Sigo con Joseph Pierce .-Escritores conversos. La inspiración espiritual en una época de incredulidad (pág 128); ahora le toca a Maurice Baring, en una carta en la que habla a GK Chesterton sobre su conversión:
El turno de Hilaire Belloc, de nuevo:
Y por último, un fragmento de una carta de Sigfried Sassoon a un amigo sobre el citado Belloc (pág. 403-404):
Bien, Gilbert, todo lo que tengo que decirte es lo que ya te he dicho y lo que dije hace poco en mi libro. Que fui recibido en la Iglesia católica en 1909 la víspera de la Candelaria, y que quizá sea lo único que hecho en la vida de lo que estoy seguro que nunca me he arrepentido. Cada día que pasa, más maravillosa me parece la Iglesia; más solemnes y eficaces los Sacramentos; más excelentes me parecen la voz de la Iglesia, la liturgia, sus leyes, su disciplina, sus ritos, sus decisiones en materia de fe y moral..., más profundamente sabios y verdaderos y justos; y todos sus hijos están marcados con un sello del que carecen quienes no pertenecen a ella.
El turno de Hilaire Belloc, de nuevo:
La Iglesia católica es el exponente de la Realidad. Es la verdad. Su doctrina en cuestiones grandes y pequeñas constituye una afirmación de lo que es. Esto es lo que acepta el acto último de la inteligencia. Esto es lo que la voluntad confirma deliberadamente. Y por eso la fe a través de un acto de la voluntad se convierte en moral.
Y por último, un fragmento de una carta de Sigfried Sassoon a un amigo sobre el citado Belloc (pág. 403-404):
“Los marginados y desprotegidos contornos del alma”: esto no es mío, sino de mi querido Belloc. Hace unos tres años, en plena vorágine de mis forcejeos con la sumisión, me encontré en la biografía de Speaight con el siguiente pasaje tomado de una carta a K. Asquito: “La fe, la Iglesia católica se descubre triunfante, se reconoce, se presenta como tierra firme en medio del mar, en aquello que al principio sólo parecía una nube. Cuanto más cerca se ve, más real es, menos imaginaria: cuanto más externa y directa es su voz, más indudable es su carácter representativo, su ‘persona’, su voz. La metáfora no es que los hombres se enamoran de ella: la metáfora es que descubren su hogar. ‘Esto es lo que buscaba. Esto era lo que necesitaba’. Es el auténtico molde del alma, la matriz a la que pertenece cada línea del marginado y desprotegido contorno del alma. Es el ‘Oh! Rome, Oh! Mère’ de Verlaine. Y no sólo para quienes la conocieron desde niños y regresaron luego, sino para mucho más –y existe buena prueba de ello- para quienes la encontraron en medio de las colinas de la vida y se dijeron: ‘Ahí está la ciudad’.
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