La primera regla del arte de la reformulación es: «no te enfades, reformula».
Sin embargo, escribo esta entrada con enfado, frío y cerebral; pero enfado.
La nueva ley de universidades, de pasada y por la puerta de atrás, prohíbe a las universidades públicas tener convenios con los Colegios Mayores que no sean mixtos.
La causa próxima es un supuesto delito por los «insultos machistas» de unos colegiales del Colegio Mayor Elías Ahuja hacia las colegialas del Santa Mónica. Ahora resulta que la Fiscalía ha archivado la investigación por no apreciar que exista tal «delito».
Queda así más a la vista una causa intermedia de la prohibición, que es la ideología de género, que entiende que para llegar a la igualdad hay que confundirlo todo.
Obligar a que los colegios mayores sean mixtos es absurdo desde la misma perspectiva de género. ¿A quién se le ocurre, para proteger a las chicas del machismo, obligarlas a convivir en el mismo espacio con los machistas? ¿Quién puede asegurar que un colegio mayor no es mixto, si se promueve que cada uno sea hombre o mujer sin más que decir que se siente así, que puede cambiar de un día para otro, e incluso fluir constantemente sin aterrizar en nada?
Incongruencias al margen. Lo que se ha vendido como un ataque a los colegios mayores, es en realidad un atentado a la «sacrosanta» autonomía universitaria. Porque la prohibición va dirigida a las universidades públicas, no a los colegios mayores; aunque a estos también les afecte.
Los que pondrían el grito en el cielo de haberse tocado mínimamente la autonomía universitaria en otro caso, los que defienden con feroz empeño «lo público», callan en este caso.
Y callan los que en todo ven un retroceso de derechos, tragándose el sapo de que a personas adultas se les quiera imponer dónde y como han de alojarse y organizarse.
Pues no deberían callar; aunque ya se que el modelo autoritario estatalizante prefiere la táctica de tierra quemada a cualquier atisbo de iniciativa privada.
Y no deberían callar porque lo que este pegote en la ley de universidades hace es perjudicar, y mucho, a las universidades públicas, a las que se pone en situación de perder un patrimonio cultural universitario de primer orden, de tradición centenaria y de probado interés para alcanzar la tan cacareada excelencia universitaria.
La mayoría de los colegios mayores cederán. Mixtos, se irán convirtiendo cada día más en meras residencias universitarias, cada vez menos distinguibles de las residencias de estudiantes que están construyendo por todas partes fondos de inversión multinacionales y pequeños inversores, sin más interés que el crematístico. Casi todos ellos privados, por cierto. Poderoso caballero es don dinero y sus secuaces de lo políticamente correcto.
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Los Colegios Mayores que resistan seguirán ofreciendo a sus colegiales una vida universitaria y cultural que ya solo se va a encontrar en ellos. Un oasis en medio del erial, donde aún se podrá alcanzar una formación humanizadora. Pero será forzadamente para unos pocos. Muy pocos. Y quién sabe si ligados a las universidades privadas.
Pensar en todo esto me da coraje, además de una gran tristeza. No me desaliento; pero que, además, hagan estas tropelías señores a los que pagamos el sueldo para que nos faciliten las cosas...
Y que lo hagan por lo que es, en definitiva, la causa remota y fundamental: vivir del cuento, del politiqueo partidista.
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Foto: atarifa CC
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