En el título he enumerado algunas de mis preocupaciones como ciudadano de Granada, por encima de la llegada del AVE, el cierre de la segunda circunvalación y el teleférico a Sierra Nevada, por ejemplo.
Como alérgico, soy especialmente sensible a la contaminación. Es verdad que mi peor enemigo son los cipreses, que en Granada son legión; pero no hace falta ser alérgico para darse cuenta de que tenemos un serio problema de contaminación. Salir a la calle, cosa que hago todos los días, pues voy y vuelvo caminando del trabajo, es un sufrimiento que los tubos de escape de los coches me impiden ignorar. Cada vez tengo más sensación de pez fuera del agua. No veo que el Ayuntamiento se tome en serio ni de ninguna otra manera este tema, mientras que las informaciones sobre la pésima calidad del aire que respiramos se reproducen con frecuencia: la última que he visto, la de Juanjo Cerero en Ideal el pasado 26 de febrero, según la cual, Granada superó el nivel de contaminación peligroso para la salud seis de los siete días anteriores. Justo cuando escribo, Ideal sube la noticia de que el concejal de Medio Ambiente activa el protocolo de emergencia por la mala calidad del aire, provocado por la falta de precipitaciones y la incorporación del aire del Sáhara. Las medidas incluyen reducir a 30 km/hora la circulación, mayor baldeo de calles y más recomendación de uso de transporte público (aunque bastantes de los autobuses urbanos contaminan una barbaridad). Algo es algo, pienso mientras tomo ebastina para sobrevivir.
Granada y su Vega se están convirtiendo en un gran productor y mercado de la droga, especialmente de marihuana. Las noticias de actuaciones policiales y de delitos relacionadas con cultivo y venta son continuas, en la Vega y, particularmente, en la Zona Norte de la capital. En su conjunto, pienso que tenemos un verdadero problema de economía sumergida, delincuencia y consumo. Me contaba hace poco un amigo que, curiosamente, con el aumento del tráfico de droga ha disminuido la delincuencia asociada, porque la instalación de mafias bien organizadas está frenando los robos entre traficantes. Magro consuelo; pues permitir que las mafias se consoliden es como permitir que el cáncer provoque metástasis. México y Colombia son ejemplos aterradores de lo difícil que puede llegar a ser erradicar ese cáncer si se apodera de las estructuras del Estado. El riesgo de vivir en una sociedad contaminada por traficantes y drogadictos es aún mayor que el de respirar un aire tóxico; y si sumamos las dos cosas, no se entiende que no estemos demasiado alarmados.
Granada es una ciudad habitada por una buena proporción de ciudadanos inciviles. No tiene nada que ver con la malafollá. Tiene que ver con la poca o mala educación. No es que la gente no sea amable o educada, debe ser cuestión de cierto descuido o inadvertencia de las normas de convivencia pública. Hace unos días leí que a Renfe le cuesta 15 millones de euros al año la broma de los graffiti en los trenes. Ignoro lo que nos cuesta a los granadinos la limpieza de porquería (restos perrunos, papeles, chicles, colillas, "botellones"...), la reparación de destrozos y las campañas publicitarias para dueños de mascotas y los que nos deshacemos desconsideradamente de muebles y cacharros viejos, por ejemplo. Una limpieza y una reparación que dejan mucho que desear, por otro lado, y no es por falta de contenedores de basura, que están por todas partes, afeando el paisaje urbano.
Las apuestas son otro gran agujero para una sociedad sana. Como seguidor del deporte, cada vez más me asombro por la invasión de casas de apuestas, que se presentan como si fuesen el no va más de la modernidad. Como si apostar fuera jugar en bolsa. El binomio apuestas-fútbol, por ejemplo, hace que piense que esto del balón de cuero es cada vez más tan mentira como el pressing catch, y, lo que es peor, fraudulento por su pretensión de ser deporte limpio y, por tanto, engañar. Esto, la experiencia en cabeza ajena de las tragaperras, los bingos y otros tugurios del estilo me llevan a ver con aprensión la construcción de un casino en las antiguas instalaciones de "El Capricho", sin que nadie advierta de los peligros y solo se hable, como justificación vergonzante, de la inversión y los puestos de trabajo que traerá ¡También la prostitución y la droga proporcionan puestos de trabajo!
Las deudas del título no son las que se derivan del juego y las apuestas -que también-, sino las del Ayuntamiento de Granada, uno de los más endeudados de España. Noticias como "El Ayuntamiento adeuda cerca de dos millones y medio de euros en horas extra", "El Ayuntamiento acumula una deuda de 33 millones con Inagra" o "El Ayuntamiento de Granada cifra en 28,5 millones las pérdidas por asuntos judicializados", son un goteo de este año. Y seguimos sin presupuestos aprobados. En mi opinión, hace falta un gran acuerdo de ciudad, que deje a un lado las luchas partidistas, que ponga orden en las cuentas y establezca bien las tareas de un municipio y las prioridades. Siempre he pensado que el parlamentarismo trasladado a un ayuntamiento es más un estorbo que una ventaja, sobre todo porque se traslada al ámbito municipal la apestosa lucha de partidos, con lo que los ciudadanos salimos perdiendo.
Así veo en parte el panorama: Granada bajo una capa de contaminación peligrosa para la salud, carcomida por el negocio de la droga, habitada por una notable falta de civismo, asomada al destructivo señuelo del dinero fácil del juego -la banca siempre gana-, y endeudada hasta la cejas.
