Ayer contaba un amigo que en cierta reunión de vecinos, un catedrático de universidad, presumiendo la postura del primero respecto a la enseñanza de iniciativa social, y para provocar, le espetó que no estaba de acuerdo con la enseñanza privada. Mi amigo, sin inmutarse, le contestó que él tampoco, y al ver la incredulidad del profesor, añadió: "estoy a favor de la libertad de enseñanza. ¿Y tú?".
Viene a cuento porque si llevo tantos días sin escribir es porque, precisamente, he estado muy ocupado -y lo que me queda- defendiendo la libertad de enseñanza frente al estatalismo reinante, auténtica dictadura cometida con la anuencia de la mayoría adocenada de la población; de la que solo se dan cuenta unos pocos y ante la que solo se atreven a rebelarse los espíritus verdaderamente libres y, además, valientes.
Se trata, en este caso, de una escaramuza; pero parte de un frente más amplio y emblemático, en el que está en juego el e! derecho-deber de los padres a la educación de sus hijos según sus convicciones, el derecho de los ciudadanos a la creación y elección libre de centros educativos y, en fin, la idea del Estado al servicio de ciudadanos adultos y responsables, es decir, del Estado subsidiario, y de la ley como garante de la libertad de los ciudadanos frente al poder (cfr. todo Cicerón).
Como siempre, el brazo insidioso de una ley inicua y una Justicia ciega a sí misma es la dictadura administrativa: inodora, incolora e insípida; pero letal. En este caso tiene el nombre de denegación de los conciertos educativos.
Me subleva -lo he comentado otras veces-, que unos personajes a los que pagamos el sueldo -y que reciben sin retrasos-, se dediquen a fastidiar a los contribuyentes, regateándonos un dinero que sale de nuestros bolsillos y que a ellos solo les corresponde administrar. Es el colmo del absurdo que "en nombre de la igualdad" creen las mayores desigualdades, castigando a pagar dos veces la educación de sus hijos a cuantos se resisten a someterse al sistema único y dirigido del Estado. Y como siempre, los más perjudicados son los que menos tienen, pues carecen de los recursos necesarios para sustraerse a tan tiránica imposición.
Cuantos -y son tantos- se muestran enemigos de la educación de iniciativa social, son, en realidad, aunque no lo sepan, enemigos de la libertad, de la suya y de la nuestra. ¡Cuánto nos queda aún para vivir en una auténtica democracia!
Para pensar y ver:
Viene a cuento porque si llevo tantos días sin escribir es porque, precisamente, he estado muy ocupado -y lo que me queda- defendiendo la libertad de enseñanza frente al estatalismo reinante, auténtica dictadura cometida con la anuencia de la mayoría adocenada de la población; de la que solo se dan cuenta unos pocos y ante la que solo se atreven a rebelarse los espíritus verdaderamente libres y, además, valientes.
Se trata, en este caso, de una escaramuza; pero parte de un frente más amplio y emblemático, en el que está en juego el e! derecho-deber de los padres a la educación de sus hijos según sus convicciones, el derecho de los ciudadanos a la creación y elección libre de centros educativos y, en fin, la idea del Estado al servicio de ciudadanos adultos y responsables, es decir, del Estado subsidiario, y de la ley como garante de la libertad de los ciudadanos frente al poder (cfr. todo Cicerón).
Como siempre, el brazo insidioso de una ley inicua y una Justicia ciega a sí misma es la dictadura administrativa: inodora, incolora e insípida; pero letal. En este caso tiene el nombre de denegación de los conciertos educativos.
Me subleva -lo he comentado otras veces-, que unos personajes a los que pagamos el sueldo -y que reciben sin retrasos-, se dediquen a fastidiar a los contribuyentes, regateándonos un dinero que sale de nuestros bolsillos y que a ellos solo les corresponde administrar. Es el colmo del absurdo que "en nombre de la igualdad" creen las mayores desigualdades, castigando a pagar dos veces la educación de sus hijos a cuantos se resisten a someterse al sistema único y dirigido del Estado. Y como siempre, los más perjudicados son los que menos tienen, pues carecen de los recursos necesarios para sustraerse a tan tiránica imposición.
Cuantos -y son tantos- se muestran enemigos de la educación de iniciativa social, son, en realidad, aunque no lo sepan, enemigos de la libertad, de la suya y de la nuestra. ¡Cuánto nos queda aún para vivir en una auténtica democracia!
Para pensar y ver:
- Educación separada según el sexo (artículo)
- Libertad para la educación diferenciada (vídeo)
Comentarios
Echo de menos la cultura. El uso del lenguaje español. La capacidad para enfocar el estudio como un desarrollo personal.
Faltan medios.
Se necesitan profesores bien formados, con un nivel cultural importante.
Se necesita un método de aprendizaje desarrollado y competitivo.
Pero más que nada, falta la libertad de enseñanza.
Los padres tenemos mucho que hacer en este terreno y no podemos delegar en el gobierno.
Nuestros hijos tienen derecho a que se les exija y también a que se les respete.
Son tantas aristas las que hay que limar...
Un saludo Alberto.