La manida cita del poeta está hoy de tremenda actualidad. Leo continuamente en noticas, reportajes entrevistas, etc. declaraciones de que los jóvenes de hoy -vamos a poner 20 años- reciben un mundo peor que el que recibieron sus padres. Como yo tengo la edad de esos malvados progenitores que vamos a legar un mundo peor que el que recibimos, me he puesto a cavilar sobre la clase de mundo que recibí a los veinte, es decir, el de 1971 y alrededores, y por más vueltas que le doy no logro encontrar en qué era aquel mundo mejor que el de ahora. ¿Guerras? ¿Ya no nos acordamos de la Guerra Fría, que era sobre todo caliente, con las heridas de dos guerras mundiales aún lacerando? ¿Terrorismo? ¿Qué me dicen de la Baader Meinhoff, IRA, ETA, las Brigadas Rojas, los palestinos, etc.? ¿Qué mayor confrontación de civilizaciones que el de los dos bloques?, o ¿qué crisis mayor que la del petróleo?, o ¿qué desbarajuste como el de la Teología de la Liberación? ¿Cuándo ha habido más dictaduras en el poder que en 1971? Por no hablar de las hambrunas, las catástrofes naturales, la pobreza o el subdesarrollo de las decenas de países considerados en vías de desarrollo.
Lo que sí puede ser diferente es que, en circunstancias tales, los jóvenes de entonces nos pusimos a trabajar, recogiendo el testigo de nuestros padres, los que recibieron un mundo aún peor, un mundo en cenizas para legarnos un mundo en construcción, y derribamos el muro, combatimos el terrorismo enterrando a nuestros muertos sin desfallecer, refutamos a Malthus con una capacidad de producción asombrosa, sacamos petróleo del mar, abrimos las fronteras hasta construir un mundo global, inventamos Internet, salimos al espacio, extendimos la riqueza a capas insospechadamente amplias de la población, multiplicamos la acción de socorro por todo el mundo, pusimos orden y claridad en las doctrinas políticas y religiosas...
Está claro que queda mucho por hacer; pero el gran error consiste, a mi juicio, en trasladar a los jóvenes el mensaje mentiroso- de que son víctimas de una desastrosa generación precedente. Tienen más formación, más medios y más libertad que, quizá, se ha tenido nunca en la historia de la Humanidad; sucede que ahora les toca a ellos coger el testigo y seguir avanzando, y a nosotros no trasladarles los complejos de unos pocos, que quizá soñaron con resolver todos los problemas, los muy ilusos, y ahora están desengañados.
Por esto pienso que el camino de los ceñudos y airados indignados no es ni justo ni constructivo. Prefiero el enfoque de esa juventud que he visto para mi sorpresa- en la reciente JMJ, confiada, dispuesta, positiva y, por tanto, alegre.
Por mi parte, me siento orgulloso de lo que recibimos de nuestros padres y de lo que estamos haciendo los que somos padres de los que hoy son jóvenes. No lo hemos hecho todo, porque es imposible, y porque algo hay que dejar a los que vienen detrás: ¡suerte!
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Lo que sí puede ser diferente es que, en circunstancias tales, los jóvenes de entonces nos pusimos a trabajar, recogiendo el testigo de nuestros padres, los que recibieron un mundo aún peor, un mundo en cenizas para legarnos un mundo en construcción, y derribamos el muro, combatimos el terrorismo enterrando a nuestros muertos sin desfallecer, refutamos a Malthus con una capacidad de producción asombrosa, sacamos petróleo del mar, abrimos las fronteras hasta construir un mundo global, inventamos Internet, salimos al espacio, extendimos la riqueza a capas insospechadamente amplias de la población, multiplicamos la acción de socorro por todo el mundo, pusimos orden y claridad en las doctrinas políticas y religiosas...
Está claro que queda mucho por hacer; pero el gran error consiste, a mi juicio, en trasladar a los jóvenes el mensaje mentiroso- de que son víctimas de una desastrosa generación precedente. Tienen más formación, más medios y más libertad que, quizá, se ha tenido nunca en la historia de la Humanidad; sucede que ahora les toca a ellos coger el testigo y seguir avanzando, y a nosotros no trasladarles los complejos de unos pocos, que quizá soñaron con resolver todos los problemas, los muy ilusos, y ahora están desengañados.
Por esto pienso que el camino de los ceñudos y airados indignados no es ni justo ni constructivo. Prefiero el enfoque de esa juventud que he visto para mi sorpresa- en la reciente JMJ, confiada, dispuesta, positiva y, por tanto, alegre.
Por mi parte, me siento orgulloso de lo que recibimos de nuestros padres y de lo que estamos haciendo los que somos padres de los que hoy son jóvenes. No lo hemos hecho todo, porque es imposible, y porque algo hay que dejar a los que vienen detrás: ¡suerte!
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Comentarios
Un saludo.
Aunque, como tienes toda la razón en lo que dices sobre la familia, las cosas no son ni van a ser fáciles: el destrozo que hay hecho y sigue haciéndose con las familias es descomunal. Soy de los que suelen pensar que las cosas saldrán bien; pero cuando pulso la cruda y terca realidad, no dejo de preguntarme ¿cómo será posible?
David, gracias por el poema, en efecto, luchemos juntos por la paz, el amor y la libertad; pero sabiendo que nunca acabaremos la tarea.