Pero no dejemos que demasiada realidad nos amargue la feria.
Como alérgico, soy especialmente sensible a la contaminación. Es verdad que mi peor enemigo son los cipreses, que en Granada son legión; pero no hace falta ser alérgico para darse cuenta de que tenemos un serio problema de contaminación. Salir a la calle, cosa que hago todos los días, pues voy y vuelvo caminando del trabajo, es un sufrimiento que los tubos de escape de los coches me impiden ignorar. Cada vez tengo más sensación de pez fuera del agua. No veo que el Ayuntamiento se tome en serio ni de ninguna otra manera este tema, mientras que las informaciones sobre la pésima calidad del aire que respiramos se reproducen con frecuencia: la última que he visto, la de Juanjo Cerero en Ideal el pasado 26 de febrero, según la cual, Granada superó el nivel de contaminación peligroso para la salud seis de los siete días anteriores. Justo cuando escribo, Ideal sube la noticia de que el concejal de Medio Ambiente activa el protocolo de emergencia por la mala calidad del aire, provocado por la falta de precipitaciones y la incorporación del aire del Sáhara. Las medidas incluyen reducir a 30 km/hora la circulación, mayor baldeo de calles y más recomendación de uso de transporte público (aunque bastantes de los autobuses urbanos contaminan una barbaridad). Algo es algo, pienso mientras tomo ebastina para sobrevivir.
Granada y su Vega se están convirtiendo en un gran productor y mercado de la droga, especialmente de marihuana. Las noticias de actuaciones policiales y de delitos relacionadas con cultivo y venta son continuas, en la Vega y, particularmente, en la Zona Norte de la capital. En su conjunto, pienso que tenemos un verdadero problema de economía sumergida, delincuencia y consumo. Me contaba hace poco un amigo que, curiosamente, con el aumento del tráfico de droga ha disminuido la delincuencia asociada, porque la instalación de mafias bien organizadas está frenando los robos entre traficantes. Magro consuelo; pues permitir que las mafias se consoliden es como permitir que el cáncer provoque metástasis. México y Colombia son ejemplos aterradores de lo difícil que puede llegar a ser erradicar ese cáncer si se apodera de las estructuras del Estado. El riesgo de vivir en una sociedad contaminada por traficantes y drogadictos es aún mayor que el de respirar un aire tóxico; y si sumamos las dos cosas, no se entiende que no estemos demasiado alarmados.
Granada es una ciudad habitada por una buena proporción de ciudadanos inciviles. No tiene nada que ver con la malafollá. Tiene que ver con la poca o mala educación. No es que la gente no sea amable o educada, debe ser cuestión de cierto descuido o inadvertencia de las normas de convivencia pública. Hace unos días leí que a Renfe le cuesta 15 millones de euros al año la broma de los graffiti en los trenes. Ignoro lo que nos cuesta a los granadinos la limpieza de porquería (restos perrunos, papeles, chicles, colillas, "botellones"...), la reparación de destrozos y las campañas publicitarias para dueños de mascotas y los que nos deshacemos desconsideradamente de muebles y cacharros viejos, por ejemplo. Una limpieza y una reparación que dejan mucho que desear, por otro lado, y no es por falta de contenedores de basura, que están por todas partes, afeando el paisaje urbano.
Las apuestas son otro gran agujero para una sociedad sana. Como seguidor del deporte, cada vez más me asombro por la invasión de casas de apuestas, que se presentan como si fuesen el no va más de la modernidad. Como si apostar fuera jugar en bolsa. El binomio apuestas-fútbol, por ejemplo, hace que piense que esto del balón de cuero es cada vez más tan mentira como el pressing catch, y, lo que es peor, fraudulento por su pretensión de ser deporte limpio y, por tanto, engañar. Esto, la experiencia en cabeza ajena de las tragaperras, los bingos y otros tugurios del estilo me llevan a ver con aprensión la construcción de un casino en las antiguas instalaciones de "El Capricho", sin que nadie advierta de los peligros y solo se hable, como justificación vergonzante, de la inversión y los puestos de trabajo que traerá ¡También la prostitución y la droga proporcionan puestos de trabajo!
Las deudas del título no son las que se derivan del juego y las apuestas -que también-, sino las del Ayuntamiento de Granada, uno de los más endeudados de España. Noticias como "El Ayuntamiento adeuda cerca de dos millones y medio de euros en horas extra", "El Ayuntamiento acumula una deuda de 33 millones con Inagra" o "El Ayuntamiento de Granada cifra en 28,5 millones las pérdidas por asuntos judicializados", son un goteo de este año. Y seguimos sin presupuestos aprobados. En mi opinión, hace falta un gran acuerdo de ciudad, que deje a un lado las luchas partidistas, que ponga orden en las cuentas y establezca bien las tareas de un municipio y las prioridades. Siempre he pensado que el parlamentarismo trasladado a un ayuntamiento es más un estorbo que una ventaja, sobre todo porque se traslada al ámbito municipal la apestosa lucha de partidos, con lo que los ciudadanos salimos perdiendo.
Así veo en parte el panorama: Granada bajo una capa de contaminación peligrosa para la salud, carcomida por el negocio de la droga, habitada por una notable falta de civismo, asomada al destructivo señuelo del dinero fácil del juego -la banca siempre gana-, y endeudada hasta la cejas.
Pero no dejemos que demasiada realidad nos amargue la feria.
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