Ya tengo suficientes coincidencias como para escribir esta entrada. Esta mañana, jueves laboral, 11:00, salgo al banco y me encuentro por la calle a un varón de unos 40 años empujando el carrito del bebé sin prisa ninguna, expresión seria y nada más entre manos. Pueden darse muchas interpretaciones a este hecho, como que está avanzando por fin el reparto igualitario de tareas domésticas y consolidándose el acceso al permiso de paternidad. De repente, por una acera perpendicular, avanza otro varón de iguales características y circunstancias: la casualidad me lleva a pensar que cabe la posibilidad de que al menos uno -y quizá ambos- de los casos sea debido al paro.
Y aquí enlazo con las observaciones que tengo archivadas. Una, el progreso imparable de la afición a la bicicleta: es corriente salir a una gestión mañanera y encontrarse con grupos nutridos de varones de mediana edad vestidos de Induráin reunidos en la cabecera del Paseo de la Fuente de la Bicha, discutiendo el recorrido que van a hacer a esas horas de oficina.
Otras dos experiencias son puntuales. Una tarde veo a una novia de blanco, abanicándose por el calor, encajada en un Seiscientos engalanado para la ocasión, conducida por la que parecía su madre. Se acabaron las Limusinas. La segunda es aún más tremenda, por el contraste: ya de noche, distingo a un hombre joven incorporado sobre una bicicleta rebuscando en un contenedor de basura; en la espalda de la camiseta se lee, blanco y grande sobre oscuro, "Messi". Estuve tentado de hacerle una foto; pero me pareció indecente.
Vuelvo de mi gestión bancaria esta mañana, 11:45, y se cruza conmigo un vecino, profesor de universidad, que camina con aire deportivo escuchando la radio. Se detiene quitándose un auricular y me responde que va camino de la piscina para nadar. Le digo que qué suerte, y me dice que si yo no puedo. Le confieso que nadar me aburre; pero luego caigo en la cuenta de que yo no puedo ir a nadar, ni a pasear ni a montar en bicicleta un jueves laboral por la mañana, y que quizá el que tiene suerte, porque tiene trabajo, y mucho trabajo, soy yo.
Hace un par de fines de semana quise quedar bien con un tipo como los del carrito, alabando lo bien que su criatura le pegaba a la pelota: "se nota que ha salido a su padre, seguro que tú juegas mucho al fútbol". Me dijo que le encanta el fútbol, que ha jugado mucho; pero que ya no juega. ¿Una lesión? No: "soy autónomo, y no puedo permitirme el lujo de una lesión".
No hay nada como patear la calle, observar, preguntar, escuchar. Me pregunto cuántos de los políticos hoy en campaña tienen al menos algún asesor a pie de calle.
Y aquí enlazo con las observaciones que tengo archivadas. Una, el progreso imparable de la afición a la bicicleta: es corriente salir a una gestión mañanera y encontrarse con grupos nutridos de varones de mediana edad vestidos de Induráin reunidos en la cabecera del Paseo de la Fuente de la Bicha, discutiendo el recorrido que van a hacer a esas horas de oficina.
Otras dos experiencias son puntuales. Una tarde veo a una novia de blanco, abanicándose por el calor, encajada en un Seiscientos engalanado para la ocasión, conducida por la que parecía su madre. Se acabaron las Limusinas. La segunda es aún más tremenda, por el contraste: ya de noche, distingo a un hombre joven incorporado sobre una bicicleta rebuscando en un contenedor de basura; en la espalda de la camiseta se lee, blanco y grande sobre oscuro, "Messi". Estuve tentado de hacerle una foto; pero me pareció indecente.
Vuelvo de mi gestión bancaria esta mañana, 11:45, y se cruza conmigo un vecino, profesor de universidad, que camina con aire deportivo escuchando la radio. Se detiene quitándose un auricular y me responde que va camino de la piscina para nadar. Le digo que qué suerte, y me dice que si yo no puedo. Le confieso que nadar me aburre; pero luego caigo en la cuenta de que yo no puedo ir a nadar, ni a pasear ni a montar en bicicleta un jueves laboral por la mañana, y que quizá el que tiene suerte, porque tiene trabajo, y mucho trabajo, soy yo.
Hace un par de fines de semana quise quedar bien con un tipo como los del carrito, alabando lo bien que su criatura le pegaba a la pelota: "se nota que ha salido a su padre, seguro que tú juegas mucho al fútbol". Me dijo que le encanta el fútbol, que ha jugado mucho; pero que ya no juega. ¿Una lesión? No: "soy autónomo, y no puedo permitirme el lujo de una lesión".
No hay nada como patear la calle, observar, preguntar, escuchar. Me pregunto cuántos de los políticos hoy en campaña tienen al menos algún asesor a pie de calle.
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