Artículo escrito por el gran pediatra malagueño y amigo Carlos Sierra Salinas, en el Boletín de la Diócesis de Málaga. Hace un breve y esclarecedor repaso de los males que afligen a la familia en Occidente, y un llamamiento a redescubrir la belleza del matrimonio.
Coincidiendo con el XX aniversario del Año Internacional de la Familia se ha presentado en el Parlamento Europeo el informe de la evolución de la familia en 2014 elaborado por el Instituto de Política Familiar. Los indicadores de población, natalidad, matrimonios, ruptura familiar y de hogares han empeorado sustancialmente. Europa es en la actualidad una sociedad envejecida, con hogares solitarios, con cada vez menos familias y cada vez más rotas. A ello se añade el creciente peligro de un individualismo exacerbado que desnaturaliza los vínculos familiares y termina por considerar a cada miembro de la familia como una isla.
Expresión de la extraordinaria importancia que requiere la situación de la familia actual, acaba de celebrarse el Sínodo extraordinario los Obispos sobre la familia convocado por el Papa Francisco, con anuncio de continuidad en 2015 para plasmar sus conclusiones. Será el Santo Padre quien dará respuestas, ordinariamente mediante una Exhortación Apostólica, a las diversas cuestiones y desafíos que le presentarán los Padres Sinodales.
La mentalidad anticonceptiva está muy introducida en nuestra sociedad. Vivimos en una sociedad en la que la sexualidad ha sido banalizada y en la que la fecundidad −las familias numerosas− no es bien entendida. El hijo no se considera un don de Dios, sino un derecho individual al que se puede acceder con cualquier medio. Asistimos hoy a una especie de esquizofrenia en la sociedad moderna: por una parte, se ponen todos los medios para controlar los nacimientos y, por otra parte, se alienta la idea de conseguir el hijo o la hija a cualquier coste, con la proliferación de métodos artificiales de fecundación, que difícilmente respetan a la dignidad de la persona humana.
Ante estas situaciones es urgente el apoyo real de nuestras instituciones para que las actuaciones de orden social y económico permitan el fortalecimiento de la estructura familiar. Hay que promover, también con el ejemplo de las familias cristianas, la belleza de la paternidad y la maternidad en el matrimonio, el carácter de don que supone cada hijo, la confianza en la Providencia divina, la generosidad para renunciar a comodidades superficiales a favor de los hijos, etc. Las familias católicas en virtud de la gracia del sacramento nupcial están llamadas a ser sujetos activos de la pastoral familiar. Entendiendo la fragilidad humana para superar los serios obstáculos para crear y mantener una familia, debemos esforzarnos para que cada uno – padres de familia, Iglesia y Estado-, desde el ámbito que le es propio, pueda contribuir al redescubrimiento de la belleza de la familia. Mucho nos va en ello.
Coincidiendo con el XX aniversario del Año Internacional de la Familia se ha presentado en el Parlamento Europeo el informe de la evolución de la familia en 2014 elaborado por el Instituto de Política Familiar. Los indicadores de población, natalidad, matrimonios, ruptura familiar y de hogares han empeorado sustancialmente. Europa es en la actualidad una sociedad envejecida, con hogares solitarios, con cada vez menos familias y cada vez más rotas. A ello se añade el creciente peligro de un individualismo exacerbado que desnaturaliza los vínculos familiares y termina por considerar a cada miembro de la familia como una isla.
Expresión de la extraordinaria importancia que requiere la situación de la familia actual, acaba de celebrarse el Sínodo extraordinario los Obispos sobre la familia convocado por el Papa Francisco, con anuncio de continuidad en 2015 para plasmar sus conclusiones. Será el Santo Padre quien dará respuestas, ordinariamente mediante una Exhortación Apostólica, a las diversas cuestiones y desafíos que le presentarán los Padres Sinodales.
La mentalidad anticonceptiva está muy introducida en nuestra sociedad. Vivimos en una sociedad en la que la sexualidad ha sido banalizada y en la que la fecundidad −las familias numerosas− no es bien entendida. El hijo no se considera un don de Dios, sino un derecho individual al que se puede acceder con cualquier medio. Asistimos hoy a una especie de esquizofrenia en la sociedad moderna: por una parte, se ponen todos los medios para controlar los nacimientos y, por otra parte, se alienta la idea de conseguir el hijo o la hija a cualquier coste, con la proliferación de métodos artificiales de fecundación, que difícilmente respetan a la dignidad de la persona humana.
Ante estas situaciones es urgente el apoyo real de nuestras instituciones para que las actuaciones de orden social y económico permitan el fortalecimiento de la estructura familiar. Hay que promover, también con el ejemplo de las familias cristianas, la belleza de la paternidad y la maternidad en el matrimonio, el carácter de don que supone cada hijo, la confianza en la Providencia divina, la generosidad para renunciar a comodidades superficiales a favor de los hijos, etc. Las familias católicas en virtud de la gracia del sacramento nupcial están llamadas a ser sujetos activos de la pastoral familiar. Entendiendo la fragilidad humana para superar los serios obstáculos para crear y mantener una familia, debemos esforzarnos para que cada uno – padres de familia, Iglesia y Estado-, desde el ámbito que le es propio, pueda contribuir al redescubrimiento de la belleza de la familia. Mucho nos va en ello.
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