portada se entrevista a la cantante Laura Pausini. La periodista destaca una de sus declaraciones: «Nunca me he sentido tan desprotegida».
Lo cierto es que la entrevista no muestra a una Pausini tan desesperada; aunque sí excesivamente sensiblera, algo que se puede perdonar a una artista, que paga su don con estos altibajos. Dentro de la entrevista salta otra cuestión interesante, ese micro feminismo irritante que toma a la mitad de la humanidad como un todo necesitado de redención: «Sofía -Loren- nos ha enseñado a las mujeres a tener carácter. Es una luz». Por lo visto, cualquier mujer puede arrogarse la representación de todas las mujeres, si es para reivindicar algún género de desigualdad pendiente.
Para colmo, ese mismo día @TarifaE retuitea un artículo de un diario de cuyo nombre no me quiero acordar, en el que se aventura, con frivolidad infinita, que se tengan hijos entre amigos, vista la dificultad para establecer compromisos duraderos y el deseo que aún existe de procrear. Atentos a este nuevo sesgo del término «amistad».
Hasta aquí este breve repaso de unos pocos indicadores de que a esta sociedad le quedan cuatro telediarios, si Dios no lo remedia.
Espero vuestros comentarios.
Comentarios