Lo cuenta Luigi Geminazzi al comienzo de su libro La Atlántida roja. El fin del comunismo en Europa. Llega a la Polonia soviética en la década de los 80. Lo primero que aprende en polaco es «nie ma», no hay.
«La segunda frase que aprendí fue «jest Kolejka», hay cola. Para los polacos hacer cola se ha convertido en la cosa más natural del mundo. Se ponen en fila allí donde haya una cola. Simplemente, instintivamente, sin siquiera preguntarse el motivo. Y sin saber si al final se encontrarán con el enésimo mostrador vacío o si serán tan afortunados que encontrarán algo. Cualquier cosa, porque en una sociedad donde falta todo, incluso la mercancía más insignificante es mejor que nada.
"Salgo a hacer cola" no es una broma, como pensé la primera vez que oí esta expresión en boca de algunos amigos polacos. Es simplemente la condición natural de quien vive en un régimen socialista. No hay que dar muchas vueltas para descubrir que, en Polonia, Kolejka no es un vocablo como cualquier otro, sino una categoría filosófica, el supremo imperativo de una existencia coartada.
Peor aún: es el estigma de una humillación social de la que no puedes escapar. Me lo explicó un día el disidente soviético Alexandr Zinóviev, el autor de Cumbres abismales, escritor de melancólica y expresiva ironía. "Para nosotros la cola no es un inconveniente desagradable y por lo demás ocasional, como sucede entre vosotros en Occidente. Es un instrumento del poder para mantener a los ciudadanos en un estado de sometimiento psicológico y de desmoralización constante"».
Este efecto de las colas me hizo pensar en que lo mismo están produciendo la mentira y el cinismo de los que nos gobiernan ahora aquí, junto con el miedo (al infierno climático, a la pandemia, a la ultra derecha...). Con este mentir, asustar y reirse de los ciudadanos pretenden, y lo consiguen, desmoralizarnos, someternos psicológicamente y mantenerse en el poder, cercenando toda posible reacción.
Como hicieron los polacos, como hicieron sucesivamente los ciudadanos de los demás países de Europa del Este, tendremos que hacer nosotros, mejor pronto que tarde: exigir lo que corresponde a la dignidad inalienable del hombre, más allá de luchas ideológicas o partidistas.
Esta es la verdadera batalla cultural, la defensa de la dignidad humana. Contra la mentira, la manipulación, la violencia, la amenaza, que hieren profundamente nuestra dignidad.
¿Reaccionamos ya, o esperamos a que caiga el meteorito?
Comentarios