Ya hemos empezado a ser menos humanos y más robots (o "transhumanos", ya no se).
Acabo de leer ¿Adiós a los cuerpos? Otro efecto inesperado del tsunami digital, artículo de artículos de mi admirado Juan Meseguer, y he reconocido inmediatamente muchos de mis comportamientos deshumanizadores y una reciente mala experiencia.
Muy resumidamente, ¿Adiós a los cuerpos? viene a decir lo que la artista plástica Jenny Odell: “A medida que el cuerpo desaparece, también lo hace nuestra capacidad para empatizar”.
Quizá porque soy un boomer primitivo, quizá porque, efectivamente, como dice Byung-Chul Han, “la desaparición del otro es precisamente la razón ontológica por la que el smartphone hace que nos sintamos solos”, siempre me he sentido desde incómodo a muy incómodo en las reuniones telemáticas.
Y eso que, pandemia mediante, he tenido ocasiones de sobra para acomodarme.
Ahora bien; lo de ayer fue patético.
Ayer participé en una reunión del comité organizador del XI Simposio San Josemaría vía telefónica.
Solo voz.
Se trata de un comité muy comprometido y muy peleón.
No hay asunto que entre limpiamente, todo se discute y pelea hasta el último detalle.
Aún recuerdo una reunión de hace varias ediciones, fagocitada por la cuestión "vital" del uniforme de las azafatas (también había azafatos; pero su vestimenta no supuso ningún problema).
En la reunión anterior a la de ayer, uno de los componentes del comité lanzó una idea que fue acogida por todos sin más; dos o tres "de acuerdo", y la muda aprobación del resto.
Había que ver la cara de sorpresa, primero, y de suspicacia, después, del poroponente.
Algo se le escapaba, seguro que había alguna trampa en tan unánime aquiesciencia.
Todos nos dimos cuenta solo con mirarnos.
Nos reímos mucho.
Esto no puede pasar si no estamos presentes.
Ayer seguí la reunión solo por voz. Me puse nervioso, como si estuviera ciego por primera vez. Noté que mis intervenciones iban cargadas de acritud, de excesivo énfasis, casi de violencia, como queriendo compensar con contundencia mi ausencia corporal.
Acabé agotado y disgustado una reunión en la que normalmente disfruto y, eventualmente, comemos patatas fritas OYA o Santo Reino.
Si dejamos que lo digital sustituya lo presencial, sucede lo que señala Fabrice Hadjadj, que "el divorcio acaba siendo el estado habitual, ordinario y subyacente de la vida".
Por eso, urge más que nunca rescatar la realidad real. O como propone más bellamente Odell, que tiene la experiencia de que, cuando ha aparcado el smartphone y se ha entregado a “prácticas de atención deliberada” en medio de la naturaleza y de sus próximos, ha descubierto delante de sus ojos la “realidad aumentada” con la que soñaba.
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Foto: Garbage Selfie, Jenny Odell, 2014. A self portrait composed of everything I threw away, recycled or composted between February 10 and March 1, 2014.
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