Me han resultado muy interesantes las reflexiones de Javier Gomá en su reciente artículo, El conformismo de la transgresión (El País, 23 de abril), sobre este fenómeno tan en boca de cualquiera; pienso que explica muy bien qué queda y por qué de la pose transgresora cuando ya no hay nada que transgredir. Dice Gomá, entre otras cosas, que si en otro tiempo la transgresión contribuyó al avance de la civilización, en la sociedad liberada actual su lenguaje es superfluo y lo que exige el aprendizaje moral es otra cosa. "La cuestión moral ahora pendiente ya no es cómo ampliar la libertad subjetiva sino cómo crear las condiciones para una convivencia pacífica entre millones de individualidades liberadas fomentando entre ellas hábitos de amistad cívica. Convivir implica aceptar positivamente algunos gravámenes restrictivos y esta aceptación exige a su vez un aprendizaje moral y sentimental del ejercicio de la libertad. (...) En lugar de prestar ese servicio, la cultura dominante -...
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