Anoche vi el documental Hispanoamérica, canto de vida y esperanza, y me encantó.
Había visto ya España, la primera globalización, que me había gustado también; pero gustado sin más. Quizá porque las expectativas con este primer documental eran muy elevadas, de alguna forma me defraudó; más por la factura que por la idea principal, que me parece muy bien traída.
Tras ver Hispanoamérica, he tenido una «revelación político-estratégica» que comparto, aunque sujeta a verificaciones, como casi todas las opiniones que sostengo.
España se quivoca poniendo el foco en Europa.
España tiene que poner el foco en Hispanoamérica.
España es, inequívocamente, Europa. Son muchos los lazos que nos unen a los demás países europeos; me parece que no hace falta decir más.
Pero Europa es cada vez menos una unidad de propósito, una cultura común, y está en franca decadencia.
Lo mismo que parece que Estados Unidos mira ahora hacia el Pacífico, nosotros podemos escapar de la quema mirando hacia Hispanoamérica.
Nos une la lengua, la cultura, el mestizaje y una Historia común de muchos siglos.
¿Qué es España en el mundo global del siglo XXI? ¿Cuál o cuales son sus fortalezas?
Hoy, España no pinta nada en el concierto mundial, es una comparsa en una Europa que es, a su vez, una menguante comparsa en el mundo. Una comparsa en una comparsa.
¿Tiene algún as en la manga?
Sí.
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La lengua española. Compartida con más de 500 millones de personas de un montón de países con raíces culturales comunes, entre las que incluyo, naturalmente, la fe católica.
Lengua y cultura, rica, variada, potente, que nos podría situar entre los cuatro grandes bloques culturales del orbe: el inglés, el mandarín, el eslavo..., y el español.
Es un cambio de paradigma. Estamos muy lejos de alcanzar algo así, aunque quisiésemos, en gran parte por culpa nuestra.
Pero pienso que conviene abrir el debate y, cuanto antes, dar el golpe de timón y empezar a aparejar las velas en esta dirección.
Empezando por recuperar el prestigio del español en nuestra propia España, dejando de torpedearlo, lo que no significa que no se valoren, cuiden, admiren y promuevan las demás lenguas de España.
También en España, como en Hispanoamérica, hay mucho trabajo que hacer para prestigiar nuestra Historia común, combatiendo la «leyenda negra», el indigenismo indigesto y otras cizañas que han crecido junto al buen trigo de la verdad histórica.
El español, con toda la potencia de su cultura (música, literatura y demás artes, pensamiento, ciencia...), tiene una poderosa cabeza de puente en Estados Unidos y otra débil; pero real, en Asia, llamada Filipinas.
España debe tener su propia agenda político-estratégica, sin depender de la de Europa, Estados Unidos o los miserables y cortoplacistas intereses de los partidos políticos.
Propongo la agenda de Hispanoamérica, es más, la de la Hispanidad.
Y podría incluir Iberoamérica, de la mano de Portugal y Brasil.
Así nos convertiríamos en una verdadera potencia mundial, y, quien sabe, en la potencia hegemónica de mañana (otra vez).
Ahí lo dejo.
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