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La sangre del Pelícano (y van 3)

¿Aún no has leído La Sangre del Pelícano? Pues no sé a qué esperas...

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Está bien. Un buen thriller de trasunto religioso, muy bien tramado. Aprendí cosas. Me cautivaron otras. Quizás me chirrió un poco el esperpéntico fundador de la nueva secta. Por contra, lo del obispo taxista está muy logrado, casi tan conmovedor como la monja granadina. En fin, el demonio llega a estremecer.
En efecto, el de la secta es un cantamañanas, yo esperaba más de esa gente. Pero así queda claro que hay mucho charlatán que despista y que es el demonio el verdaderamente temible, para la Iglesia y para cada uno, cosa que hoy se olvida.
Saludos Andreu40.
TinaortiZ ha dicho que…
Aunque no te lo creas, ya lo leí en Enero, aquí en Chile todavía no llega, pero se lo encargé a mi hermano chico que vive por allá y me lo ha mandado con dedicatoria y dibujo incluidos del mismísimo autor, Miguel Arangurén....es lo más entretenido que he leído, a una amiga que se lo presté casi quedó en shok, no podía dormir en las noches y tenía que parar para rezar entremedio, jajaja.
Si conoces al autor, mándale mis agradecimientos y felicitaciones, mi hermano que es periodita, lo entrevistó allá
Saludos
Conozco al autor (por eso le hago tanta propaganda...; aunque también porque el libro lo merece). Le transmito tu comentario, que le dará mucha alegría.
Le transmito tu comentario, sé que le dará mucha alegría leerlo.

He visitado tu blog, me ha gustado mucho y lo he añadido a mis blogs amigos.

Saludos
Anónimo ha dicho que…
Si, como dices, conoces al autor (que me suena haber leído que ya está pensando en un nuevo libro), pásale la siguiente idea.

Quizás le sirva para enriquecer la descripción de su estremecedor diablo el pintarlo con una característica que le atribuye Ratzinger: la de carecer de rodillas. La incapacidad de arrodillarse aparece, por decirlo de alguna manera, como la esencia misma de lo diabólico, dada su radical y absoluta aversión a la adoración. Si la función crea el órgano, el desuso lo entumece... hasta su extinción.

Puse Ratzinger, pues lo escribió antes de ser BXVI.
Buena aportación, se lo envío, por supuesto.