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El debate cultural

Estoy participando en un curso de Aceprensa Forum sobre el debate cultural. Tres sesiones impartidas por uno de mis influencers, Juan Meseguer

Meseguer (Madrid, 1981) es Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid Doctor por la UNED con una tesis sobre la etapa inglesa de Karl Mannheim, en la que el sociólogo húngaro se pregunta cómo reconstruir las democracias liberales en una Europa dividida por distintas visiones del mundo y redactor jefe de Aceprensa. Ha publicado tres poemarios: Áspera nada (accésit del premio Adonáis 2013), Un secreto temblor (premio Arcipreste de Hita 2010) y Bancos de arena (accésit del premio Adonáis 2005). También ha escrito varios libros de divulgación: Pensamiento crítico: una actitud (2016), Familia: los debates que no tuvimos (2011), La fiesta que no cesa (2010) y La familia que viene (2008). 

El esquema de la primera sesión ha sido este: 
  1. Qué es y por qué importa la batalla de las ideas 
  2. ¿Podemos hablar sobre valores y estilos de vida sin pelearnos? 
  • Claves para una disputa feliz (B. Mastroianni) 
  • Iniciativas y buenas prácticas para hacer avanzar la conversación sobre temas sociales controvertidos
Comparto algunas de las notas que tomé durante la sesión y el coloquio posterior.

La batalla cultural es la capacidad de generar consensos sobre ideas universales y de mantenerlos en el tiempo desde el propio punto de vista. Es fundamental llegar primero, ser el que propone y establece el marco del debate, porque pone al que piensa diferente a la defensiva y le obliga a reaccionar.

Puso como ejemplo de partida una plaza en la que hay de todo. Para el debate actual hay que aceptar que la plaza es diversa, que nunca está vacía, que en ella hay unas convicciones u otras. La mentalidad dominante está constituida por ideas consideradas progresistas, pues hay un sesgo negativo de las ideas conservadoras.

Propone salir de la confrontación y encontrarnos con personas que piensan diferente. Puso el ejemplo de una experiencia en  la que solo hay exposición de unos y de otros y preguntas de otros y de unos, sin debate. (puede servir de entrenamiento previo para el debate, digo yo).

Aconsejó la lectura del artículo Complicando las narrativas, de Amanda Ripley, quien propone que los periodistas no escriban en plan buenos y malos, sino en función de cómo se comportan realmente los humanos cuando están polarizados y son desconfiados. Se trata de inyectar matices en la conversación.


Claves para una disputa feliz  (ver La disputa feliz, de Bruno Mastroianni) en temas de calado:

  1. Abrir perspectivas, mostrar paradojas. La disputa feliz es aquella en la que hay más satisfacciones que amarguras al terminar el debate y ayuda a crecer; aunque no me den la razón.
  2. Mantener el foco en el tema del debate. Para esto, hay que humanizar al "otro" primero (establecer una relación); luego llegará el turno de los argumentos.
  3. Siempre hay dos audiencias, aquella con la que debato y los que escuchan el debate.
  4. Afinar los argumentos para que lleguen a los que piensan de otra manera.
  5. En el debate debe haber de todo: datos, historias, razonamientos...
  6. Separarse del debate político (inmediato y a corto). El debate cultural tiene otros tiempos.
  7. Antes que la estrategia están los contenidos.
Hasta aquí lo de la semana pasada. Mañana es la segunda sesión. Ya os contaré que tal.

En la foto, Juan Messeguer durante la sesión de Zoom.

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