Ayer participé en la Velada por la Vida que se hizo en Granada, delante de una "clínica" abortista. Estuvimos pocos, muy pocos; incluso hemos sido menos en otros "25"; pero siempre ha habido alguien, una vela, una breve oración... y un manifiesto, como el de ayer:
Hoy es 25 de marzo. Día internacional de la vida. En todo el mundo, en cientos de ciudades, se realizan concentraciones y manifiestos; y se recuerda a las víctimas del aborto. Holocausto moderno, silenciado por poderosos lobbys y grupos de presión. Pero la verdad sale siempre adelante. Con empeño y con entusiasmo hemos de concienciar a nuestros conciudadanos de que abortar no es solución. Nunca es lícito matar a un inocente. Sentencia justa y llena de sabiduría. Nadie sobra. Recuerdo ahora la famosa película de Frank Capra ¡Qué bello es vivir! Relata las peripecias de un hombre honrado que se ve envuelto en un buen lío. En medio de su desesperación, piensa en el suicidio, porque no ha estado a la altura de las circunstancias y considera que ya no hay remedio. Entonces, el ángel bueno le muestra cómo sería el mundo si él no hubiera nacido. Esa revelación supone un shock tan intenso que vuelve sobre sus pasos y el relato termina felizmente.
Hoy estamos sobrecogidos por las narraciones infaustas que se han producido en nuestro país: fetos de 33 semanas triturados inmisericordemente. Es un relato fantasmagórico, apenas creíble, y que nos pincha en lo más hondo, incluso en su verosimilitud -¿es verdad esto que oímos?-; y nos preguntamos cómo es posible que esta sociedad, que se dice civilizada, pueda permanecer impasible ante tanto horror. Nunca más. Es preciso volver sobre nuestros pasos, defender con pasión la causa de la vida que es nuestra propia causa de humanización. Nos va todo en ello, si no queremos regresar a la barbarie del más fuerte, a la ley de la selva.
Me viene a la memoria la letra de la famosa canción "No dudaría" de Antonio Flores: "Si pudiera olvidar todo aquello que fui, si pudiera borrar todo lo que yo vi, no dudaría, no dudaría en volver a reír. Si pudiera explicar las vidas que quité, si pudiera quemar las armas que usé. Si pudiera sembrar los campos que arrasé, si pudiera devolver la paz que quité. Si pudiera olvidar aquel llanto que oí, si pudiera lograr apartarlo de mí, no dudaría, no dudaría en volver a reír. Prometo ver la alegría, escarmentar de la experiencia, pero nunca, nunca más, usar la violencia".
Hace unas semanas se podía leer en un reportaje de El Mundo (21 de febrero de 2008) un titular que decía "Aborté por miedo a dejar de tener mi propia vida". Es un sinsentido. ¿Qué sería de mi vida sin los otros? ¿Acaso no es el infierno mi soledad, mi yo para mí? Jack Nicholson en "Mejor imposible" le dice a Helen Hunt, protagonista femenina del film, cuando ésta le inquiere el por qué se ha enamorado de ella: tú haces que yo quiera ser mejor. Ser mejor. ¿Acaso podríamos ser mejores si no fuera por los demás? La mentira de vivir para mi, el engaño del individualismo más atroz no sólo no soluciona los problemas, sino que los agrava.
Esa persona -Lucía; que en latín significa lúcido, claro, que ve- entrevistada en El Mundo, no obstante reconocía, en un análisis de clarividencia y sinceridad, que el "aborto fue lo más difícil que he hecho en mi vida. Cuando lo hice, supe que el resto de mi vida iba a vivir con ello, que en el fondo era un daño para mí..." Y cuando va al parque, echa cuentas del niño que no tuvo: "Ahora sería como aquél, tendría cinco meses..." No es tarde, si Lucía, la que ve, corrige el yerro, pide perdón a su hijo que nunca vio la luz porque su madre, Lucía, la que ve, en ese momento no vio; y decide nunca más usar la violencia. Porque Lucía, la que ve, puede volver a reír con todos los niños del mundo que ríen. Sí, se puede borrar todo lo que ella vio o no vio; y no ha de dudar de que puede volver a reír.
Eric Clapton a la muerte de su hijo, compuso la canción "Tears in heaven" (lágrimas en el cielo). Su dolor se transformó en arte, en belleza, en consuelo, en amor. "¿Me cogerías de la mano si te viera en el cielo? ¿Me ayudarías a levantarme si te viera en el cielo? ¿Sería lo mismo si te viera en el cielo? Detrás de la puerta hay paz, estoy seguro. Y sé que no habrá más lágrimas en el cielo".
