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Juan Pablo II escribe sobre el bien y el mal


EL MUNDO, miércoles 23 de febrero
REFLEXIONES DE UN PAPA. La editorial La Esfera de los Libros (Editorial literaria del Grupo Unedisa, del diario El Mundo ) publica hoy la última obra de Juan Pablo II, 'Memoria e Identidad. Conversaciones al filo de dos milenios'. Este texto, que se edita de forma simultánea en Italia, Alemania, Brasil y España, recoge en forma de conversación las reflexiones del Santo Padre sobre las grandes cuestiones de nuestro tiempo. Ofrecemos un amplio extracto del libro, que surgió de una larga charla entre el Pontífice y dos profesores de Filosofía polacos.

Juan Pablo II no descansa. Su espíritu viajero, su alma viva, su mente inquieta salvan los obstáculos de su precaria salud y, una vez más, el Papa polaco sorprende al mundo con una nueva obra.
Memoria e Identidad. Conversaciones al filo de dos milenios se divide en dos partes, una de orientación teológico-filosófica y otra de carácter histórico, político y sociológico. El Pontífice conversa sobre conceptos como democracia, libertad o patria mientras reflexiona sobre el pensamiento cristiano, el papel de la Iglesia, la responsabilidad política, el bien y el mal.
En algunos puntos, el Papa compara las leyes abortistas con el Holocausto judío y alerta ante el peligro de que «la función insustituible de la nación degenere en el nacionalismo». En otros capítulos, Juan Pablo II se refiere al comunismo como «un mal en cierto sentido necesario para el mundo y para el hombre».
El epílogo, por fin, es una vibrante entrevista entre los filósofos polacos, el Santo Padre y su secretario personal, monseñor Stanisl-aw Dziwisz, en la que describen al alimón, con detalle y por primera vez el atentado que Juan Pablo II sufrió el 13 de mayo de 1981.
LA COEXISTENCIA DEL BIEN Y EL MAL.
«El mal es siempre la ausencia de un bien que un determinado ser debería tener, es una carencia. Pero nunca es ausencia absoluta del bien. Cómo nazca y se desarrolle el mal en el terreno sano del bien, es un misterio. También es una incógnita esa parte de bien que el mal no ha conseguido destruir y que se difunde a pesar del mal, creciendo incluso en el mismo suelo. (...) La Historia de la Humanidad es una trama de la coexistencia entre el bien y el mal. Esto significa que si el mal existe al lado del bien, el bien, no obstante, persiste al lado del mal y, por decirlo así, crece en el mismo terreno, que es la naturaleza humana. En efecto, ésta no quedó destruida, no se volvió totalmente mala a pesar del pecado original. Ha conservado una capacidad para el bien, como lo demuestran las vicisitudes que se han producido en los diversos períodos de la Historia». (...)
«Pero si el hombre por sí solo, sin Dios, puede decidir lo que es bueno y lo que es malo, también puede disponer que un determinado grupo de seres humanos sea aniquilado. Determinaciones de este tipo se tomaron, por ejemplo, en el Tercer Reich por personas que, habiendo llegado al poder por medios democráticos, se sirvieron de él para poner en práctica los perversos programas de la ideología nacionalsocialista, que se inspiraba en presupuestos racistas.Medidas análogas tomó también el Partido Comunista en la Unión Soviética y en los países sometidos a la ideología marxista.En este contexto se perpetró el exterminio de los judíos y también de otros grupos como los gitanos, los campesinos en Ucrania y el clero ortodoxo y católico en Rusia, en Bielorrusia y más allá de los Urales. Generalmente se trataba del exterminio físico, pero a veces también de una destrucción moral: se
impedía más o menos drásticamente a la persona el ejercicio de sus derechos.
A este propósito, no se puede omitir la referencia a una cuestión más actual que nunca, y dolorosa. Después de la caída de los sistemas construidos sobre las ideologías del mal, cesaron de hecho en esos países las formas de exterminio apenas citadas. No obstante, se mantiene aún la destrucción legal de vidas humanas concebidas, antes de su nacimiento. Y en este caso se trata de un exterminio decidido incluso por parlamentos elegidos democráticamente, en los cuales se invoca el progreso civil de la sociedad y de la Humanidad entera.
