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Viajar en verano es mucho mejor que hacerlo en invierno, si es por la tarde. De Granada a Barcelona y viceversa, atraviesas España y ves cambiar el paisaje: olivos, encinas, arbustos, pinos, vides. Este AVE pasa y para en Loja, Vega de Antequera, Puente Genil, Córdoba, Puertollano, Ciudad Real, Zaragoza, Lérida (Pirineos), Campo de Tarragona y Barcelona.
La entrada y salida de las ciudades me ha hecho no estar tan seguro de las ventajas de soterrar las vías del AVE al acercarse a los núcleos urbanos. La llegada a Lérida desde Barcelona, por ejemplo, es apoteósica: ante tus ojos aparece majestuosa la Seo, sobre su colina, y, de pronto, en primer plano, se cruza el puente de tirantes Príncipe de Viana sobre el Segre, en un primer plano que deja ver el segundo. Tradición y modernidad se funden bajo la dorada luz de una tarde de agosto: estuve lento para grabar, paralizado por la belleza del momento.
Ahora llegas a Zaragoza, contemplas las intrincadas circunvalaciones y cuando esperas atisbar a lo lejos las torres de El Pilar, te sumerges en un oscuro túnel, del que sales, tras parar en la gélida estación, para encontrarte ya con los modernos centros logísticos de Zaragoza PLAZA, más allá del Ebro.
Llegar en AVE a Granada sin ver la ciudad, por un oscuro túnel, tiene su inconveniente, sobre todo pensando en la promoción de la ciudad. Hay que valorarlo.
El tren facilita la conversación; aunque sea a 290 kms. por hora. En el viaje de ida coincidí con un zaragozano que regresaba de Motril, donde está construyendo una ferretería para Würth, empresa en expansión por España. La marca me sonaba de algo, ¿de verla en algún polígono? ¡No! ¡Es la que aparece en las camisetas de los árbitros españoles de primera división de fútbol!
A la vuelta me tocó un vagón de dos+uno asientos, en el asiento solitario. La conversación la entablé en el andén de Antequera, mientras esperábamos el tren de Madrid para ir a Granada, y la continuamos varios en este tren. Una señora de mediana edad tenía que llegar hasta Motril (otra vez Motril), para trabajar al día siguiente, a las órdenes de unos empresarios rumanos. Una chica joven de Zaragoza, procedente de Tarragona que acaba de terminar el TFM en Filología Hispánica en Granada, especialidad Medieval, donde quiere hacer oposiciones para quedarse en Andalucía, pues su padre es de Sevilla. Me llamó la atención su trabajo sobre el amor galante, comparando La Celestina con la saga Crepúsculo y el A tres metros sobre el cielo, de Moccia. ¿La Celestina es medieval? Yo pensaba que el amor galante venía de los libros de caballerías y el mester de juglaría y tal...
La conversación con la filóloga fue interesante. Ella sostenía que los conceptos medievales del amor galante, elitista y feudal, que separa las clases nobles de las populares, se reproduce en la literatura actual de consumo juvenil, como impuesta por una corriente cultural -machista y clasista, por supuesto-, que hay que cambiar. Yo apunté que si estos conceptos habían atravesado siglos de cambios culturales profundos desde la Edad Media a nuestros días, quizá hubiera factores enraizados en la naturaleza de las personas, más fuertes y reales que los condicionamientos sociales. Las espadas quedaron en alto por la llegada al final de nuestro viaje. Eso sí, le sugerí que leyera a Alessandro D'Avenia. Moccia está sobrevalorado.
Hablando de libros, dos viajes de seis horas y pico cada uno dan para mucho: para ver cine, rezar, escuchar música, ver el paisaje, hablar..., y leer. Conseguí mi objetivo de leer dos breves libros recomendados por sendos amigos. A la ida, Viva Tabarnia, de Albert Boadella; a la vuelta Estoy ciego y nunca vi mejor, de Abraham Soler. Excelentes ambos.
Nunca he sido fan de Boadella; pero en Viva Tabarnia mi tocayo cómico habla en serio, muy en serio, con una lógica y sentido común aplastantes, y una visión penetrante del nacionalismo separatista catalán. leí con asombro que coincidía conmigo en algunos análisis personales, como el bilingüismo y el pesimismo de que cualquier cosa puede pasar todavía ante la dificultad de reconstruir los puente rotos por el "procés". Otras cuestiones son de sobra conocidas comúnmente; pero están muy bien explicadas y enraizados en su experiencia vital. Y de otras he aprendido mucho. El que esté interesado en saber qué pasa con algunos catalanes, encontrará en Viva Tabarnia una explicación breve, profunda, clara y muy fácil de leer.
Estoy ciego y nunca vi mejor es la historia de la conversión al catolicismo, a través del dolor y la caridad cristiana, de Abraham Soler, judío, ateo y comunista. Un opúsculo de 33 páginas que es casi una sinfonía del Amor de Dios que llega a través de los hombres, y una vivencia del sentido profundo y liberador del sufrimiento. Una tragedia llena de profunda alegría, esas paradojas cristianas que el mundo no entiende hasta que mira en su interior.
¡Viajar es tan enriquecedor! Y eso que solo he contado del comienzo y del final, que en medio está la enjundia. Pero esto será otro día.
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