Por Alejandro Llano , 17 de junio de 2009, en Viva Chile Un proverbio árabe afirma que hay tres cosas difíciles de ocultar: el humo, el amor y un camello en el desierto. La verdad es más fácil de esconder, pero sólo durante algún tiempo. Engaños, disimulos y estrategias de confusión mantienen a la verdad prisionera, contando también con aquella mordacidad de Nietzsche: que, a veces, el interés por el error es más fuerte que el interés por la verdad. Pero, casi fatalmente, sobreviene el descuido, el acto fallido de los psicoanalistas, y la verdad acaba por comparecer, aunque sea de manera indirecta, como de rechazo. Es lo que aconteció la semana pasada con la declaración de la ministra de Igualdad, acerca del ser del feto. Siguiendo la distinción de Wittgenstein, procede en este caso distinguir entre lo que se dice y lo que se muestra. Bibiana Aído dijo que el feto, a las trece semanas, no era un ser humano, y –al emitir semejante error– mostró que lo verdadero es lo contrario. Porque s...