Por José Francisco Serrano Oceja en La Gaceta de los Negocios, el 19 de abril de 2009
La respuesta de no pocos cristianos y la reacción de algunos eclesiásticos centroeuropeos ante las obras de misericordia del corazón del Papa; la desidia y la dejadez de no pocos; el empeño de algunos de conjugar su confesión de cristianos con el aborto y con la negación de verdades de fe reveladas; las reacciones de quienes aprovechan el misterio del mal en la vida de un fundador para atacar a quienes viven en fidelidad el carisma del Reino de Cristo; la distancia o la desafección de quienes murmuran en privado y callan en público debiendo hablar con claridad; una dialéctica, como siempre nefasta, que sostiene que el progreso interno de la Iglesia se realiza desde la tesis a la antítesis; la división interna de quienes tiene la responsabilidad de ser signos de unidad, “que todos sean uno”, y son causa de división; los conflictos y una intensa judicialización de las disputas dentro de la Iglesia; las memorias recién editadas de un anti-papa mediático epígono de una forma de entender el mensaje cristiano y la Iglesia en permanentes rebajas; la ruptura entre la fe que profesan y la vida ordinaria, entre libertad y verdad, entre fe y moral… son síntomas del caballo de Troya en la ciudad de Dios. Un cristianismo sin cruz, una Iglesia sin santos, no es ni cristianismo, ni Iglesia. Vivimos tiempos para retomar algunas de las grandes obras de reforma de la Iglesia, de auténtica, de verdadera reforma postconciliar.
En los años setenta se publicó un libro del filósofo Dietrich Von Hildebrand, “El caballo de Troya en la ciudad de Dios”, que concluye con un epílogo que de nuevo debiera ser meditado a la sombra de la cruz. Si como dice Hans Urs von Balthasar, “hay que erigir al hombre moderno (una entidad verdaderamente crítica) en la medida de lo que la Palabra de Dios ha de decir o no ha de decir”, entonces se acabó la religión.
Von Hildebrand recuerda que “Cristo no pude menos que ser escándalo para el mundo en todas las épocas de la historia, por el antagonismo esencial que existe entre el espíritu de Cristo y el espíritu del mundo. La verdadera renovación de la Iglesia, como hace notar Urs von Balthasar, consiste en eliminar lo que hay de falso en la Iglesia –los escándalos anticristianos-, a fin de poner de relieve el verdadero escándalo de la Iglesia, ese escándalo que está enraizado en su misión misma”. El escándalo de la Cruz: ser transformados en Cristo y glorificar a Dios alcanzando la santidad.
La sombra de la cruz alcanza a toda la humanidad. Pronto hemos olvidado lo que algunos católicos decían durante los años 1933 a 1936 en Alemania: mientras Hitler no persiga a la Iglesia, no podía considerarse un enemigo de ella. Nos olvidamos con demasiada frecuencia de que san Ambrosio había negado al emperador Teodosio la entrada en la Iglesia por haber matado en Samos a 6.000 personas. Quien no mira a la cruz, quien no escucha a Dios, no tiene nada que decir al mundo.
La respuesta de no pocos cristianos y la reacción de algunos eclesiásticos centroeuropeos ante las obras de misericordia del corazón del Papa; la desidia y la dejadez de no pocos; el empeño de algunos de conjugar su confesión de cristianos con el aborto y con la negación de verdades de fe reveladas; las reacciones de quienes aprovechan el misterio del mal en la vida de un fundador para atacar a quienes viven en fidelidad el carisma del Reino de Cristo; la distancia o la desafección de quienes murmuran en privado y callan en público debiendo hablar con claridad; una dialéctica, como siempre nefasta, que sostiene que el progreso interno de la Iglesia se realiza desde la tesis a la antítesis; la división interna de quienes tiene la responsabilidad de ser signos de unidad, “que todos sean uno”, y son causa de división; los conflictos y una intensa judicialización de las disputas dentro de la Iglesia; las memorias recién editadas de un anti-papa mediático epígono de una forma de entender el mensaje cristiano y la Iglesia en permanentes rebajas; la ruptura entre la fe que profesan y la vida ordinaria, entre libertad y verdad, entre fe y moral… son síntomas del caballo de Troya en la ciudad de Dios. Un cristianismo sin cruz, una Iglesia sin santos, no es ni cristianismo, ni Iglesia. Vivimos tiempos para retomar algunas de las grandes obras de reforma de la Iglesia, de auténtica, de verdadera reforma postconciliar.
En los años setenta se publicó un libro del filósofo Dietrich Von Hildebrand, “El caballo de Troya en la ciudad de Dios”, que concluye con un epílogo que de nuevo debiera ser meditado a la sombra de la cruz. Si como dice Hans Urs von Balthasar, “hay que erigir al hombre moderno (una entidad verdaderamente crítica) en la medida de lo que la Palabra de Dios ha de decir o no ha de decir”, entonces se acabó la religión.
