En mi empeño por convertirme en un europeo culto, tras afrontar la titánica tarea de leer el Fausto de Goethe de cabo a rabo, y con el intermedio de la abortada lectura de El pirata de Conrad -a pesar de encontrar en él la mejor página que recuerde con la descripción de un rasgo del carácter-; he abordado una de mis asignaturas pendientes: Graham Greene. En mi biblioteca está la primera edición (1985) de Seix Barral de El revés de la trama, y solo abrirlo tiene recompensa, la cita de Péguy, una de esas muestras que tanto me gustan de la paradoja cristiana, porque tanto descolocan a los racionalistas de todos los tiempos: "El pecador ocupa el centro mismo de la cristiandad. Nadie es más competente que él en materia de cristianismo. Nadie, salvo el santo". Greene hubiera añadido "quizás" delante de "el santo".
No hace falta que diga que la novela es magnífica por su hondura y su forma, los grandes escritores lo son porque lo son, y hasta un aprendiz de culto europeo se da cuenta cuando lo tiene entre manos. Ahora bien, si he querido escribir este comentario es para hacer dos reflexiones que me ha suscitado esta lectura. Primera, me maravilla la asunción del catolicismo que entreveo en los conversos ingleses, para ellos es lo que hay, así lo han aceptado al convertirse, para bien y para mal, no lo interpretan, no lo discuten; si pecan, saben que pecan, qué supone y cuales son las consecuencias, es lo mismo que percibo en los personajes católicos de mi admirado Waugh, trasuntos, como en Greene, de sí mismo. En fin, algo muy distinto a la "flexibilidad" meridional de los que somos católicos viejos, que solo por eso nos consideramos con ciertos derechos de adecuación del dogma y la fe, según convenga.
La segunda reflexión es la de que, en mi opinión, Greene hace trampa en su novela. Como es sabido, El revés de la trama es, fundamentalmente, un conflicto de conciencia entre el amor, el pecado y la condenación. Digo que hace trampa porque el comandante Scobie no se plantea un verdadero problema de conciencia hasta que se ve en la tesitura de comulgar estando en pecado mortal, cuando antes ha cometido esa mortal falta -un adulterio-, sin demasiadas consideraciones morales, como le echa en cara la pobre señora Rolt. También me parece tramposo que el amor-compasión que Scobie siente por las dos mujeres (y por Dios) sea tan desbocado, tan adolescente, que le lleve como única y desesperada salida al suicidio, a un suicidio frío y racional. Quizá pase que yo lo juzgo como lo que soy, un católico viejo, flexible y meridional.
En cualquier caso, El revés de la trama es una maravillosa descripción de verdades profundas católicas, de su aplastante realidad; asi como del efecto devastador de la mentira, que se enreda hasta hacer transitar al mentiroso por todas las etapas de la auto destrucción moral y física, hasta la muerte total.
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No hace falta que diga que la novela es magnífica por su hondura y su forma, los grandes escritores lo son porque lo son, y hasta un aprendiz de culto europeo se da cuenta cuando lo tiene entre manos. Ahora bien, si he querido escribir este comentario es para hacer dos reflexiones que me ha suscitado esta lectura. Primera, me maravilla la asunción del catolicismo que entreveo en los conversos ingleses, para ellos es lo que hay, así lo han aceptado al convertirse, para bien y para mal, no lo interpretan, no lo discuten; si pecan, saben que pecan, qué supone y cuales son las consecuencias, es lo mismo que percibo en los personajes católicos de mi admirado Waugh, trasuntos, como en Greene, de sí mismo. En fin, algo muy distinto a la "flexibilidad" meridional de los que somos católicos viejos, que solo por eso nos consideramos con ciertos derechos de adecuación del dogma y la fe, según convenga.
La segunda reflexión es la de que, en mi opinión, Greene hace trampa en su novela. Como es sabido, El revés de la trama es, fundamentalmente, un conflicto de conciencia entre el amor, el pecado y la condenación. Digo que hace trampa porque el comandante Scobie no se plantea un verdadero problema de conciencia hasta que se ve en la tesitura de comulgar estando en pecado mortal, cuando antes ha cometido esa mortal falta -un adulterio-, sin demasiadas consideraciones morales, como le echa en cara la pobre señora Rolt. También me parece tramposo que el amor-compasión que Scobie siente por las dos mujeres (y por Dios) sea tan desbocado, tan adolescente, que le lleve como única y desesperada salida al suicidio, a un suicidio frío y racional. Quizá pase que yo lo juzgo como lo que soy, un católico viejo, flexible y meridional.
En cualquier caso, El revés de la trama es una maravillosa descripción de verdades profundas católicas, de su aplastante realidad; asi como del efecto devastador de la mentira, que se enreda hasta hacer transitar al mentiroso por todas las etapas de la auto destrucción moral y física, hasta la muerte total.
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