Esta mañana he sacado a pasear mi ciudadanía granadina y mi paraguas y me he encaminado a la Plaza del Carmen, para participar como uno más en el acto conmemorativo de la reconquista de Granada por los Reyes Católicos (2 de enero de 1492), conocido como La Toma. En todas partes hay conmemoraciones de hechos históricos más o menos ancestrales y trascendentales -incluso algunos celebran derrotas- y, por lo general, no pasa nada. Aquí no, aquí cuando nos entra la memez buenista nos crecen los tontos del haba a puñados.
Como nos ha agarrado un fervor de converso a esto de la alianza de civilizaciones, ahora todas estas fiestas surgidas a raíz de la Reconquista -hecho extraordinariamente trascendental para la incorporación de España a Occidente-, con más de medio siglo de tradición a sus espaldas, se han convertido para algunos en sospechosas de todos los males posmodernos.
He estado ahí esta mañana y he visto ciudadanos normales y corrientes disfrutando pese a la lluvia y participando -se trata de un acto participativo- en una fiesta sencilla, breve, colorista y con un poso histórico fundamental que explica lo que somos, aunque a muchos se les escape tanta relevancia. También he visto al consabido grupo de "ultraizquierda", tratando de fastidiar el acto e incordiando al personal, además de ofendiendo los símbolos comunes con sus abucheos. A juzgar por sus banderas, se juntan comunistas de hoz y martillo, republicanos nostálgicos, independentistas andaluces y anti sistema: una retrospectiva imagen del comunismo y sus compañeros de viaje de mediados del siglo pasado.
En la otra esquina del cuadrilátero, los de extrema derecha, tan pocos que no se les hubiera visto si no es por sus banderas. Entonces he caído en la cuenta de que no es La Toma la que produce un "peligroso efecto llamada" que congrega a la "ultraderecha" un día como hoy en Granada. La Toma produce un "peligroso efecto llamada" sobre la extrema izquierda, y es ésta la que, con poco éxito, al menos hoy, puede que atraiga a sus antagonistas.
En resumen, como los extremos se tocan, opino que si los extremo izquierdos dejan de acudir como tales al acto, tampoco lo harán los de la otra punta, y los de a pié y los turistas tendremos la fiesta en paz.
Y el atribulado Chamizo podrá dormir tranquilo. Esto no tiene nada que ver con los inmigrantes.
Como nos ha agarrado un fervor de converso a esto de la alianza de civilizaciones, ahora todas estas fiestas surgidas a raíz de la Reconquista -hecho extraordinariamente trascendental para la incorporación de España a Occidente-, con más de medio siglo de tradición a sus espaldas, se han convertido para algunos en sospechosas de todos los males posmodernos.
He estado ahí esta mañana y he visto ciudadanos normales y corrientes disfrutando pese a la lluvia y participando -se trata de un acto participativo- en una fiesta sencilla, breve, colorista y con un poso histórico fundamental que explica lo que somos, aunque a muchos se les escape tanta relevancia. También he visto al consabido grupo de "ultraizquierda", tratando de fastidiar el acto e incordiando al personal, además de ofendiendo los símbolos comunes con sus abucheos. A juzgar por sus banderas, se juntan comunistas de hoz y martillo, republicanos nostálgicos, independentistas andaluces y anti sistema: una retrospectiva imagen del comunismo y sus compañeros de viaje de mediados del siglo pasado.
En la otra esquina del cuadrilátero, los de extrema derecha, tan pocos que no se les hubiera visto si no es por sus banderas. Entonces he caído en la cuenta de que no es La Toma la que produce un "peligroso efecto llamada" que congrega a la "ultraderecha" un día como hoy en Granada. La Toma produce un "peligroso efecto llamada" sobre la extrema izquierda, y es ésta la que, con poco éxito, al menos hoy, puede que atraiga a sus antagonistas.
En resumen, como los extremos se tocan, opino que si los extremo izquierdos dejan de acudir como tales al acto, tampoco lo harán los de la otra punta, y los de a pié y los turistas tendremos la fiesta en paz.
Y el atribulado Chamizo podrá dormir tranquilo. Esto no tiene nada que ver con los inmigrantes.
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