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Fake politics

Aprovecho que he descubierto a un músico asombroso, Sufjan Stevens, para escribir bajo el hipnótico encanto de su música y quitar las telarañas de este blog.

Dos asuntos importantes de trabajo y lo habitual de la vida me tienen alejado de este medio, y no será por falta de ideas para escribir. Las pasadas elecciones autonómicas en Andalucía y el 40 aniversario de la Constitución Española (CE) han vuelto a poner en primer plano de memoria una reciente conversación con el periodista Lluís Foix, que me ha confirmado en mis opiniones sobre la situación política y social de España.

Con Lluís, veterano y sabio periodistas, he compartido un par de deliciosos viajes a través de los mares de olivos de Granada y Jaén, en los que he tratado de satisfacer su inmensa curiosidad por todas las cosas y, a cambio, he recibido unas cuantas apreciaciones muy sabrosas.

Resumiendo, Lluís piensa que hay una corriente política que busca la destrucción de España, en la que confluyen diversos elementos, no necesariamente compatibles fuera de esta intención: la izquierda anti sistema, los nacionalismos periféricos y el socialismo más o menos comunista.

En mi opinión, estamos ante un intento de reeditar, modo siglo XXI, la II República, con la intención de ver si esta vez les sale bien la jugada que, hace casi un siglo, salió tan espantosamente mal. Creo que no hace falta mucho conocimiento histórico para ver que los parecidos son asombrosos: sustitución de la monarquía parlamentaria por una república -con su correspondiente cambio de banderas-; apropiación por parte de la izquierda y del separatismo de conceptos como Democracia; apelación a la lucha antifascista; alianza estratégica entre izquierda radical, socialismo, comunismo y nacionalismo separatista; anti clericalismo laicista; golpe de Estado en Cataluña con políticos presos y políticos socialistas anunciando su indulto de ser condenados; autoridades del Estado llamando a la lucha callejera (Iglesias, Torra); instrucciones para que la policía tolere los desmanes de ciertas partidas de la porra (anti sistema, CDR, etc.); contra manifestaciones cada vez que la "derecha" realiza algún acto; insumisión práctica ante leyes o resultados electorales adversos a la izquierda; la insufrible auto atribución de superioridad moral de la izquierda; el posicionamiento ideológico de los medios de comunicación hasta la muerte del periodismo, y de los artistas hasta la muerte del arte... Se podrían añadir más coincidencias; pero con estas creo que basta.

Naturalmente, hay también grandes diferencias. La lucha de clases de antaño ha sido sustituida por la lucha de géneros; los sindicatos de clase han sido sustituidos por los "colectivos"; hoy no hay hambre ni analfabetismo, sino insatisfacción y confusión; aunque la mentira que envenena los corazones es la misma, por mucho que se vista con ropa de marca.

Lo que quiero decir es que estamos en condiciones de vivir muy a gusto y abordar problemas de calado y nos empeñamos en pelearnos por cuestiones absurdas, por mucho que le pongamos nombres rimbombantes como identidad, globalización o autodeterminación. La gran pregunta es ¿por qué?

Hay motivos permanentes, con los que cada generación tiene que lidiar: la maldad, la estupidez, la cobardía, el egoísmo, la torpeza... Pero también está esa otra pregunta, que sigue a la anterior: Cui prodest? ¿A quién beneficia? Así, de entrada, solo parece beneficiar a algunos políticos que solo saben o quieren vivir del conflicto, que necesitan como los socialistas a los oprimidos y los peces el agua para respirar. Por eso, si no existen, los inventan.

He debido decirlo ya en varias ocasiones. Estamos ante la sempiterna lucha entre el bien y el mal. La formulación que más me gusta es la confrontación entre los que seguimos a Jesús cuando dijo que "la verdad os hará libres" y los que siguen a la serpiente con aquello de que "la libertad os hará verdaderos". La España actual -como todo Occidente- es aún en gran medida un decantado histórico en el que la verdad ha ido ensanchando la libertad; por eso los partidarios del áspid quieren destruirla, aprovechando esta libertad conquistada -como quieren hacer con todo Occidente-, sin interés por crear algo nuevo.

A ver si soy capaz de explicarme. Hace mucho tiempo vi un lema político en alguna pegatina: ¡España, antes roja que rota! Este sí se me antoja un nacionalismo minoritario. Porque el actual combate es mucho más profundo y va mucho más lejos que un debate de identidades nacionales más o menos amplias. Es un combate por el alma humana. Igual que hace un siglo, la paradójica alianza entre izquierda y nacionalismos separatistas, es un instrumento de la primera para destruir el orden natural de las cosas y crear después un nuevo orden voluntarista, con una libertad falsa que, en realidad es su negación, porque no puede haber libertad sin verdad: la libertad sin verdad se llama mentira. Y no olvidemos quien es el "padre de la mentira".


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