Anoche me comunicó Antonio Barnés -periodista, profesor y escritor- el fallecimiento repentino en Madrid de José Miguel Cejas. Sobre José Miguel se está escribiendo y se va a escribir mucho y bien estos días, porque es un personaje entrañable, que siempre ha trabajado para los demás, y pienso que esto le define. Periodista, profesor; pero sobre todo, para mí, escritor: sus libros son una bocanada de aire fresco y él, mejor que sus libros.
El gran contador de historias visuales Ismael Martínez reconoce una de las facetas de José Miguel más ocultas, con ser la que más prodigó, el sabio consejo profesional, en una entrada de Facebook ayer: "Ismael, ten los sentidos abiertos en tu viaje a Togo: ve, mira, piensa y escucha... y escribe cada noche en caliente antes de irte a la cama... Pero Ismael, yo estoy preocupado sobre todo por el agua y por la comida. Tu flora y tu fauna intestinal no saben todavía que te vas a África: no les des sustos. Pero, a pesar de todo, comunica siempre en positivo el continente sin mostrar nuestro paternalismo".
Ismael y yo tuvimos la suerte de contar con José Miguel para dar una vuelta de tuerca de calidad a la Jornada de Comunicación Siglo XXI de 2008. Recuerdo que hizo y añadió mucho trabajo al que ya teníamos; aunque siempre acertado. La anécdota que "sufrí" con él es la siguiente: y había conseguido una buena cámara para grabar la Jornada y José Miguel me aconsejó una segunda; la conseguí. La víspera del día D, en medio de la locura, me pide una tercera cámara para grabar exteriores a primera hora de la mañana, le respondí afirmativamente sin ninguna intención de ponerme a buscarla; sin embargo la conseguimos y citamos al cámara para que estuviera no sé dónde a no sé qué hora temprana: José Miguel no se presentó, estaba rendido y se había quedado en su alojamiento a descansar, sin avisar a nadie.
Despistado, muy trabajador, muy generoso. Descansa en paz. Pero sigue con nosotros a través de sus libros, esos llenos de hombres y mujeres corrientes que hacen cosas grandes a base de cosas pequeñas, pero enamoradas. Libros suyos; pero que no eran suyos, porque escribía y desaparecía, o mejor, no aparecía, porque no se puede desaparecer sin haber aparecido previamente.
El gran contador de historias visuales Ismael Martínez reconoce una de las facetas de José Miguel más ocultas, con ser la que más prodigó, el sabio consejo profesional, en una entrada de Facebook ayer: "Ismael, ten los sentidos abiertos en tu viaje a Togo: ve, mira, piensa y escucha... y escribe cada noche en caliente antes de irte a la cama... Pero Ismael, yo estoy preocupado sobre todo por el agua y por la comida. Tu flora y tu fauna intestinal no saben todavía que te vas a África: no les des sustos. Pero, a pesar de todo, comunica siempre en positivo el continente sin mostrar nuestro paternalismo".
Ismael y yo tuvimos la suerte de contar con José Miguel para dar una vuelta de tuerca de calidad a la Jornada de Comunicación Siglo XXI de 2008. Recuerdo que hizo y añadió mucho trabajo al que ya teníamos; aunque siempre acertado. La anécdota que "sufrí" con él es la siguiente: y había conseguido una buena cámara para grabar la Jornada y José Miguel me aconsejó una segunda; la conseguí. La víspera del día D, en medio de la locura, me pide una tercera cámara para grabar exteriores a primera hora de la mañana, le respondí afirmativamente sin ninguna intención de ponerme a buscarla; sin embargo la conseguimos y citamos al cámara para que estuviera no sé dónde a no sé qué hora temprana: José Miguel no se presentó, estaba rendido y se había quedado en su alojamiento a descansar, sin avisar a nadie.
Despistado, muy trabajador, muy generoso. Descansa en paz. Pero sigue con nosotros a través de sus libros, esos llenos de hombres y mujeres corrientes que hacen cosas grandes a base de cosas pequeñas, pero enamoradas. Libros suyos; pero que no eran suyos, porque escribía y desaparecía, o mejor, no aparecía, porque no se puede desaparecer sin haber aparecido previamente.
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