¿Qué pinta el 15M en las protestas por la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud? El tiempo desnuda las vergüenzas y arranca las caretas; así está pasando con este movimiento de indignados, que arrancó como plural, abierto, ajeno a grupos, siglas y banderas.
Seguí con atención las acampadas y asambleas en sus comienzos; aunque uno ya ha visto muchas cosas y anda con la mosca tras la oreja, algunos parlamentos oídos en la Plaza del Carmen (Granada), algunas actitudes hicieron que se tambalearan mis reticencias, porque deseo como el que más una regeneración del sistema político, financiero y comunicativo de España y del mundo.
Cuando con el paso de los días el ambiente de las acampadas tomaba el aspecto de okupación anti sistema, procuré pensar que era lógico, pues no se puede vivir al raso sobre duro suelo oliendo a colonia y con el polo rosa y las bermudas a cuadros impolutos. El reiterado rechazo del movimiento a ser instrumentalizado por los desesperados políticos de la izquierda cavernaria ha supuesto, hasta ahora, un soplo de aire fresco: ¿será verdad que los jóvenes comprometidos de hoy están libres de los esquemas ideológicos que han atenazado a los que ahora cumplimos cincuenta años?
Demasiado bonito para ser cierto. La JMJ y la visita del Papa Benedicto XVI está provocando que al 15M se le vea el plumero, su verdadero rostro. Uno de los rasgos de ese rostro es el estatalismo, lo que hoy llaman lo público, esa concepción de que solo el Estado es neutral y desinteresado, un reflejo del socialismo que anida en la mayoría, de izquierda a derecha, según el cual los ciudadanos somos unos inmaduros a los que hay que tutelar, o aún peor, unos malvados egoistas a los que hay que domar.
Me parece que este estatismo merece el nombre de fe, pues ni siquiera la indignación ante la evidente corrupción de tanos agentes públicos (políticos, funcionarios, etc.) lo debilita. Sigue adorándose un dios Estado, público, presuntamente virgen e inmaculado, y, por tanto, laico.
¿A qué viene, sino, que el 15M vaya de la mano estos días de grupos perfectamente constituidos y excluyentes como Europa Laica, Redes Cristianas y AMAL (Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores)? ¿Por qué esa coincidencia con los llamamientos de los sindicatos de clase -es decir, de izquierdas- a la huelga de personal de aeropuertos y metro, en Madrid, precisamente el fin de semana de la JMJ?
Demasiadas coincidencias, demasiado plumero a la vista como para seguir desechando las suspicacias que levanta el 15M, o al menos en lo que el 15M, ahora, se ha convertido.
Foto Alberto Tarifa. Grafito en la calle Elvira, Granada, España.
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Seguí con atención las acampadas y asambleas en sus comienzos; aunque uno ya ha visto muchas cosas y anda con la mosca tras la oreja, algunos parlamentos oídos en la Plaza del Carmen (Granada), algunas actitudes hicieron que se tambalearan mis reticencias, porque deseo como el que más una regeneración del sistema político, financiero y comunicativo de España y del mundo.
Cuando con el paso de los días el ambiente de las acampadas tomaba el aspecto de okupación anti sistema, procuré pensar que era lógico, pues no se puede vivir al raso sobre duro suelo oliendo a colonia y con el polo rosa y las bermudas a cuadros impolutos. El reiterado rechazo del movimiento a ser instrumentalizado por los desesperados políticos de la izquierda cavernaria ha supuesto, hasta ahora, un soplo de aire fresco: ¿será verdad que los jóvenes comprometidos de hoy están libres de los esquemas ideológicos que han atenazado a los que ahora cumplimos cincuenta años?
Demasiado bonito para ser cierto. La JMJ y la visita del Papa Benedicto XVI está provocando que al 15M se le vea el plumero, su verdadero rostro. Uno de los rasgos de ese rostro es el estatalismo, lo que hoy llaman lo público, esa concepción de que solo el Estado es neutral y desinteresado, un reflejo del socialismo que anida en la mayoría, de izquierda a derecha, según el cual los ciudadanos somos unos inmaduros a los que hay que tutelar, o aún peor, unos malvados egoistas a los que hay que domar.
Me parece que este estatismo merece el nombre de fe, pues ni siquiera la indignación ante la evidente corrupción de tanos agentes públicos (políticos, funcionarios, etc.) lo debilita. Sigue adorándose un dios Estado, público, presuntamente virgen e inmaculado, y, por tanto, laico.
¿A qué viene, sino, que el 15M vaya de la mano estos días de grupos perfectamente constituidos y excluyentes como Europa Laica, Redes Cristianas y AMAL (Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores)? ¿Por qué esa coincidencia con los llamamientos de los sindicatos de clase -es decir, de izquierdas- a la huelga de personal de aeropuertos y metro, en Madrid, precisamente el fin de semana de la JMJ?
Demasiadas coincidencias, demasiado plumero a la vista como para seguir desechando las suspicacias que levanta el 15M, o al menos en lo que el 15M, ahora, se ha convertido.
Foto Alberto Tarifa. Grafito en la calle Elvira, Granada, España.
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