Curiosamente, conocí a Manuel López Barajas, actualmente Vicario del Opus Dei en Kazajistán, en Barcelona, cuando éramos jóvenes universitarios locos por el baloncesto. Tuve mucha relación -que mantengo- con su hermano Ernesto, mayor que él, y apenas reparé en Manolo hasta que vino a vivir a Granada, ordenado ya sacerdote.
En mi reciente trabajo como director de oficina de información, he comenzado a propiciar entrevistas "veraniegas" a personajes que, en mi opinión, tienen vínculos locales y cosas interesantes que contar. Uno de estos es D. Manuel López Barajas, y esta es la entrevista que hice, publicada con oportunos retoques profesionales en Ideal de Granada.
“El ansia de verdad y la apertura a la religión de los kazajos son tan inmensos como su país”
Es el tercero de una familia numerosa de recia raigambre granadina; aunque nació en Oviedo y se crió en Lérida, por motivos profesionales paternos. Licenciado en Biología, hace 10 años dejó Granada para irse a vivir a Kazajstán –un enorme país en el mismo centro de Asia-; pero siempre que puede regresa a nuestra ciudad para visitar a sus familiares y amigos.
¿Por qué empezó el Opus Dei en Kazajistán?
Cuando cayó el muro de Berlín, el papa Juan Pablo II volcó mucha energía en la reconstrucción de la Iglesia católica en los países que salían del largo y oscuro túnel del comunismo. En una audiencia con el Papa, el entonces Nuncio apostólico de la Santa Sede le preguntó a San Juan Pablo II si podía sugerirle alguna institución a la que acudir para impulsar la evangelización en Kazajstán; el Santo Padre le dijo que acudiera al prelado del Opus Dei, el hoy beato Álvaro del Portillo. No creo que D. Álvaro hubiera pensado en este país, al menos por el momento; pero bastó una insinuación del papa para que nos lanzáramos a la aventura. En los años 1997 y 1998 se abrieron los dos primeros centros del Opus Dei en Almaty, que entonces era la capital.
¿Qué ha encontrado en Kazajstán? ¿Qué proyectos tiene?
El papa sabía lo que hacía: Kazajstán es un país con una enorme apertura al diálogo. Con la libertad, tanto musulmanes de origen kazajo como ortodoxos de origen eslavo y otras minorías están buscando sus raíces culturales y religiosas con gran respeto por las convicciones de cada uno. Los católicos somos muy pocos, la mayoría procedentes de las deportaciones del siglo pasado. De hecho, a la labor de formación que ofrece el Opus Dei se acercan muchos más musulmanes, ortodoxos y ateos que católicos: el ansia de verdad y la apertura a la religión de los kazajos son tan inmensos como su país.
¿Proyectos? Seguir extendiendo el mensaje del encuentro con Dios en el trabajo y en las relaciones de la vida ordinaria con los demás, en Almaty y en todo Kazajstán. Ya conocemos personas en otras ciudades como Karaganda, ciudad edificada en medio de la estepa junto a antiguos campos de concentración para deportados de centro Europa en el siglo XX, entre los que había bastantes católicos; muchos han regresado a Alemania o Polonia. También queremos abrir centros en Astaná, la nueva capital. Y luego están los demás “stán”, los países de alrededor. Sin embargo, la verdadera expansión de este ideal de cristianismo en lo ordinario es patrimonio de las personas individuales que lo viven, a medida que se desplazan por el país por motivos profesionales, familiares, etc. Otra iniciativa que me ilusiona particularmente es ayudar a las familias dando formación a matrimonios jóvenes.
¿Qué echa de menos de Granada y qué le ha costado más de su nuevo país?
El jamón y el gazpacho. Lo demás llega sin problemas. Kazajistán es un país rico y se está desarrollando rápidamente; aunque aún hay mucha desigualdad social. Los años de comunismo han dejado una triste herencia de falta de ética y moralidad; por eso los kazajos andan tras esa verdad y esa fe que les sirva para buscar el bien. Costar, el ruso; me voy defendiendo; pero aún queda.
En mi reciente trabajo como director de oficina de información, he comenzado a propiciar entrevistas "veraniegas" a personajes que, en mi opinión, tienen vínculos locales y cosas interesantes que contar. Uno de estos es D. Manuel López Barajas, y esta es la entrevista que hice, publicada con oportunos retoques profesionales en Ideal de Granada.
“El ansia de verdad y la apertura a la religión de los kazajos son tan inmensos como su país”
Es el tercero de una familia numerosa de recia raigambre granadina; aunque nació en Oviedo y se crió en Lérida, por motivos profesionales paternos. Licenciado en Biología, hace 10 años dejó Granada para irse a vivir a Kazajstán –un enorme país en el mismo centro de Asia-; pero siempre que puede regresa a nuestra ciudad para visitar a sus familiares y amigos.
¿Por qué empezó el Opus Dei en Kazajistán?
Cuando cayó el muro de Berlín, el papa Juan Pablo II volcó mucha energía en la reconstrucción de la Iglesia católica en los países que salían del largo y oscuro túnel del comunismo. En una audiencia con el Papa, el entonces Nuncio apostólico de la Santa Sede le preguntó a San Juan Pablo II si podía sugerirle alguna institución a la que acudir para impulsar la evangelización en Kazajstán; el Santo Padre le dijo que acudiera al prelado del Opus Dei, el hoy beato Álvaro del Portillo. No creo que D. Álvaro hubiera pensado en este país, al menos por el momento; pero bastó una insinuación del papa para que nos lanzáramos a la aventura. En los años 1997 y 1998 se abrieron los dos primeros centros del Opus Dei en Almaty, que entonces era la capital.
¿Qué ha encontrado en Kazajstán? ¿Qué proyectos tiene?
El papa sabía lo que hacía: Kazajstán es un país con una enorme apertura al diálogo. Con la libertad, tanto musulmanes de origen kazajo como ortodoxos de origen eslavo y otras minorías están buscando sus raíces culturales y religiosas con gran respeto por las convicciones de cada uno. Los católicos somos muy pocos, la mayoría procedentes de las deportaciones del siglo pasado. De hecho, a la labor de formación que ofrece el Opus Dei se acercan muchos más musulmanes, ortodoxos y ateos que católicos: el ansia de verdad y la apertura a la religión de los kazajos son tan inmensos como su país.
¿Proyectos? Seguir extendiendo el mensaje del encuentro con Dios en el trabajo y en las relaciones de la vida ordinaria con los demás, en Almaty y en todo Kazajstán. Ya conocemos personas en otras ciudades como Karaganda, ciudad edificada en medio de la estepa junto a antiguos campos de concentración para deportados de centro Europa en el siglo XX, entre los que había bastantes católicos; muchos han regresado a Alemania o Polonia. También queremos abrir centros en Astaná, la nueva capital. Y luego están los demás “stán”, los países de alrededor. Sin embargo, la verdadera expansión de este ideal de cristianismo en lo ordinario es patrimonio de las personas individuales que lo viven, a medida que se desplazan por el país por motivos profesionales, familiares, etc. Otra iniciativa que me ilusiona particularmente es ayudar a las familias dando formación a matrimonios jóvenes.
¿Qué echa de menos de Granada y qué le ha costado más de su nuevo país?
El jamón y el gazpacho. Lo demás llega sin problemas. Kazajistán es un país rico y se está desarrollando rápidamente; aunque aún hay mucha desigualdad social. Los años de comunismo han dejado una triste herencia de falta de ética y moralidad; por eso los kazajos andan tras esa verdad y esa fe que les sirva para buscar el bien. Costar, el ruso; me voy defendiendo; pero aún queda.
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