Por JUAN MANUEL DE PRADA ABC , 29 de abril de 2006 IMAGINO que a alguna de las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan, enfrentada a su formulario de declaración de la renta, le asaltará el dilema de si debe colaborar en el sostenimiento de la Iglesia . Quizá esa lectora hipotética a la que me dirijo no sea una católica practicante, quizá la incomoden algunos pronunciamientos de las jerarquías eclesiásticas, quizá la fe que exaltó su infancia se haya agostado; sin embargo, le desagrada ese laicismo belicoso que se respira en el ambiente, se siente a disgusto cada vez que la Iglesia es escarnecida desde tribunas mediáticas y acosada por quienes desean resucitar ese clima de anticlericalismo aciago que infama los peores pasajes de nuestra Historia. A esas personas que, sin comulgar plenamente con sus postulados, valoran beneficiosamente el acervo moral que la Iglesia nos ha transmitido; a esas personas que, desde la distancia con la fe y la práctica católicas, consideran beneficio
Elementos para el debate de ideas y la acción por el Hombre