Ayer celebramos el cumpleaños de un amigo, accitano. Con este motivo, agarrándome a los pelos de su frondoso bigote, decidí dedicarle el siguiente estudio:
El Bigote es un ente imponente. Basta pensar que, según autores, al parecer, proviene del alemán bei Got -¡por Dios!-, o del inglés Big God -¡gran Dios! Además, la terminación en “ote” remite inmediatamente al aumentativo: grandote, animalote, cachalote, hotentote…
También su otra acepción, “mostacho”, resulta apabullante, y no digamos la elegancia del “moustache” francés, o la contundencia del ruso “mostachof”.
Además, el bigote da lugar a frases recias y definitivas, redondas:
Bigotes hay para todas las fortunas y gustos, desde la pelusilla de melocotón de los adolescentes hasta los severos bigotazos de los archiduques austriacos, pasando por el intimidatorio bigote del sargento de la Guardia Civil.
Los hay muy representativos en política: la fina línea recta del bigote facha tipo Vizcaíno Casas; la mosca nazi de Hitler; la morsa liberal-conservadora de Aznar o el tiránico bigote de Stalin.
Pero también hay gran variedad de bigotes muy significativos en el mundo del arte, desde Dalí a Chaplin. Entre estos, hemos buscado el más apropiado para el homenajeado, y pensamos que el ganador es el “Bigote Dupont”.
Los agentes secretos Dupont y Dupond son los famosos inspectores clónicosde Tintín (Thomson and Thompson, Hernández y Fernández). Gracias a esta investigación hemos averiguado que, siendo idénticos, se distinguen… por el bigote.
En España hay muchos famosos que, mejorando lo presente, hacen honor al “Bigote Dupont” o “Bigote de brocha gorda”. Por ejemplo, el gran humorista Santi Rodríguez.
Pero en cuestión de bigotes, quien destaca es Francisco de Quevedo, y no solo por el suyo, tan bien situado entre sus “quevedos” y su perilla, sino por el archifamoso soneto dedicado a tan alabado apéndice facial:
Érase un hombre a un bigote pegado,
érase un bigote supertlativo,
érase un bigote bozo y cepillo,
érase un rostro embigotado.
Era un bigote encarado;
érase un escobón de barrendero altivo;
érase una cueva de Guadix con tejadillo;
era Bigote Arrocet más poblado.
Érase un velamen de galera;
éranse las arenas de Egipto;
las selvas amazónicas era.
Era un toldo infinito;
muchísimo bigote, pelambrera tan fiera;
que si no estuviera fuera delito.
El Bigote es un ente imponente. Basta pensar que, según autores, al parecer, proviene del alemán bei Got -¡por Dios!-, o del inglés Big God -¡gran Dios! Además, la terminación en “ote” remite inmediatamente al aumentativo: grandote, animalote, cachalote, hotentote…
También su otra acepción, “mostacho”, resulta apabullante, y no digamos la elegancia del “moustache” francés, o la contundencia del ruso “mostachof”.
Además, el bigote da lugar a frases recias y definitivas, redondas:
- Hace mucho frío: Hace un frío de bigotes
- Estoy harto: Estoy hasta el bigote
- Es un hombre hecho y derecho: Es un tío con todo el bigote
- Es un hombre valiente: Es un tipo con dos bigotes
- ¡Esto es un escándalo!: ¡Tiene bigotes!
Bigotes hay para todas las fortunas y gustos, desde la pelusilla de melocotón de los adolescentes hasta los severos bigotazos de los archiduques austriacos, pasando por el intimidatorio bigote del sargento de la Guardia Civil.
Los hay muy representativos en política: la fina línea recta del bigote facha tipo Vizcaíno Casas; la mosca nazi de Hitler; la morsa liberal-conservadora de Aznar o el tiránico bigote de Stalin.
Pero también hay gran variedad de bigotes muy significativos en el mundo del arte, desde Dalí a Chaplin. Entre estos, hemos buscado el más apropiado para el homenajeado, y pensamos que el ganador es el “Bigote Dupont”.
Los agentes secretos Dupont y Dupond son los famosos inspectores clónicosde Tintín (Thomson and Thompson, Hernández y Fernández). Gracias a esta investigación hemos averiguado que, siendo idénticos, se distinguen… por el bigote.
En España hay muchos famosos que, mejorando lo presente, hacen honor al “Bigote Dupont” o “Bigote de brocha gorda”. Por ejemplo, el gran humorista Santi Rodríguez.
Pero en cuestión de bigotes, quien destaca es Francisco de Quevedo, y no solo por el suyo, tan bien situado entre sus “quevedos” y su perilla, sino por el archifamoso soneto dedicado a tan alabado apéndice facial:
Érase un hombre a un bigote pegado,
érase un bigote supertlativo,
érase un bigote bozo y cepillo,
érase un rostro embigotado.
Era un bigote encarado;
érase un escobón de barrendero altivo;
érase una cueva de Guadix con tejadillo;
era Bigote Arrocet más poblado.
Érase un velamen de galera;
éranse las arenas de Egipto;
las selvas amazónicas era.
Era un toldo infinito;
muchísimo bigote, pelambrera tan fiera;
que si no estuviera fuera delito.
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