Von Hildebrand recuerda que “Cristo no pude menos que ser escándalo para el mundo en todas las épocas de la historia, por el antagonismo esencial que existe entre el espíritu de Cristo y el espíritu del mundo. La verdadera renovación de la Iglesia, como hace notar Urs von Balthasar, consiste en eliminar lo que hay de falso en la Iglesia –los escándalos anticristianos-, a fin de poner de relieve el verdadero escándalo de la Iglesia, ese escándalo que está enraizado en su misión misma”. El escándalo de la Cruz: ser transformados en Cristo y glorificar a Dios alcanzando la santidad.
La sombra de la cruz alcanza a toda la humanidad. Pronto hemos olvidado lo que algunos católicos decían durante los años 1933 a 1936 en Alemania: mientras Hitler no persiga a la Iglesia, no podía considerarse un enemigo de ella. Nos olvidamos con demasiada frecuencia de que san Ambrosio había negado al emperador Teodosio la entrada en la Iglesia por haber matado en Samos a 6.000 personas. Quien no mira a la cruz, quien no escucha a Dios, no tiene nada que decir al mundo.
Comentarios
Lo que está dicho claramente es que quien no toma su Cruz no puede ser Su discípulo.
me gustaría saber... a qué se refiere exactamente...
a algo relacionado con la misericorida de Sor Faustina (una típica centroeuropea)...
...o bien, está hablando de lo que ocurrió luego de que el Papa levantó la excomunión de los sres. lefevristas, incluyendo a un cierto funesto personaje...
Si se refiere a esto último, a mí no me pareció mal en absoluto la actuación de los obispos alemanes, suizos y austriacos, muy, pero muy por el contrario. Me pareció muy bien todo lo que dijeron :) fue fantástico contar con ellos, sembrando claridad y defendiendo la fe de la Iglesia!
No está demás decir -por el tema Williams- que fue en Europa central donde se exterminó a seis millones de judíos (que habían huido siglos antes de Europa occidental -muchos de ellos, de Espana- para refugiarse en el Centro y Oriente de Europa).
Tal vez me equivoco y el autor se refiere a algo distinto...
Muchos saludos!
Marta, te contestaré cuando pueda darte alguna explicación concreta.
Saludos al otro lado del Guadalquivir y del Rin.
entre paréntesis, como dice Jutta, el Papa no es solamente garante de la unidad, sino también de la diversidad...
saludos!
y qué opinas tú? qué opinas del "clero centroeuropeo"? porque no es la primera vez que lo criticas... hace poco en tu blog hay otro post en que criticas a los obispos centroeuropeos...
yo no criticaría a una parte de la Iglesia, recuerda el pasaje del Evangelio en que San Pablo cae del caballo y Jesús le pregunta "por qué me persigues?"
es la base de la doctrina sobre el cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, toda la Iglesia...
saludos Albert! saludos desde Europa Central!
Te honra la defensa de la Iglesia y de los obispos centro europeos; y te agradezco los consejos.
Pero mi blog es como es, cuelgo artículos que me parecen interesantes y cuyos autores me merecen confianza, aunque no suscriba lo que exponen o cómo lo exponen punto por punto: me gusta admitir cierta diversidad.
Tampoco creo que tú suscribas cabalmente lo que dicen todos esos blogs que enlazas; pero igual sí...
Admito que tienes razón, que no debo criticar a la Iglesia; pero te recuerdo que la crítica está en la carta del Papa.
Por otro lado, centro Europa no me cae tan lejos, y cultural e históricamente más cae bastante más cerca que a ti, que vienes del otro lado del charco...
Saludos desde Europa de un europeo.
sí, a mucha honra vengo "del otro lado del charco" como tú dices, los americanos, gracias a Dios, tenemos pocos prejuicios y la facilidad para adaptarnos críticamente en otras sociedades, probablemente, entre otras cosas porque en nuestros países (al menos en el mío) crecimos con inmigrantes de todo el mundo y con amigos procedentes de ambientesn protestantes, judíos, católico-ortodoxos, ortodoxos-ortodoxos, árabes-ortodoxos, musulmanes, bahais, ateos, comunistas y un gran etcétera :)
muchos saludos!
te recomiendo leerla nuevamente...
Sobre v. Hildebrand -y como te dije en Facebook- hay que tener cuidado con su últuma época en que se acercó (unió) a grupos tradicionalistas... lefebvristas y... esto no es bueno,
entre paréntesis y como te dije en FB, conozco a parientes suyos y, al mismo tiempo, estudiosos suyos (con el prof. Seifert que de Lichtenstein se fue a Chile con el archivo del pensador Hildebrand),
saludos y un buen domingo!
PS: sobre los artículos en mi blog: yo no "cuelgo" nada, sólo coloco links, todos críticos.