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La crisis de las instituciones

Una película: Brexit; un libro: Guía de supervivencia; un seminario académico: La (des)institución del espacio público a través de las prácticas artísticas: el teatro y el museo.

Ya he hablado muchas veces de la casualidad como inspiración para la escritura; ayer coincidieron dos lecturas y una sesión de cine para pensar sobre algo que podría estar pasando: el desgaste de las instituciones, su desprestigio, y la selva a la que esto puede estar arrojándonos.

Se ha escrito mucho sobre un fenómeno que se ha englobado bajo el nombre de "populismo", especialmente a raíz del Brexit y de la victoria electoral de Trump o la emergencia en Europa de opciones políticas calificadas de "anti sistema" o fuera del sistema. Pero mucho de lo escrito está contaminado por la vieja lucha ideológica entre izquierda y derecha y, por tanto, por la vieja apropiación moral que la izquierda ha hecho del sistema (la democracia), con el genial logro de representar al también el anti sistema. A la derecha le queda lo que le den, lo necesario para que la izquierda pueda ser gobierno y oposición al mismo tiempo y ocupar todo el espacio.

Pero a este esquema le ha salido un fallo de seguridad. No es nuevo, es una constante histórica, un instinto; el lobo joven tienta al macho alfa de la manada buscando su debilidad para ocupar su lugar. Lo que quizá se puede decir de hoy -y no es la primera vez-, es que las instituciones (políticas, jurídicas, sociales, económicas, culturales, religiosas, etc.) están a la vez muy asentadas y son muy discutidas.

Molina Cañabate escribe en Guía de supervivencia:

Según Gloria G. Durán (Beaversteeth, 2012), estamos viviendo una crisis de las instituciones tradicionales que han sido protagonistas en la vida occidental desde la Ilustración. No es casual que algunas instituciones tradicionales estén ensayando o jugando en ciertos casos con el concepto o espíritu de “nueva institucionalidad” implicando más a la ciudadanía (Durán y Moore, 2014).
Las grandes corporaciones están acusando esa crisis de reputación. Todo lo que sea percibido como búsqueda de beneficio, estrategia empresarial, etc., es tomado como artificio y provoca rechazo en la sociedad-red en unos momentos, además, en donde la crisis económica ha provocado muchas desigualdades y se han perdido muchos derechos sociales.
Las instituciones están en crisis de imagen, de concepto y en cuanto a modelo económico. Esto significa que en una época de crisis de las instituciones no podemos esperar de ellas más de lo que nos pueden dar, que, hoy por hoy, es poco. Las instituciones no nos pueden asegurar un futuro (como hace décadas) y, mucho menos, ya no nos pueden asegurar prestigio (como hace décadas). Prueba de lo que he dicho es que cada vez la movilidad laboral es más alta: los empleos ya no son para toda una vida y hemos asumido que tenemos que estar abiertos al cambio.

Las instituciones ya nos son indiscutibles, el lobo jefe ya no asegura el futuro de la manada, pertenecer a ella ya no da ese aura que permite caminar seguro por la selva.

La presentación del seminario -al que no he asistido- del Museo de la Universidad de Navarra "La (des)institución...", permite reflexiones apasionantes. Óscar Cornago es Científico Titular del CSIC, Instituto de Lengua, Literatura y Antropología, se ha especializado en artes escénicas, estética, arte público y teoría comparada de los medios y, atención, ha comisariado proyectos, en torno a la idea de teatralidad y comunidad y relación entre artes y espacios públicos.

La condición pública del teatro y el museo como instituciones culturales por definición está en los orígenes del proyecto de la Modernidad. Sin embargo, el modo de asumir y poner en práctica tal dimensión pública no ha dejado de ser objeto de discusión. ¿Qué implica hoy la consideración del teatro o del museo como formas de instituir un espacio público? ¿Sobre quiénes recae esta responsabilidad, cómo se administra, a quiénes afecta? La solidez que a menudo exhiben estas construcciones históricas, tanto a nivel arquitectónico como simbólico, contrasta con la indiferencia que despierta en una gran parte de la ciudadanía.
Partiendo de la discusión sobre lo público y el sentimiento de distancia con respecto a las instituciones, y en paralelo a los cambios en el medio artístico que ha hecho converger lo expositivo con lo escénico, la exhibición con la performance, o la imagen con las artes vivas, se discutirán, a través del estudio de casos prácticos, distintas estrategias para sostener la institución desde un ejercicio permanente de desinstitución que contribuya a corregir las inercias de lo ya instituido".

Me hubiera encantado asistir a este seminario. Puede que no; pero puede que me sirviera para aprender cosas sobre cómo la política y la acción cultural, por ejemplo, transita cada día más por cauces extra institucionales o mediante performances que dan nuevos usos a los espacios públicos. Basta pensar en el empleo de "la calle" (ciudades, vías de comunicación...), espacio público por excelencia, como lugar alternativo para la acción política, en detrimento de los Parlamentos, la institución creada por nuestra civilización para estos menesteres, hoy tan ninguneada. Basta contemplar como esa "desinstitución" bebe cada día más y mejor de las artes escénicas ("batucadas", coreografías, etc.).

Vamos con la película, Brexit, muy interesante para hacerse una idea de cómo son hoy las campañas políticas: selección de públicos, definición de mensajes, elección de canales. Si a cada idea corresponde una forma, como oí decir recientemente en una conferencia, a cada mensaje corresponde su medio. En Brexit se ve también la confrontación entre cifras y percepciones, instituciones y sentimientos, globalización y localización. Es muy sugestivo cómo el protagonista oye un ruido de fondo, un sordo rumor que habita bajo tierra, inaudible para el establishment pero real, que solo desaparece cuando ha podido satisfacer su malestar manifestándose y siendo atendido. "Recuperar el control", el lema victorioso de los partidarios de irse, significa lograr que las instituciones devuelvan a los ciudadanos lo que es suyo, les cedieron; pero ahora quieren recuperar porque ya nos les sirven, ya no las aprecian. Hay también un acertado mea culpa cuando el jefe del equipo de campaña por la permanencia reconoce el efecto de tanta crítica frívola a las instituciones hecha desde dentro, por intereses cortoplacistas y de partido. Está el mensaje de que la manera de hacer política, las divisiones en partidos-ideología, están acabados, que corren nuevos tiempos y el "sistema" no se ha enterado (¿o sí?). 

La cinta deja otras muchas claves, algunas bastante inquietantes; adentrarse en ellas requerirá un segundo pase y, en su caso, un debate y una entrada nueva.

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Foto atarifa CC


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