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Reivindicación del cristianismo: La Cruz

Ecce Homo. Antonio Ciseri. Fragmento
Agosto es un buen mes para leer; también para pensar y escribir. Así que voy a hacer un par -por lo menos- de reflexiones sobre el valor del cristianismo hoy, al hilo de alguna cosa que he leído.

Lo de ahora viene por whatsapp, la respuesta de un juez argentino a la pretensión de dos asociaciones laicistas para que quite el Crucifijo de su despacho. Aunque me ha llegado hoy es, como mínimo, de diciembre de 2013. No obstante, conserva todo su vigor.

Luis María Rizzi es - o era- integrante del TOC 30 de la Capital Federal (Tribunal Oral en lo Criminal). La Asociación Pensamiento Penal (APP) -¡vaya nombrecito!- y la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) -de esas que secuestran y monopolizan los derechos humanos-, se encontraban en plena campaña destinada a retirar los símbolos religiosos de las salas de audiencias de los tribunales argentinos, invocando la neutralidad religiosa del Estado.

Rizzi contesta a la carta de APP y ADC:
Doctor Mario Juliano. Presidente de Pensamiento Penal:
Acuso recibo de su nota y de la del doctor Onaindia.
Mi respuesta a vuestra pretensión es la siguiente: no voy a descolgar ninguna Cruz.
Tampoco voy a disponer que otro lo haga.
Porque creo en Dios y porque soy católico. Porque tengo reverencia por la Cruz de Cristo, el inocente crucificado por los hombres y el más inocente de los condenados, que representa además, la fe mayoritaria y la identidad de nuestro pueblo. 
No lo había pensado así, "el más inocente de los condenados". ¿Qué mejor representación de la labor de los jueces que la del más inocente de los condenados? La Cruz recuerda de la forma más contundente la esencia de la Justicia: castigar al culpable, absolver al inocente, incluso cuando sesgos ideológicos o presiones públicas inciten a la injusticia. Recuerda que hay una Ley que está por encima de las leyes, que hay una ley natural previa a la ley positiva.

Por supuesto, la Cruz es mucho más; pero también es Justicia.
Porque la Cruz no ofende a nadie, sea o no creyente, ni nadie puede sentirse agredido, inquieto, molesto y menos discriminado por su presencia.
Porque contrariamente a lo que Uds. suponen o creen, la presencia de la Cruz es símbolo de piedad, de consuelo, y de misericordia; es símbolo de que quienes se desempeñan frente a ella, tienen temor de Dios, y por ello mismo, inspiran más confianza en que actuarán de acuerdo a la justicia y a la verdad, con buena voluntad y con la máxima imparcialidad.
Porque finalmente, la libertad religiosa que Uds. dicen pregonar y defender, es precisamente para que quienes quieran hacerlo, cuelguen, lleven o exhiban la Cruz, y no para que nos obliguen a quitarla, ocultarla o disimularla.
Sí, la Cruz recuerda que seremos juzgados como juzguemos. Los jueces que creen en el Juicio Final según este código actuarán de ordinario justamente. Son más dignos de confianza.
Soy consciente no obstante, de que Uds. están embarcados en una triste misión en la que muy probablemente lograrán los fines que los desvelan. Tal vez porque la Cruz es incompatible con este mundo en el que se confunde el bien con el mal, en el que se privilegian supuestos derechos de la mujer a costa del derecho a la vida de los niños; en el que impera la deslealtad, la mentira, la corrupción; en el que ya no interesa la protección de la familia y de la infancia, y se las suponen independientes de la protección del matrimonio.
Cuando "se confunde el bien con el mal", cuando los criterios carecen de fundamento, todo es posible, y prevalece la selva, la ley del más fuerte. Por eso la Cruz, el fundamento sólido, previo, dado -es un don, no una imposición-, invariable de la verdad y dignidad del hombre no es un límite sino el camino hacia la libertad.

Rizzi parece terminar su carta  con un deje de desánimo; pero en realidad apunta al verdadero motivo para la esperanza.
En fin, la Cruz parece no tener más lugar en una nación desolada, ciega y sorda a las leyes eternas que no son de hoy ni de ayer, que huye de la Verdad y de la Belleza, y que se empeña en ignorar y abandonar a Cristo. Pero Cristo no nos abandonará, aún cuando repudien y quiten su Cruz.
Pueden hacer pública esta respuesta, cuando quieran y ante quien quieran. Saludo a Uds. muy atentamente.
Luis María Rizzi.


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