Me lo envía un amigo: ¿es una indirecta?
Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar solo mi país.
Pero con el tiempo me pareció también imposible.
Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia, a los más cercanos a mí. Pero tampoco conseguí casi nada.
Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: Si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y -quien sabe- tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo.
Encontrada en la lápida de un obispo anglicano en la Abadía de Westminster.
Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar solo mi país.
Pero con el tiempo me pareció también imposible.
Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia, a los más cercanos a mí. Pero tampoco conseguí casi nada.
Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: Si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y -quien sabe- tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo.
Encontrada en la lápida de un obispo anglicano en la Abadía de Westminster.
Comentarios
Una vez asistí a una conferencia titulada "cambiar el mundo".
La conferencia empezaba así:
¿Cómo cambiar el mundo?
A esta pregunta se puede responder de distintas maneras. Depende del que responda. Alguno diría que al mundo se le cambia con metralletas y campos de concentración.
Pero los cristianos tenemos otros métodos. Como dijo Pío XII, si queremos un mundo mejor, hagamos mejores a los hombres. No es posible tener un mundo mejor con hombres malvados. Mientras que el hombre sea egoísta, avaricioso, ambicioso, lujurioso, vicioso, el mundo tiene que ir mal. Necesariamente tiene que ir mal. Si queremos un mundo mejor, tenemos que hacer mejores a los corazones de los hombres,
No son las estructuras lo más importante para que el mundo sea mejor. Son los hombres que están en esas estructuras,
Pero es muy fácil que nos dejemos llevar de la tentación de señalar con el dedo los defectos de los demás. Ya dijo Jesucristo: «No mires la paja en el ojo ajeno; fíjate en la viga que tienes en tu propio ojo».
Pues más que atender a los defectos de los demás, vamos a pensar en nuestros propios defectos. Si cada uno de nosotros se propusiera ser mejor, no hay duda que el mundo sería mejor. Algo del mundo mejoraría si nosotros mejoramos.
Vamos a preocuparnos de ser nosotros mejores y así el mundo será un poco mejor.
El conferenciante era el Padre Loring S.I.
Un saludo grande, hoy Sant Jordi (esta noche tenemos una cena conmemorativa un puñado de catalanes del Reino de Granada).