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Unos muertos más que otros

Beslan school hostages memorial
San Marino
La secuencia de noticias trágicas con muertes violentas, me lleva a pensar que la tan cacareada globalización es aún muy superficial. Por ejemplo, los muertos de aquí son más que los de allá; quizá porque mueren como podría pasarnos a nosotros cualquier día: por eso el tremendo accidente de un autobús en Ávila es foto de portada, en lugar de los cuatro o cinco veces más muertos de El Cairo por disparos, según todos los indicios, del ejército.

No es una cuestión de número, ni siquiera de trascendencia histórica, es una cuestión de percepción de proximidad, geográfica y vital.

Se aprecia también que los occidentales estamos más globalizados en nuestro entorno cultural que fuera de él, de forma que son más nuestras las dos chinas fallecidas en un accidente de avión en San Francisco que los siete piratas y cuatro tripulantes ahogados por el hundimiento de un buque malasio.

El colmo de la desvinculación afectiva y la sensación de irrealidad se la llevan los muertos de África. Por eso sentimos como propio el acto reparador del Papa Francisco en Lampedusa con los inmigrantes fallecidos en el mar, tratando de llegar a las costas del paraíso europeo: ¿Quien llora e estos muertos?, ha dicho Francisco.

¡Pobre África! Aún recuerdo la conmoción internacional por la masacre de los alumnos de una escuela en Beslán -República de Osetia del Norte-Alania (Rusia)-, el 3 de septiembre de 2004. Compararla con la masacre que acaba de perpetrar -una más- el grupo de fanáticos Boko Haram al norte de Nigeria, duele: no hay imágenes, no hay testigos internacionales, no hay reacción mundial, no hay conmoción global. De las decenas de niños asesinados y quemados vivos en una escuela casi nadie se ha enterado, y ya están olvidados: son menos muertos, casi no son. Casi nadie llora fuera de Mamudo por ellos.


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