Este verano he leído –releído, en este caso-, entre otras cosas, dos álbumes de Tintín, El Templo del Sol y Los Cigarros del faraón. He vuelto a disfrutar con las continuas peripecias de sus característicos personajes y, sobre todo, con las escenas de y en los barcos, que son mis preferidas. De regreso, leo en Aceprensa que la biblioteca de Brooklyn ha decidido poner bajo llave Tintín en el Congo, sólo disponible para el personal de la biblioteca y para quienes, por alguna razón de peso, solicitan con antelación verlo.
Ya hace años que el Bambi de Disney fue declarado para mayores (con reparos) en Suecia, ahora Tintín en el Congo ha caído en desgracia porque su contenido ha sido considerado ofensivo hacia los negros, en las ilustraciones y en el texto, después de la denuncia de algún ciudadano, probablemente tonto del haba o simplemente gamberro: estoy casi seguro de que no fue un negro.
Luis Daniel González, autor del artículo de la agencia, hace varias reflexiones de gran interés al respecto. Me quedo con estas tres: una, “esto significa el reconocimiento de que la literatura o, en general, el consumo de ficciones, es también una experiencia ética”; otra, “que parece indicar que algunos responsables bibliotecarios piensan (…) que los demás o son más tontos que ellos o son tan literales e incapaces de contextualizar lo que leen como ellos”; y la última, “tal vez la cuestión sea que vivimos en una cultura que ha perdido su religión, sí, pero conserva una moralidad hecha de prohibiciones que son como fósiles de las verdades de un antiguo credo”.
Ya hace años que el Bambi de Disney fue declarado para mayores (con reparos) en Suecia, ahora Tintín en el Congo ha caído en desgracia porque su contenido ha sido considerado ofensivo hacia los negros, en las ilustraciones y en el texto, después de la denuncia de algún ciudadano, probablemente tonto del haba o simplemente gamberro: estoy casi seguro de que no fue un negro.
Luis Daniel González, autor del artículo de la agencia, hace varias reflexiones de gran interés al respecto. Me quedo con estas tres: una, “esto significa el reconocimiento de que la literatura o, en general, el consumo de ficciones, es también una experiencia ética”; otra, “que parece indicar que algunos responsables bibliotecarios piensan (…) que los demás o son más tontos que ellos o son tan literales e incapaces de contextualizar lo que leen como ellos”; y la última, “tal vez la cuestión sea que vivimos en una cultura que ha perdido su religión, sí, pero conserva una moralidad hecha de prohibiciones que son como fósiles de las verdades de un antiguo credo”.
Comentarios
En USA pasan ese tipo de cosas que comentas. En un supermercado compré una botella de cerveza. Pues bien, la cajera del establecimiento no pudo pasarla por el lector de código de barras, dado que era menor de 18 años.
Los padres de la patria fueron los puritanos que huyeron de Inglaterra. En USA existe, por tanto, un poso de puritanismo que, al no orientarse a cuestiones religiosas, regula "chorradas".
Saludos desde Utopía.
En cuanto a lo otro, se hace lo que se puede, sobre todo mostrar que el cambio del mundo pretende ser a mejor...
En USA desde luego, Eu, pero también en Europa nos entra la correctitis de vez en cuando y nos da por hacer el ridi a espuertas. Cuando no se cree en Dios, se pasa a creer en cualquier cosa, como dijo el gran Chesterton.