Cuentan que en Granada había hace timepo un ladrón escurridizo al que llamaban «el Feo», de tanto que debía serlo. Sucedió una madrugada que un probo policía creyó verlo y se abalanzó sobre él, lo derribó boca abajo en la fría calzada y lo esposó enérgicamente al grito de «¡ya te tengo, Feo!». Cuando el policía por fin giró la cabeza del detenido con un movimiento brusco, exclamó: «¡ahí va, si no eres el Feo!». A lo que el pobre hombre respondió jadeante: «y aunque lo fuera». Y aunque lo fuera. Esta anécdota me viene a la mente cada vez que contemplo un caso de linchamiento de una persona, presunta o condenada, que lo mismo da. Se le llama «pena de telediario» con sospechosa indulgencia. En realidad se trata del mayor destrozo que se ha producido en siglos en nuestro ordenamiento jurídico. Presumimos de un sistema judicial civilizado, garantista, alejado de tiempos oscuros e «inquisitoriales»; pero hemos retrocedido milenios en lo que al amparo judicial se refiere. El «ojo por ojo» del...
Elementos para el debate de ideas y la acción por el Hombre