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Un escritor que hablaba de la belleza

Sólo he leído Alexia, un regalo del cielo de Pedro Antonio Urbina -por ahora-; pero le debo, además, la versión actualizada de Las Confesiones de San Agustín que me sirve de libro de cabecera, y las muchas reseñas de libros de poesía, con las que he aprendido todo lo que sé de ella.

Necrológica de Pedro Antonio Urbina en ABC 28-8-2008
Por Fidel Villegas

La obra de Pedro Antonio Urbina está presente en la escena literaria y ensayística española desde mediados de los años sesenta. No ha resultado fácil a estudiosos y críticos situarle en algunos de los contextos o corrientes literarias o de pensamiento de la época, a pesar de que pronto se detectó en él una voz peculiar, muy interesante y novedosa.

Desde el inicio de su quehacer como escritor, tarea a la que consagró con riesgo y esfuerzo su vida profesional, se mostró como autor independiente, al margen de los tonos y técnicas habituales en los diferentes géneros que cultivó. Ni se le pudo incluir en la literatura social dominante en la época en la que se dio a conocer, ni tampoco en las posteriores tendencias experimentales, aquellas que acabaron por rechazar los lectores que buscaban tramas y personajes con cercanía humana, cordial. Así, se definieron sus primeras novelas como novelas líricas, poéticas, términos de compromiso para referirse a sus ficciones, íntimas y de complejas estructuras.

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Tras Cena desnuda, Días en la playa, y La página perdida, publicó Gorrin solitario en el tejado, novela objeto ya de análisis más detenidos, que señalaron, entre otros aspectos, las raíces de Urbina en el terreno de la literatura europea contemporánea, poco conocida entonces en España. Quizás por la aparente dificultad de unos textos que unían misteriosamente personajes cercanos, íntimos y entrañables, con una novedosa arquitectura narrativa, estas novelas comenzaron a convertir a su autor en escritor minoritario, incluso de culto para lectores que ya siempre siguieron cada libro dado a la imprenta. No obstante, no pasa desapercibido su particular estilo, poético y coloquial, capaz de llevar al lector avisado a un atractivo e inquietante mundo. Porque sobre el conjunto de su obra y de su vida siempre ha planeado un asunto decisivo: la búsqueda, dramática a la vez que serena, de la belleza encarnada en existencias personales y en paisajes. Urbina reflexionó vitalmente, supo describir con voz apasionadamente poética la llamada de la naturaleza, símbolo trascendente de la última belleza presentida.

Tras otras novelas que, con técnicas de mayor complejidad, elaboran mundos míticos y alegóricos, vienen ensayos fundamentales: Filocalia y Actitud modernista en Juan Ramón Jiménez. Una vez más, la reflexión filosófica, también decididamente teológica, sobre las vinculaciones entre verdad, belleza y arte, elaborada muy libremente, difícilmente clasificables. Ensayos valientes, desconcertantes y personales, que no dejaron de escandalizar a muchos. El pensamiento de Urbina ha ido contra corriente, probablemente también porque de manera muy arriesgada, profunda y original está impregnado de un cristianismo que da cuenta y razón de las eternas preguntas acerca de la íntima nostalgia de esa belleza superior que nunca abandona al ser humano. En esta dinámica se encuentra su sorprendente vida de Cristo, que tituló nada menos que Dios, el Hijo de María. Así, en su intento por integrar lo cotidiano concreto sensible y carnal con el anhelo de una vida más alta hacia la eternidad, se pueden encontrar elementos que proceden del llamado materialismo cristiano, propio de la espiritualidad del Opus Dei, al que desde su juventud perteneció Pedro Antonio Urbina. En cualquier caso, son temas que habrán de abordar futuros análisis.

Urbina, escritor total, dio además libros de poesía y poemas en prosa, relatos, originales elaboraciones autobiográficas, biografías, teatro, cuentos infantiles, cientos de reseñas literarias, cinematográficas y de arte. Sus traducciones y versiones actualizadas, continuamente reeditadas, han acercado a muchos lectores a los clásicos de la espiritualidad cristiana. Fue un maestro entrañable, cercano: su estudio en Madrid, en el que organizaba tertulias, audiciones y lecturas, su amplísima correspondencia, se convirtieron en impulso y referencia para muchos artistas.

En definitiva, fue Pedro Antonio Urbina un escritor auténtico e independiente, culto y sugerente. No cabe duda de que su obra es pionera en muchos aspectos: una obra que en gran medida está por descubrir.

Comentarios

Prueba a ver y me dices, porque parece que debe ser un autor "difícil" de leer.

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