Menos mal, trece activistas y políticas francesas defienden sus críticas a la reforma legal del aborto en España de la acusación de injerencia con estas palabras: "Nos inmiscuimos en lo que nos importa a todas, a todos, más allá de las fronteras".
A partir de ahora que nadie me venga con que lo del aborto es un asunto íntimo de las mujeres, o con eso de que curas y legisladores permanezcan fuera de "sus cuerpos". Me inmiscuyo, se inmiscuyen, porque me importa y les importa.
Además, las enérgicas activistas y políticas francesas me autorizan a inmiscuirme más allá de las fronteras patrias, por lo que puedo criticar que en la douce France acaben de quitar el último freno al aborto salvaje, con lo que Francia ha dejado de ser dulce, para tener el sabor salado y amargo de la sangre. La reciente Marche Pour La Vie 2014 demuestra que tampoco Francia está libre del debate, y aprovecho la licencia de mis vecinas transpirenaicas para unirme a sus compatriotas y abogar por un cambio de la legislación francesa que defienda la vida. Es más, voy a ir más lejos, al origen geográfico del holocausto, más allá de fronteras y de océanos, a los EEUU, a la March for life, que cada año reúne frente a la sede del Capitolio de Estados Unidos a miles de personas para gritar “Sí a la vida”.
No contento con esto, voy a traspasar otra frontera. Núñez Feijóo, por ahora presidente de la comunidad autonómica de Galicia, parece haber dicho que no quiere ver personas yendo a Portugal a abortar. Será que prefiere verlas abortar en la misma Galicia. Quizá porque allí no se sabe bien si abortan o no, depende. Pero hablando en serio, en mi opinión, Núñez tiene dos formas de no ver personas abortar, ni a este ni al otro lado de su frontera: una, poner todos los medios para que ninguna mujer se vea obligada a abortar; dos, inmiscuirse en la legislación portuguesa sobre el aborto, para que allí tampoco pueda hacerse lo que no permitamos en España.
Me han contado que en ciertos siglos, cuando un ejército estaba en lo alto de la colina, el de abajo se daba por vencido y se retiraba. Con esto trato de ilustrar la importancia de los puntos de partida en cualquier debate. En el de vida/aborto se ve claramente. Pongo dos ejemplos.
1. El anteproyecto de ley de reforma del aborto se llama "Ley Orgánica para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada", y se centra, como su nombre indica, en establecer los mecanismos administrativos, políticos, sociales, económicos, jurídicos, etc., que logren proteger la vida del concebido y el derecho de la embarazada a llevar adelante su embarazo. Conviene subir este enfoque a la colina, porque me temo que la colina está ocupada por los que solo ven por el canuto de matar al nonato.
2. Nos quieren convencer de que es inevitable que las mujeres quieran poder abortar, y de hecho muchas lo hagan. Pues bien, tampoco estoy de acuerdo con este otro punto de partida. Casi ninguna mujer quiere abortar y, llegado el caso, casi todas querrían dar a luz si no encontrasen las muchas presiones que ahora encuentran para no hacerlo. Esto se puede favorecer con tres medidas:
a. Fomentando un clima social que valore la maternidad y eduque la afectividad.
b. Facilitando la ayuda necesaria para que todas puedan llevar adelante el embarazo.
c. Legislando para que nadie pueda lucrarse con el aborto, ni aquí ni allende nuestras fronteras.
Porque nos importa, a todas..., y a todos.
A partir de ahora que nadie me venga con que lo del aborto es un asunto íntimo de las mujeres, o con eso de que curas y legisladores permanezcan fuera de "sus cuerpos". Me inmiscuyo, se inmiscuyen, porque me importa y les importa.
Además, las enérgicas activistas y políticas francesas me autorizan a inmiscuirme más allá de las fronteras patrias, por lo que puedo criticar que en la douce France acaben de quitar el último freno al aborto salvaje, con lo que Francia ha dejado de ser dulce, para tener el sabor salado y amargo de la sangre. La reciente Marche Pour La Vie 2014 demuestra que tampoco Francia está libre del debate, y aprovecho la licencia de mis vecinas transpirenaicas para unirme a sus compatriotas y abogar por un cambio de la legislación francesa que defienda la vida. Es más, voy a ir más lejos, al origen geográfico del holocausto, más allá de fronteras y de océanos, a los EEUU, a la March for life, que cada año reúne frente a la sede del Capitolio de Estados Unidos a miles de personas para gritar “Sí a la vida”.
No contento con esto, voy a traspasar otra frontera. Núñez Feijóo, por ahora presidente de la comunidad autonómica de Galicia, parece haber dicho que no quiere ver personas yendo a Portugal a abortar. Será que prefiere verlas abortar en la misma Galicia. Quizá porque allí no se sabe bien si abortan o no, depende. Pero hablando en serio, en mi opinión, Núñez tiene dos formas de no ver personas abortar, ni a este ni al otro lado de su frontera: una, poner todos los medios para que ninguna mujer se vea obligada a abortar; dos, inmiscuirse en la legislación portuguesa sobre el aborto, para que allí tampoco pueda hacerse lo que no permitamos en España.
Me han contado que en ciertos siglos, cuando un ejército estaba en lo alto de la colina, el de abajo se daba por vencido y se retiraba. Con esto trato de ilustrar la importancia de los puntos de partida en cualquier debate. En el de vida/aborto se ve claramente. Pongo dos ejemplos.
1. El anteproyecto de ley de reforma del aborto se llama "Ley Orgánica para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada", y se centra, como su nombre indica, en establecer los mecanismos administrativos, políticos, sociales, económicos, jurídicos, etc., que logren proteger la vida del concebido y el derecho de la embarazada a llevar adelante su embarazo. Conviene subir este enfoque a la colina, porque me temo que la colina está ocupada por los que solo ven por el canuto de matar al nonato.
2. Nos quieren convencer de que es inevitable que las mujeres quieran poder abortar, y de hecho muchas lo hagan. Pues bien, tampoco estoy de acuerdo con este otro punto de partida. Casi ninguna mujer quiere abortar y, llegado el caso, casi todas querrían dar a luz si no encontrasen las muchas presiones que ahora encuentran para no hacerlo. Esto se puede favorecer con tres medidas:
a. Fomentando un clima social que valore la maternidad y eduque la afectividad.
b. Facilitando la ayuda necesaria para que todas puedan llevar adelante el embarazo.
c. Legislando para que nadie pueda lucrarse con el aborto, ni aquí ni allende nuestras fronteras.
Porque nos importa, a todas..., y a todos.
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