Tampoco faltan otras formas graves de infringir la ley de Dios.Pienso, por ejemplo, en las fuertes presiones del Parlamento Europeo para que se reconozcan las uniones homosexuales como si fueran otra forma de familia, que tendría también derecho a la adopción. Se puede, más aún, se debe, plantear la cuestión sobre la presencia en este caso de otra ideología del mal, tal vez más insidiosa y celada, que intenta instrumentalizar incluso los derechos del hombre contra el hombre y contra la familia».
EL LIMITE IMPUESTO AL MAL EN EUROPA
«He tenido la oportunidad de experimentar personalmente las ideologías del mal. Es algo que nunca se borra de la memoria. Primero fue el nazismo. Lo que se podía ver en aquellos años era ya terrible.Pero muchos aspectos del nazismo no se veían en aquel período. No todos se daban cuenta de la verdadera magnitud del mal que se cernía sobre Europa, ni siquiera muchos de entre nosotros que estaban en el centro mismo de aquel torbellino. Vivíamos sumidos en una gran erupción del mal, y sólo gradualmente comenzamos a darnos cuenta de sus dimensiones reales. (...)
Más tarde, una vez terminada la guerra, pensé para mí: Dios concedió al hitlerismo 12 años de existencia y, cumplido este plazo, el sistema sucumbió. Por lo visto, éste fue el límite que la Divina Providencia impuso a semejante locura. A decir verdad, no fue solamente una locura: fue una 'bestialidad', como escribió Konstanty Michalski. El hecho es que la Divina Providencia concedió sólo aquellos 12 años al desenfreno de aquel furor bestial. Si el comunismo ha sobrevivido más tiempo y tiene alguna perspectiva de un desarrollo mayor, pensaba para mis adentros, debe ser por
algún motivo». (...) Pero después de la victoria sobre el nazismo en la II Guerra Mundial, los comunistas se sintieron envalentonados y se aprestaron con todo descaro a conquistar el mundo o, al menos, Europa. (...) Me quedó entonces muy claro que su dominio duraría mucho más tiempo que el del nazismo. ¿Cuánto? Era difícil de prever. Lo que se podía pensar es que también este mal era en cierto sentido necesario para el mundo y para el hombre. En efecto, en determinadas circunstancias de la existencia humana parece que el mal sea en cierta medida útil, en cuanto propicia ocasiones para el bien.(...) En definitiva, tras la experiencia punzante del mal, se
llega a practicar un bien más grande».
Las enseñanzas de la historia reciente «Después de la caída de los sistemas totalitarios, las sociedades se sintieron libres, pero casi simultáneamente surgió un problema de fondo: el del uso de la libertad. (...) El peligro de la situación actual consiste en que, en el uso de la libertad, se pretende prescindir de la dimensión ética, de la consideración del bien y el mal moral. (...) Pero no se puede ignorar, al mismo tiempo, el insistente resurgir del rechazo a Cristo. Se ven de continuo los signos de una civilización distinta de aquella cuya piedra angular es Cristo, una civilización que, aunque no sea atea por sistema, es ciertamente positivista y agnóstica, puesto que se inspira en el principio de que se debe pensar y actuar como si Dios no existiera. Este planteamiento se aprecia fácilmente en la llamada mentalidad científica, o más bien cientificista, pero también en la literatura contemporánea y, sobre todo, en los medios de comunicación de masas. Y vivir como si Dios no existiera significa colocarse fuera de las coordenadas del
bien y del mal, es decir, fuera del contexto de los valores, de los cuales Él mismo, Dios, es la fuente. Se pretende que sea el hombre mismo quien decida sobre lo que es bueno o malo.
Si por un lado Occidente sigue dando testimonio de la acción del fermento evangélico, por otro, no son menos turbulentas las corrientes contrarias a la evangelización. Estas socavan los fundamentos mismos de la moral humana, implicando a la familia y propagando la permisividad moral: los divorcios, el amor libre, el aborto, la anticoncepción, los atentados a la vida en su fase inicial y terminal, así como su manipulación. (...) ¿Qué podemos aprender, por tanto, de estos años dominados por las ideologías del mal y de la lucha contra ellas? Pienso que, ante todo, debemos aprender a ir a la raíz. Solamente así el mal causado por el fascismo y el comunismo puede, en cierto sentido, enriquecernos, puede conducirnos al bien, y esto es indudablemente el programa cristiano. (...) El temple de la población se
ha manifestado después en la lucha contra el comunismo, al que Polonia ha sabido resistir hasta la victoria en el año 1989. Ahora se trata de no desperdiciar estos sacrificios».
