La primera vez que vi a Daniel Fernández fue en un vídeo de una tertulia con el fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá de Balaguer, en la casa de retiros de Castelldaura, entre las dos Premià. Si no recuerdo mal, Daniel contó que a fuerza de pedir dinero para sacar adelante diferentes labores apostólicas, los bancos ya no le prestaban ni un duro: había empeñado hasta su capacidad de crédito.
Esta anécdota me da pie para explicar en qué consiste la relación entre los catalanes y el dinero, lo que fuera de Cataluña se califica con deje despectivo de "pesetero". El catalán -por lo menos el de antes de que el gobierno autónomo inficionara un pueblo emprendedor con el virus del funcionarismo-, mira mucho la peseta, para luego actuar con una generosidad que da vértigo, precisamente porque es una magnanimidad muy consciente.
Conocí a Daniel Fernández, Dani, años después, en una reunión del grupo promotor del club juvenil Obenc, en Badalona, que él presidía. Se trataba de pagar la nueva sede del club, que hasta ese momento había vivido en precario, de un lugar a otro. Enseguida comprobé que aquella magnífica sede saldría adelante porque estaba él allí; porque los demás íbamos a aportar poco.
La segunda y última vez en que coincidí con Dani, fue durante la inauguración de la mencionada sede. Renunció a cualquier protagonismo, casi no puedo asegurar que estuviera presente. De hecho, ningún miembro del grupo promotor, nadie del comité de padres, ni del comité directivo del club quiso tomar la palabra: acabé siendo yo el que habló en esa ocasión, porque alguien tenía que hacerlo.
Daniel Fernández ha fallecido hace unos días. No puedo decir que lo conociera más allá de lo que he contado; más relación he tenido con dos de sus muchos hijos. Pero me une a él una fuerte corriente de emoción subterránea: el C.B. Joventut de Badalona, "la Penya", de la que fue directivo y a la que contribuyó en convertir en una potencia europea del baloncesto, además de uno de los clubes más simpáticos para todo el mundo.
Yo soy de la Penya desde que el Círculo Católico de Badalona dejó de llamarse así; en Badalona viví la liga que le ganamos al todopoderoso Barça, ya en nuestro flamante estadio olímpico, y la decepción de aquella última canasta que nos dejó en subcampeones de Europa. Celebré ser Campeones ya en Granada; pero como si hubiese estado en la Plaça de la Vila.
El Joventut ha homenajeado oportunamente a Daniel Fernández el pasado sábado, al comienzo del primer partido de la nueva temporada, saldado, además, con victoria. Para todos los amantes del baloncesto fue muy emotivo; para mí fue mucho más, aunque lo haya vivido desde la lejanía.
Como me ha escrito Joan, uno de los hijos de Dani, que tota la Penya arribi al Cel! Força Penya!
Esta anécdota me da pie para explicar en qué consiste la relación entre los catalanes y el dinero, lo que fuera de Cataluña se califica con deje despectivo de "pesetero". El catalán -por lo menos el de antes de que el gobierno autónomo inficionara un pueblo emprendedor con el virus del funcionarismo-, mira mucho la peseta, para luego actuar con una generosidad que da vértigo, precisamente porque es una magnanimidad muy consciente.
Conocí a Daniel Fernández, Dani, años después, en una reunión del grupo promotor del club juvenil Obenc, en Badalona, que él presidía. Se trataba de pagar la nueva sede del club, que hasta ese momento había vivido en precario, de un lugar a otro. Enseguida comprobé que aquella magnífica sede saldría adelante porque estaba él allí; porque los demás íbamos a aportar poco.
La segunda y última vez en que coincidí con Dani, fue durante la inauguración de la mencionada sede. Renunció a cualquier protagonismo, casi no puedo asegurar que estuviera presente. De hecho, ningún miembro del grupo promotor, nadie del comité de padres, ni del comité directivo del club quiso tomar la palabra: acabé siendo yo el que habló en esa ocasión, porque alguien tenía que hacerlo.
Daniel Fernández ha fallecido hace unos días. No puedo decir que lo conociera más allá de lo que he contado; más relación he tenido con dos de sus muchos hijos. Pero me une a él una fuerte corriente de emoción subterránea: el C.B. Joventut de Badalona, "la Penya", de la que fue directivo y a la que contribuyó en convertir en una potencia europea del baloncesto, además de uno de los clubes más simpáticos para todo el mundo.
Yo soy de la Penya desde que el Círculo Católico de Badalona dejó de llamarse así; en Badalona viví la liga que le ganamos al todopoderoso Barça, ya en nuestro flamante estadio olímpico, y la decepción de aquella última canasta que nos dejó en subcampeones de Europa. Celebré ser Campeones ya en Granada; pero como si hubiese estado en la Plaça de la Vila.
El Joventut ha homenajeado oportunamente a Daniel Fernández el pasado sábado, al comienzo del primer partido de la nueva temporada, saldado, además, con victoria. Para todos los amantes del baloncesto fue muy emotivo; para mí fue mucho más, aunque lo haya vivido desde la lejanía.
Como me ha escrito Joan, uno de los hijos de Dani, que tota la Penya arribi al Cel! Força Penya!
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