Pedro López García
Hoy es 25 de marzo. Día internacional de la vida. En todo el mundo, en cientos de ciudades, se realizan concentraciones y manifiestos; y se recuerda a las víctimas del aborto. Holocausto moderno, silenciado por poderosos lobbys y grupos de presión. Pero la verdad sale siempre adelante. Con empeño y con entusiasmo hemos de concienciar a nuestros conciudadanos de que abortar no es solución. Nunca es lícito matar a un inocente. Sentencia justa y llena de sabiduría. Nadie sobra. Recuerdo ahora la famosa película de Frank Capra ¡Qué bello es vivir! Relata las peripecias de un hombre honrado que se ve envuelto en un buen lío. En medio de su desesperación, piensa en el suicidio, porque no ha estado a la altura de las circunstancias y considera que ya no hay remedio. Entonces, el ángel bueno le muestra cómo sería el mundo si él no hubiera nacido. Esa revelación supone un shock tan intenso que vuelve sobre sus pasos y el relato termina felizmente.
Hoy estamos sobrecogidos por las narraciones infaustas que se han producido en nuestro país: fetos de 33 semanas triturados inmisericordemente. Es un relato fantasmagórico, apenas creíble, y que nos pincha en lo más hondo, incluso en su verosimilitud -¿es verdad esto que oímos?-; y nos preguntamos cómo es posible que esta sociedad, que se dice civilizada, pueda permanecer impasible ante tanto horror. Nunca más. Es preciso volver sobre nuestros pasos, defender con pasión la causa de la vida que es nuestra propia causa de humanización. Nos va todo en ello, si no queremos regresar a la barbarie del más fuerte, a la ley de la selva.
Me viene a la memoria la letra de la famosa canción "No dudaría" de Antonio Flores: "Si pudiera olvidar todo aquello que fui, si pudiera borrar todo lo que yo vi, no dudaría, no dudaría en volver a reír. Si pudiera explicar las vidas que quité, si pudiera quemar las armas que usé. Si pudiera sembrar los campos que arrasé, si pudiera devolver la paz que quité. Si pudiera olvidar aquel llanto que oí, si pudiera lograr apartarlo de mí, no dudaría, no dudaría en volver a reír. Prometo ver la alegría, escarmentar de la experiencia, pero nunca, nunca más, usar la violencia".
Hace unas semanas se podía leer en un reportaje de El Mundo (21 de febrero de 2008) un titular que decía "Aborté por miedo a dejar de tener mi propia vida". Es un sinsentido. ¿Qué sería de mi vida sin los otros? ¿Acaso no es el infierno mi soledad, mi yo para mí? Jack Nicholson en "Mejor imposible" le dice a Helen Hunt, protagonista femenina del film, cuando ésta le inquiere el por qué se ha enamorado de ella: tú haces que yo quiera ser mejor. Ser mejor. ¿Acaso podríamos ser mejores si no fuera por los demás? La mentira de vivir para mi, el engaño del individualismo más atroz no sólo no soluciona los problemas, sino que los agrava.
Esa persona -Lucía; que en latín significa lúcido, claro, que ve- entrevistada en El Mundo, no obstante reconocía, en un análisis de clarividencia y sinceridad, que el "aborto fue lo más difícil que he hecho en mi vida. Cuando lo hice, supe que el resto de mi vida iba a vivir con ello, que en el fondo era un daño para mí..." Y cuando va al parque, echa cuentas del niño que no tuvo: "Ahora sería como aquél, tendría cinco meses..." No es tarde, si Lucía, la que ve, corrige el yerro, pide perdón a su hijo que nunca vio la luz porque su madre, Lucía, la que ve, en ese momento no vio; y decide nunca más usar la violencia. Porque Lucía, la que ve, puede volver a reír con todos los niños del mundo que ríen. Sí, se puede borrar todo lo que ella vio o no vio; y no ha de dudar de que puede volver a reír.
Eric Clapton a la muerte de su hijo, compuso la canción "Tears in heaven" (lágrimas en el cielo). Su dolor se transformó en arte, en belleza, en consuelo, en amor. "¿Me cogerías de la mano si te viera en el cielo? ¿Me ayudarías a levantarme si te viera en el cielo? ¿Sería lo mismo si te viera en el cielo? Detrás de la puerta hay paz, estoy seguro. Y sé que no habrá más lágrimas en el cielo".
Pedro López García
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