CONCEPTO DE PATRIA
«La patria es un bien común de todos los ciudadanos y, como tal, también un gran deber. (...) El siglo XX, ¿no manifiesta acaso una tendencia generalizada al incremento de estructuras supranacionales e incluso al cosmopolitismo? Esta tendencia, ¿no comporta también que las naciones pequeñas deberían dejarse absorber por estructuras políticas más grandes para poder sobrevivir? Se trata de cuestiones legítimas. Sin embargo, parece que, como sucede con la familia, también la nación y la patria siguen siendo realidades insustituibles. (...) Naturalmente, se debe evitar absolutamente un peligro: que la función insustituible de la nación degenere en el nacionalismo.En este aspecto, el siglo XX nos ha proporcionado experiencias sumamente instructivas, haciéndonos ver también sus dramáticas consecuencias. ¿Cómo se puede evitar este riesgo? Pienso que un modo apropiado es el patriotismo. En efecto, el nacionalismo se caracteriza porque reconoce y pretende únicamente el bien de su propia nación, sin contar con los derechos de las demás.Por el contrario,
el patriotismo, en cuanto amor por la patria, reconoce a todas las otras naciones los mismos derechos que reclama para la propia».
PENSANDO «EUROPA»
«¿Por qué, hablando de Europa, comenzamos con la evangelización? Simplemente porque, tal vez, la evangelización estaba creando a Europa, dio inicio a la civilización y a la cultura de sus pueblos. La propagación de la fe en el continente ha propiciado la creación de las diversas naciones europeas, sembrando en ellas los gérmenes de culturas con rasgos diferentes, pero unidas entre sí por un patrimonio común de valores arraigados en el Evangelio.
De esta manera, se desarrolló el pluralismo de las culturas nacionales sobre una plataforma de valores compartidos en todo el continente.Así ocurrió en el primer milenio y, en cierta medida (...), también en el segundo milenio. (...) Hoy existen partidos que, si bien son de talante democrático, demuestran una creciente propensión a interpretar el principio de la separación entre la Iglesia y el Estado según el criterio que era propio de los gobiernos comunistas. Naturalmente, ahora las sociedades disponen de medios adecuados de autodefensa. Pero hace falta ponerlos en práctica.
Precisamente en este punto, preocupa una cierta pasividad que se nota en la postura de los ciudadanos creyentes. Se tiene la impresión de que en otras épocas había una sensibilidad más viva respecto a sus propios derechos en el campo religioso y, por tanto, era más ágil su reacción para defenderlos con los medios democráticos disponibles. Hoy todo esto parece en cierto modo atenuado, e incluso paralizado, tal vez por una insuficiente preparación de las elites políticas.
En el siglo XX hubo muchas tentativas para que el mundo dejara de creer y rechazara a Cristo. A finales de siglo, y también del milenio, estas actividades destructivas se han debilitado, pero dejando tras de sí una gran devastación. Han provocado un deterioro de las conciencias, con consecuencias ruinosas en el campo de la moral, tanto por lo que se refiere a la persona y a la familia como a la ética social. (...) Europa, al filo de dos milenios, podría definirse, lamentablemente, como un continente asolado.
LA DEMOCRACIA CONTEMPORANEA
«En los años 30, un parlamento legalmente elegido permitió el acceso de Hitler al poder en Alemania, y el mismo Reichstag, al darle plenos poderes, le abrió el paso al proyecto de invadir Europa, a la organización de los campos de concentración y a la puesta en marcha de la llamada solución final de la cuestión judía, como llamaban al exterminio de millones de hijos e hijas de Israel.
Basta recordar estos hechos de tiempos recientes para darse cuenta con claridad de cómo la ley establecida por el hombre tiene sus propios límites que no puede violar. Son los límites marcados por la ley natural, mediante la cual Dios mismo protege los bienes fundamentales del hombre. (...) Esta es la perspectiva, como ya he dicho, desde la cual se pueden cuestionar, al comienzo de un nuevo siglo y milenio, algunas decisiones legislativas tomadas en los parlamentos de los actuales regímenes
democráticos.
Lo primero que salta a la vista son las leyes abortistas. Cuando un parlamento legaliza la interrupción del embarazo, aceptando la supresión de un niño en el seno de la madre, comete una grave injuria para con un ser humano inocente y, además, sin capacidad alguna de autodefensa.
Los parlamentos que aprueban y promulgan semejantes leyes han de ser conscientes de que se extralimitan en sus competencias y se ponen en patente contradicción con la ley de Dios y con la ley natural».

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